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EL PRADO Y EL ROCÍO.
En un hermoso, frondoso y ancho prado,
verde, con bellas y grandes piedras, cercado,
que a una pequeña y humilde charca se asomaba,
una fría, pulida y transparente gota de agua,
sobre una tierna y fina hierba se posaba.
El prado, al sentir tal delicia,
aquella agradable y dulce caricia,
agradecido preguntaba:
¿Quién eres tú?
¿De dónde vienes,
que sobre mí te posas,
cual suave aleteo de mariposa,
y tanto bien en mí acumulas,
dándome vigor y frescura,
que al llegar el nuevo día,
adquiero más y más lozanía?
¡Soy la lágrima, el llanto de la noche,
qué sin queja, sin rubor, ni reproche,
se muere cuando llega el día!
Vengo de mi padre el río,
de mi madre la fuente,
de la charca, al lado del camino.
¡Té diré el nombre mío,
a mi me llama la gente,
una gota del rocío!
A María del Prado y María del Rocío mis hermanas.
ZACHO Julio de 2.011
En un hermoso, frondoso y ancho prado,
verde, con bellas y grandes piedras, cercado,
que a una pequeña y humilde charca se asomaba,
una fría, pulida y transparente gota de agua,
sobre una tierna y fina hierba se posaba.
El prado, al sentir tal delicia,
aquella agradable y dulce caricia,
agradecido preguntaba:
¿Quién eres tú?
¿De dónde vienes,
que sobre mí te posas,
cual suave aleteo de mariposa,
y tanto bien en mí acumulas,
dándome vigor y frescura,
que al llegar el nuevo día,
adquiero más y más lozanía?
¡Soy la lágrima, el llanto de la noche,
qué sin queja, sin rubor, ni reproche,
se muere cuando llega el día!
Vengo de mi padre el río,
de mi madre la fuente,
de la charca, al lado del camino.
¡Té diré el nombre mío,
a mi me llama la gente,
una gota del rocío!
A María del Prado y María del Rocío mis hermanas.
ZACHO Julio de 2.011