<<<<<<<<<<<<<El caso es muy similar a Santa Cruz de la Sierra, un regidor don Andrés Miguel Duchel, con su laguna incluida. La diferencia es que este ya dejó su imperio en la ruina por cierto, le tenemos en el bote para ser juzgado y Mariano, también dejará su imperio en la ruina y este falta ponerle el lazo para llevarle a los Tribunales a juzgar, junto con su amigo de partido José María Aznar López, por crímenes cometidos en la humanidad.>>>>>>>>>>>>>>>>>>>> >
Don Pueblo y un registrador
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02/08/2012
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Esta es la historia de lo que aconteció a un registrador de Santiago con don Pueblo: en Santiago había un registrador llamado Mariano que quería saber nigromancia, y oyó decir que don Pueblo sabía. Entonces fue a Toledo a verlo. Mariano rogóle que le mostrase la ciencia. Don Pueblo díjole que él era hombre de los que podría llegar a gran estado y que estos, desde que lo suyo han resuelto, olvidan muy deprisa lo que otro ha hecho por ellos. Y Mariano le prometió que de cualquier bien que tuviese, nunca haría sino lo que él mandase. Don Pueblo llamó a una manceba y díjole que preparase perdices, mas que no las pusiese a asar hasta que él lo mandase. Entonces le llegó un mensaje a Mariano anunciándole que acababa de ser nombrado concejal. Y de allí a unos tres días le anunciaban que sería diputado. Don Pueblo lo llamó apremiándole para que ayudase a los trabajadores. Mariano le pidió calma. Y de allí al cabo de unos años, era nombrado ministro. Y cuando don Pueblo lo oyó, lo apremió para que ayudase a los parados. Mariano le pidió calma. Unos años después, Mariano se convertía en el nuevo presidente. Don Pueblo pidió audiencia para pedirle que ayudase a los pobres. Mariano díjole que si volvía a apremiarle lo mandaría a la cárcel, que era hereje y mago. Entonces Don Pueblo dijo a Mariano que pues otra cosa no tenía para comer, que se habría de tornar a las perdices, y llamó a la mujer y díjole que las asase. Cuando esto dijo don Pueblo, se halló Mariano en Toledo, registrador de la propiedad, con una infinita vergüenza. Y Don Pueblo díjole que se fuese con buena ventura y que, ya que había probado lo que había en él, ni siquiera se merecía su parte de las perdices.
José M Méndez Méndez **
San Francisco de Olivenza
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Esta es la historia de lo que aconteció a un registrador de Santiago con don Pueblo: en Santiago había un registrador llamado Mariano que quería saber nigromancia, y oyó decir que don Pueblo sabía. Entonces fue a Toledo a verlo. Mariano rogóle que le mostrase la ciencia. Don Pueblo díjole que él era hombre de los que podría llegar a gran estado y que estos, desde que lo suyo han resuelto, olvidan muy deprisa lo que otro ha hecho por ellos. Y Mariano le prometió que de cualquier bien que tuviese, nunca haría sino lo que él mandase. Don Pueblo llamó a una manceba y díjole que preparase perdices, mas que no las pusiese a asar hasta que él lo mandase. Entonces le llegó un mensaje a Mariano anunciándole que acababa de ser nombrado concejal. Y de allí a unos tres días le anunciaban que sería diputado. Don Pueblo lo llamó apremiándole para que ayudase a los trabajadores. Mariano le pidió calma. Y de allí al cabo de unos años, era nombrado ministro. Y cuando don Pueblo lo oyó, lo apremió para que ayudase a los parados. Mariano le pidió calma. Unos años después, Mariano se convertía en el nuevo presidente. Don Pueblo pidió audiencia para pedirle que ayudase a los pobres. Mariano díjole que si volvía a apremiarle lo mandaría a la cárcel, que era hereje y mago. Entonces Don Pueblo dijo a Mariano que pues otra cosa no tenía para comer, que se habría de tornar a las perdices, y llamó a la mujer y díjole que las asase. Cuando esto dijo don Pueblo, se halló Mariano en Toledo, registrador de la propiedad, con una infinita vergüenza. Y Don Pueblo díjole que se fuese con buena ventura y que, ya que había probado lo que había en él, ni siquiera se merecía su parte de las perdices.
José M Méndez Méndez **
San Francisco de Olivenza