-25% solo aquí

SANTA CRUZ DE LA SIERRA: ......

...
Con mi texto corregido, te llamo como una niña, temblando de los pies a la cabeza, presintiendo como siempre que vuelvo a equivocarme. La pasión empieza en el segundo exacto en que empiezo a marcar tu número. No estás. La tarde se convierte en una sucesión de horas que deben llenarse hasta la noche, hasta que vuelvas y oigas mi mensaje, y yo sepa que sonríes ante mi voz temblona. O lo que es aún peor, esperar que contestes, sentir el alma en vilo, dormirse sin saber aún qué va a pasar mañana.
Contestas por fin. Con mi carpeta a cuestas, voy a tu casa, preparada para tí, por qué engañarme, duchada, con crema, oliendo bien, suave sin querer para tus manos. En la cabeza llevo un memorial de agravios, pero mis dedos se mueren por enredarse en tu pelo.
Luego, como siempre, hago el imbécil. Me escuchas, me das la razón, asientes. Dices que ya estabas preparado, que lo sabías, me deseas suerte en mi nueva vida, me ofreces café, no preguntas, como si no quisieras saber nada más de lo que digo. Me muero. Me levanto. Me acompañas a la puerta y me derrumbo en el justo instante en que me abrazas, o te abrazo yo respondiendo a un gesto tuyo apenas insinuado.
No preguntas nada, me acaricias, dibujas interrogaciones con tus dedos, salpicas la cama de cursivas. Mi cuerpo es tu folio en blanco, lo dibujas, lo llenas de palabras nunca dichas, arrancas jadeos y aliteraciones, curvas de entonación, acentos, súplicas... Me muero en cada palabra que no dices, despierto en cada caricia sin sonido.
No preguntas nada, sólo recorres las páginas con tus manos, borrando subrayados, tesis, conclusiones, riéndote a carcajadas del narrador omnisciente, mezclando descripciones, comas, negritas y mayúsculas.
Y, cuando estoy vacía, me llenas de nuevo, con tus signos.
Pon punto final.
Te lo suplico.

P. D. Si a alguien le apetece el principio de este relato, será un placer escribirlo.
Un saludo, Santa Cruz.