LA LETRA CON SANGRE ENTRA.
Puesto que la función del maestro se basa en el principio de autoridad, en la escuela los castigos estaban a la orden del día y, según quien los aplicara, podían ser en verdad crueles y humillantes para el alumno. Cualquier falta o incumplimiento de la norma, por leve que fuera, era merecedora de una reprimenda o un penalización. Los castigos más habituales eran colocar al alumno en un rincón, de cara a la pared, con pesadas pilas de libros en las manos y orejas de burro; los palmetazos, los coscorrones y algún que otro bofetón o la archifamosa “colleja”. Era también costumbre hacer que el alumno copiara quinientas o mil veces una frase relacionada con el delito, como “No hablaré en clase” o “No contestaré a mi maestro”.
http://sites. google. com/a/lamerceonline. com/parapa/la-escuela-de-anta% C3%B1o
Puesto que la función del maestro se basa en el principio de autoridad, en la escuela los castigos estaban a la orden del día y, según quien los aplicara, podían ser en verdad crueles y humillantes para el alumno. Cualquier falta o incumplimiento de la norma, por leve que fuera, era merecedora de una reprimenda o un penalización. Los castigos más habituales eran colocar al alumno en un rincón, de cara a la pared, con pesadas pilas de libros en las manos y orejas de burro; los palmetazos, los coscorrones y algún que otro bofetón o la archifamosa “colleja”. Era también costumbre hacer que el alumno copiara quinientas o mil veces una frase relacionada con el delito, como “No hablaré en clase” o “No contestaré a mi maestro”.
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