Dedicado a todo un pueblo.
Es la última frontera, ese territorio inhóspito, al borde de lo desconocido donde solo algunos son capaces de sobrevivir. Tierra dura y extrema en lo que durante muchos años fue la frontera más extensa que tuvo nuestro país. En la provincia de Cáceres, a apenas 20 km de Portugal, a otros tantos de Badajoz y muy cerquita de Alcántara donde ya los romanos pusieron su puesto de control, casi fronterizo hacia el más allá.
Es en ese rincón del mundo donde está Salorino. UN pequeño pueblo que debe su nombre al rio Salor que suena tan árabe que cuesta entender como no le cambiaron el nombre en los años en que se quiso borrar cualquier vestigio de lo que fue la gran cultura del sur.
Salorino es como cualquier otro pueblo de lo que fueron tierras de miseria y que ahora ha conseguido un hueco entre el martirio del pasado y un futuro que brilla pero no se sabe muy bien cómo ni para qué. El Salorino de ahora poco tiene que ver con el de hacer 100 años. Ahora en apenas una hora nos plantamos en la gran urbe que es Cáceres mientras entonces se requería casi una semana. Una semana de caminos pedregosos, más hechos para las bestias que para las personas. Cuando apretaba el frio tocaba buscar carbón, un carbón de encina ya que del otro no había. Un carbón hecho de broza, en forma de porretas. Esas que dieron a los lugareños su nombre de porreteros. Era entonces la época donde Salorino era esa última frontera, ese lugar donde siempre había que vigilar al vecino. Si España entra en guerra será allí, con ese vecino demasiado amigo de Inglaterra, demasiado anglófobo para una España demasiado germanófila. La guerra mundial estalla en Europa y parte en dos el continente y en algunos lugares (como en nuestro país) incluso las naciones. Los dos bandos que en España ya se empezaban fraguar sea linean con lo que son dos formas de concebir el mundo diferentes, la ilustración francesa y la democracia inglesa frente al orden y el espíritu castrense y tradicionalista germánico.
En aquella época en Salorino y en todo Cáceres se llenó de Guardias de Asalto y Guardias civiles. Eran los defensores tanto de cualquier ataque exterior como de cualquier revuelta interna. En las tierras pobres del sur jornaleros y gente del campo luchaban día a día por sacar a sus familias adelante. Unas familias diezmadas por el hambre y la ignorancia. En aquellos momentos las pocas pertenencias que hubiera irían al primogénito, al segundo le tocaría ser cura y al tercero guardia civil si es que quería comer caliente.
Las primeras olas de migraciones desde Extremadura hacia Cataluña que recién empezaba a industrializarse tuvieron lugar en ese momento, Madrid también era un destino para ahcer fortuna al calor de la administración aunque las masivas no llegaron hasta 50 años después, ya en la postguerra que desangro esta tierra.
De toda esta historia poco se ve hoy en día. El carácter duro, y un espíritu que no se acobarda ante la adversidad. Hoy Salorino y Extremadura, tienen buenas comunicaciones, población formada e industrias como la de los jamones, quesos, vinos o ganadería que son apreciadas por el mundo. Pero para llegar hasta aquí, muy largo ha sido el camino.
Saludos
Es la última frontera, ese territorio inhóspito, al borde de lo desconocido donde solo algunos son capaces de sobrevivir. Tierra dura y extrema en lo que durante muchos años fue la frontera más extensa que tuvo nuestro país. En la provincia de Cáceres, a apenas 20 km de Portugal, a otros tantos de Badajoz y muy cerquita de Alcántara donde ya los romanos pusieron su puesto de control, casi fronterizo hacia el más allá.
Es en ese rincón del mundo donde está Salorino. UN pequeño pueblo que debe su nombre al rio Salor que suena tan árabe que cuesta entender como no le cambiaron el nombre en los años en que se quiso borrar cualquier vestigio de lo que fue la gran cultura del sur.
Salorino es como cualquier otro pueblo de lo que fueron tierras de miseria y que ahora ha conseguido un hueco entre el martirio del pasado y un futuro que brilla pero no se sabe muy bien cómo ni para qué. El Salorino de ahora poco tiene que ver con el de hacer 100 años. Ahora en apenas una hora nos plantamos en la gran urbe que es Cáceres mientras entonces se requería casi una semana. Una semana de caminos pedregosos, más hechos para las bestias que para las personas. Cuando apretaba el frio tocaba buscar carbón, un carbón de encina ya que del otro no había. Un carbón hecho de broza, en forma de porretas. Esas que dieron a los lugareños su nombre de porreteros. Era entonces la época donde Salorino era esa última frontera, ese lugar donde siempre había que vigilar al vecino. Si España entra en guerra será allí, con ese vecino demasiado amigo de Inglaterra, demasiado anglófobo para una España demasiado germanófila. La guerra mundial estalla en Europa y parte en dos el continente y en algunos lugares (como en nuestro país) incluso las naciones. Los dos bandos que en España ya se empezaban fraguar sea linean con lo que son dos formas de concebir el mundo diferentes, la ilustración francesa y la democracia inglesa frente al orden y el espíritu castrense y tradicionalista germánico.
En aquella época en Salorino y en todo Cáceres se llenó de Guardias de Asalto y Guardias civiles. Eran los defensores tanto de cualquier ataque exterior como de cualquier revuelta interna. En las tierras pobres del sur jornaleros y gente del campo luchaban día a día por sacar a sus familias adelante. Unas familias diezmadas por el hambre y la ignorancia. En aquellos momentos las pocas pertenencias que hubiera irían al primogénito, al segundo le tocaría ser cura y al tercero guardia civil si es que quería comer caliente.
Las primeras olas de migraciones desde Extremadura hacia Cataluña que recién empezaba a industrializarse tuvieron lugar en ese momento, Madrid también era un destino para ahcer fortuna al calor de la administración aunque las masivas no llegaron hasta 50 años después, ya en la postguerra que desangro esta tierra.
De toda esta historia poco se ve hoy en día. El carácter duro, y un espíritu que no se acobarda ante la adversidad. Hoy Salorino y Extremadura, tienen buenas comunicaciones, población formada e industrias como la de los jamones, quesos, vinos o ganadería que son apreciadas por el mundo. Pero para llegar hasta aquí, muy largo ha sido el camino.
Saludos