2015: El año de Podemos y de los ciudadanos
Muchos, y en especial los dirigentes de los dos grandes partidos, pensaron que eran flor de un día y un enemigo fácil de batir con insultos, calumnias y descalificaciones
02/01/2015
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El secretario general de Podemos, Pablo Iglesias y Gema Ubasart (izq), saludan a sus simpatizantes en el mitin celebrado en el pabellón de Vall d'Hebron, en Barcelona. EFE/Archivo
El secretario general de Podemos, Pablo Iglesias y Gema Ubasart (izq), saludan a sus simpatizantes en el mitin celebrado en el pabellón de Vall d’Hebron, en Barcelona. EFE/Archivo
Hace un año Podemos no existía, aunque se observaban algunos intentos por convertir el 15M en algo más que una protesta ciudadana. Es a mediados de enero cuando surge un movimiento que pretende convertir la indignación en cambio político, con el ambicioso propósito de acabar con el bipartidismo y “ganar” las elecciones generales. Había un gran material humano y muchas ideas para cambiar las cosas, y solo faltaba aglutinarlo y coordinarlo. Y así surgió Podemos como organización política, que contó ya desde el primer día con Pablo Iglesias, un líder carismático que se había dado a conocer en las tertulias televisivas, transmitiendo un mensaje de cambio profundo y revolución pacífica con un discurso con el que muchos ciudadanos coincidían, poniendo una frontera entre el futuro y un pasado que se identificaba como casta.
Gracias al exquisito manejo de las nuevas tecnologías, un grupo reducido de personas jóvenes y bien preparadas consiguieron en menos de dos meses formar una candidatura al Parlamento Europeo, elegida en listas abiertas con una muy elevada participación ciudadana, realizando una campaña electoral muy digna y participativa con muy pocos recursos. Cada día que pasaba las simpatías hacia la nueva formación aumentaban, en medio de descalificaciones y críticas feroces que no hacían más que aumentar sus expectativas electorales. Un experto en elecciones cercano al Partido Popular llegó a decir que no sabían cómo tratar a Podemos, ya que si no se hablaba de ellos subían en las encuestas, y si se les desautorizaba subían aún más.
Y llegó la noche del 25 de mayo en la que Podemos se convirtió en la gran sorpresa electoral, aunque para algunos no lo fue tanto, al conseguir cinco eurodiputados y convertirse en la tercera fuerza política del país. Pero más de uno ha dicho que si las elecciones europeas se hubiesen repetido una semana después hubiese duplicado su resultado electoral, ya que muchos ciudadanos no se atrevieron a convertir su deseo en voto, pensando que resultaría inútil. Y esa noche Pablo Iglesias demostró que su ambición política no tiene límites cuando, al ser preguntado si se encontraba contento con el resultado, afirmó: “Seguirá habiendo seis millones de parados, desahuciados, banqueros corruptos, hospitales privatizados… Podemos no nació para ser testimonial. Vamos a por todas. No nos conformamos“.
Muchos, y en especial los dirigentes de los dos grandes partidos, pensaron que eran flor de un día y un enemigo fácil de batir con insultos, calumnias y descalificaciones, pero los intentos por conseguirlo han fracasado estrepitosamente, hasta el punto de que cuantos más graves son las acusaciones vertidas contra Podemos y sus líderes, más aumenta en las encuestas su intención de votarlo. El hartazgo ciudadano a los partidos de la casta es tal, que produce el efecto contrario al deseado, ya que han dejado de ser creíbles para la mayoría.
Las últimas encuestas, que representan un estado de ánimo dificil de modificar, auguran un cambio radical en el mapa político de nuestro país, hasta el punto de que ya sitúan a Podemos como la primera fuerza política en intención de voto, lo que ha obligado a Rajoy, en un intento desesperado por mantenerse en el poder, a disparar con munición real en su última intervención del año, dedicando una loa al bipartidismo, anunciando que ellos o el caos. Pero intuyo que será inútil el esfuerzo por recuperar credibilidad, máxime cuando en su intervención no ha hecho más que mentir y ofender a la mayoría de los españoles, contándonos una situación económica que en nada se parece a la realidad.
Resulta paradójico que puede ser Podemos quien neutralice las aspiraciones independentistas, al situarse como primera fuerza política en intención de voto en Cataluña en unas elecciones generales; y más sorprendente que ocupe el segundo puesto en el País Vasco, pisando los talones al PNV, convirtiendo a Bildu en la tercera fuerza política, con una notable pérdida de apoyo. Pero todo esto no sucede por casualidad, sino que es consecuencia de que la ciudadanía votaba con poca convicción al partido que consideraba más próximo, y ahora se siente ilusionada por una fuerza que pretende cambiar las formas de hacer política, y priorizar los intereses de los ciudadanos por encima de los que dictan los mercados y los especuladores.
En el año que comienza, Podemos a buen seguro se convertirá en una fuerza política imparable, que puede colocarse en una buena posición en las próximas elecciones municipales y autonómicas, y resultar hegemónica en las generales que se celebrarán a finales del 2015, ante el desconcierto de los partidos de la casta, que temen perder sus privilegios. ¿Dónde está el secreto?: Podemos no es Pablo Iglesias, ni Monedero, ni Errejón, es una conjunción de voluntades de una mayoría de los ciudadanos que quieren participar en política para resolver sus propios problemas y cambiar el futuro, caiga quien caiga. Y el que no se entere es que está alejado de la realidad social de nuestro país, así de sencillo.
