TALAVERUELA: ¡HACE BUEN DÍA PARA IR A LA HIERBA!...

¡HACE BUEN DÍA PARA IR A LA HIERBA!

CANTO PASTORAL
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A ti, niño, que eres del terruño; a ti, adulto, que maltratas el campo, te quiero dedicar este canto pastoral.

Aún recuerdo aquel canto con cariño, a pesar de aquel tiempo transcurrido.
Y es que las cosas de la niñez, parecen que no se olvidan jamás.

Sobre todo a los que pasamos los primeros años de la vida en el medio rural.

Vengo de la alta montaña,, en donde como en tantos otros sitios, parece que nunca pasa nada, y que, como otros tantos, está perdido en los caminos de España.

Y que cada uno de nosotros le damos un valor extraordinario a lo que llamamos nuestro

Bueno, pues para que lo sepáis, mi pueblo, mi terruño, mi aldea es lo más “grande” lo más bonito que hay en el mundo.

Amanecer un día claro en Santa María es pura casualidad, más tarde, unos abren y otros llueve, pero no importa.
¡Por eso tenemos unos campos tan verdes ¡
¡Por eso las vacas de mi Asturias parecen flores en medio de las praderas ¡

Por eso al abrir la puerta de la casa, mi pequeño corazón latía con fuerza ante aquella grandeza, ante aquellas montañas, y a veces ante aquel esplendor de cielo.

Yo era como un “ Jato “, como un cordero o un cervatillo, y buscaba los prados donde perderme, o los arroyos donde zambullirme.

A mis paisanos se les alegra la cara cuando hace buen día, sobre todo en el tiempo de la siega, mis paisanos siempre han tenido una fuerza muy efusiva de saludarse, tanto era así, que desde la cama sabía que día hacía,
- ¡Hace buen día para ir a la hierba!_
- O al contrario -

- ¡Hoy nos toca quedarnos en la cuadra con el ganado!
¿Y por qué tenía que ser bueno para la hierba y malo para el ganado?

Luego lo he sabido, es que comíamos de ello, al menos todo era como una cadena.
Pero la verdad es que yo entonces no lo comprendía.
¡Benditos años de mi infancia!

Yo pensaba que si hacía bueno o malo sería igual para mis robles o mis castaños, o para los viejos que se sientan en la “bolera”o para las mujeres que van a lavar al río.
¡A éstas siempre las recuerdo con gran cariño ¡

Y es que por mi edad, solía ir con la buena de mi madre, cuando iba a hacer la colada.
¡! Ah! ¡¡Allí, a las orillas de aquel río, cuántas veces soñé con otros campos y otros montes más allá de mis montañas y mis árboles!

Instintivamente le decía a mama. ¿Madre, donde va ese río …?
Y ella me contestaba, repleta de paciencia …pues…este río va camino del mar, primero busca otro río, ellos son como las personas, se buscan, se encuentran y al final se abrazan.

Todo aquello desde luego yo no lo entendía, pero era tan bonito escucharlo en la boca de mi madre,

Muchas veces, mientras lavaba, cantaba coplas de sierra o de siega, y si el sol lucía fuerte, me dejaba casi desnudo y yo trotaba por la hierba como si fuera un potrillo, momento que aprovechaba para lavarme toda la ropa.

¡Qué bien huele la ropa en el campo ¡

Mamá la tendía en los arbustos, y luego al ponérmela, ya seca.
¡Qué olor a romero! ¡Qué olor a camuesa!

Otras veces íbamos a llevarle la comida a papá que estaba con el ganado o segando la hierba.

¡Qué alegría por el camino, yo le gritaba, y el eco me devolvía un papaíto que me hacía mucha gracia!

¡Papá, que ya vamos!
¡Qué sinfonía la del campo ¡Qué alegre el piar del colibrí cuando baja al fondo del arroyo!

También os contaré que en mi pueblo, en mi aldea, cuando hace buen tiempo, a las vacas, los corderos, los cerdos y las cabras los sueltan todos al campo, es como si todos tuviésemos la necesidad de identificarnos con la naturaleza.

Sólo los gatos son los que se meten en la cuadra en busca de los ratones.

Luego, al llegar, ¡Qué alegría…! Papá tiraba la guadaña y me tomaba en sus brazos y empezaba a dar vueltas como si fuese el hombre del “Tío vivo”

Las montañas entraban en movimiento, los maizales los veía de un verde-amarillo al llegarles los rayos del sol, todo se ponía como tornasolado, y yo, desde los brazos fuertes de mi padre, veía las vacas, los caballos y hasta el sol perderse entre las ramas.

Si amanecía lloviendo, como pasaba a menudo, ¡Qué olor más peculiar el de la hierba y los helechos! ¡Cómo me acuerdo…!

Desde luego, quien no ha vivido estas experiencias, creo que no sabe lo que es vivir..

Por eso cuando oigo que queman los campos, los bosques, siento una pena imponente y enseguida me acuerdo de aquellas gentes, de aquellos niños. de tantos y tantos pueblos que dicen con frecuencia …

¡Hoy hace buen día para ir a la hierba!*********************** ********************

Manuel González Álvarez