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RIOLOBOS: Mariano Rajoy Brey, presidente del Gobierno, no ha...

Mariano Rajoy Brey, presidente del Gobierno, no ha destituido a su ministro de Defensa, Pedro Morenés y Álvarez de Eulate. Este ministro aristócrata tampoco quitará de su cargo al presidente de la Fundación Infante de Orleans, Carlos Valle Torralbo.

José Antonio Primo de Rivera
En un acto oficial, como el de los Premios del Ejército, el orador Valle Torralbo aludió, sin citarlo literalmente, a José Antonio Primo de Rivera, el fundador de Falange Española. No pasó ni más ni menos que eso. Pero la cúpula del Ejercito y el ministro de Defensa se encogieron de hombros y punto pelota.

El cuerpo de los tricornios
El hijo del golpista Tejero, quien asaltó con unos piquetes de guardias civiles el Congreso de los Diputados el 23-F, es ahora un mandamás del cuerpo de los tricornios. Celebró con sus amigotes la fecha del golpe de Estado, felizmente fallido, en una comida por todo lo alto. Ha salido inmune de semejante fiesta. Los Tejero pasarán a la historia como unos franquistas. O probablemente como unos falangistas dispuestos a cargarse la democracia.

Como cobarde que es
Ante estos sucesos militares y también de guardias civiles, el actual presidente del Gobierno, Rajoy Brey, calla y, como cobarde que es, prefiere mirar hacia otro lado. Se lava las manos. No quiere líos, según explica él. El ministro de Defensa es un perfecto inútil, incapaz de defender la España de las libertades. ¿Cómo es posible que el ministro de Interior, Fernández Díaz, siga siéndolo y después de exhibir su tendencia a ser un meapilas y un santurrón? La Guardia Civil, no lo olvidemos, depende del Ministerio de Interior.

Vendedor de regeneraciones institucionales
Mariano Rajoy Brey es un vendedor, estos días, de regeneraciones institucionales. Puede decir esto y puede en paralelo hacer lo contrario. Estamos muy acostumbrados a sus engaños y a sus promesas rotas. Dice muy orgulloso que “España es una gran nación”. Pero permite tranquilamente que el franquismo continúe erosionándola. El fantasma de la dictadura se esconde en La Moncloa y en Génova 13.