Muchos, y en especial los dirigentes de los dos grandes partidos, pensaron que eran flor de un día y un enemigo fácil de batir con insultos, calumnias y descalificaciones
02/01/2015
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El secretario general de Podemos, Pablo Iglesias y Gema Ubasart (izq), saludan a sus simpatizantes en el mitin celebrado en el pabellón de Vall d'Hebron, en Barcelona. EFE/Archivo
El secretario general de Podemos, Pablo Iglesias y Gema Ubasart (izq), saludan a sus simpatizantes en el mitin celebrado en el pabellón de Vall d’Hebron, en Barcelona. EFE/Archivo
Hace un año Podemos no existía, aunque se observaban algunos intentos por convertir el 15M en algo más que una protesta ciudadana. Es a mediados de enero cuando surge un movimiento que pretende convertir la indignación en cambio político, con el ambicioso propósito de acabar con el bipartidismo y “ganar” las elecciones generales. Había un gran material humano y muchas ideas para cambiar las cosas, y solo faltaba aglutinarlo y coordinarlo. Y así surgió Podemos como organización política, que contó ya desde el primer día con Pablo Iglesias, un líder carismático que se había dado a conocer en las tertulias televisivas, transmitiendo un mensaje de cambio profundo y revolución pacífica con un discurso con el que muchos ciudadanos coincidían, poniendo una frontera entre el futuro y un pasado que se identificaba como casta.
Gracias al exquisito manejo de las nuevas tecnologías, un grupo reducido de personas jóvenes y bien preparadas consiguieron en menos de dos meses formar una candidatura al Parlamento Europeo, elegida en listas abiertas con una muy elevada participación ciudadana, realizando una campaña electoral muy digna y participativa con muy pocos recursos. Cada día que pasaba las simpatías hacia la nueva formación aumentaban, en medio de descalificaciones y críticas feroces que no hacían más que aumentar sus expectativas electorales. Un experto en elecciones cercano al Partido Popular llegó a decir que no sabían cómo tratar a Podemos, ya que si no se hablaba de ellos subían en las encuestas, y si se les desautorizaba subían aún más.
Y llegó la noche del 25 de mayo en la que Podemos se convirtió en la gran sorpresa electoral, aunque para algunos no lo fue tanto, al conseguir cinco eurodiputados y convertirse en la tercera fuerza política del país. Pero más de uno ha dicho que si las elecciones europeas se hubiesen repetido una semana después hubiese duplicado su resultado electoral, ya que muchos ciudadanos no se atrevieron a convertir su deseo en voto, pensando que resultaría inútil. Y esa noche Pablo Iglesias demostró que su ambición política no tiene límites cuando, al ser preguntado si se encontraba contento con el resultado, afirmó: “Seguirá habiendo seis millones de parados, desahuciados, banqueros corruptos, hospitales privatizados… Podemos no nació para ser testimonial. Vamos a por todas. No nos conformamos“.
Muchos, y en especial los dirigentes de los dos grandes partidos, pensaron que eran flor de un día y un enemigo fácil de batir con insultos, calumnias y descalificaciones, pero los intentos por conseguirlo han fracasado estrepitosamente, hasta el punto de que cuantos más graves son las acusaciones vertidas contra Podemos y sus líderes, más aumenta en las encuestas su intención de votarlo. El hartazgo ciudadano a los partidos de la casta es tal, que produce el efecto contrario al deseado, ya que han dejado de ser creíbles para la mayoría.
Las últimas encuestas, que representan un estado de ánimo dificil de modificar, auguran un cambio radical en el mapa político de nuestro país, hasta el punto de que ya sitúan a Podemos como la primera fuerza política en intención de voto, lo que ha obligado a Rajoy, en un intento desesperado por mantenerse en el poder, a disparar con munición real en su última intervención del año, dedicando una loa al bipartidismo, anunciando que ellos o el caos. Pero intuyo que será inútil el esfuerzo por recuperar credibilidad, máxime cuando en su intervención no ha hecho más que mentir y ofender a la mayoría de los españoles, contándonos una situación económica que en nada se parece a la realidad.
Resulta paradójico que puede ser Podemos quien neutralice las aspiraciones independentistas, al situarse como primera fuerza política en intención de voto en Cataluña en unas elecciones generales; y más sorprendente que ocupe el segundo puesto en el País Vasco, pisando los talones al PNV, convirtiendo a Bildu en la tercera fuerza política, con una notable pérdida de apoyo. Pero todo esto no sucede por casualidad, sino que es consecuencia de que la ciudadanía votaba con poca convicción al partido que consideraba más próximo, y ahora se siente ilusionada por una fuerza que pretende cambiar las formas de hacer política, y priorizar los intereses de los ciudadanos por encima de los que dictan los mercados y los especuladores.
En el año que comienza, Podemos a buen seguro se convertirá en una fuerza política imparable, que puede colocarse en una buena posición en las próximas elecciones municipales y autonómicas, y resultar hegemónica en las generales que se celebrarán a finales del 2015, ante el desconcierto de los partidos de la casta, que temen perder sus privilegios. ¿Dónde está el secreto?: Podemos no es Pablo Iglesias, ni Monedero, ni Errejón, es una conjunción de voluntades de una mayoría de los ciudadanos que quieren participar en política para resolver sus propios problemas y cambiar el futuro, caiga quien caiga. Y el que no se entere es que está alejado de la realidad social de nuestro país, así de sencillo.