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TORRE DE SANTA MARIA: Enrique Díez-Canedo Reixa...

Enrique Díez-Canedo Reixa

Nace en Badajoz en 1879, hijo de un técnico de auduanas que llevará a la familia a Valencia, Vigo, Porrt Bou, Barcelona y, finalmente, Madrid, donde inicia los estudios de derecho: suu estancia breve en Extremadura es sin duda el reflejo de un período que arranca vertiginoso, el que consagrará la velocidad como objeto poético. En 1909 y hasta 1911 se traslada a París, donde profundiza en el conocimiento de la poesía francesa y de las corrientes literartias contemporáneas. Muy pronto su firma será frecuente en revistas y periódicos como El Sol, La Pluma o la revista de Occidente, y en publicaciones hispanoamericanas como La Nación. Son los años del desarrollo social y politico de España, al que contribuye como colaborador de la Junta de Ampliación de Estudios, director de la Escuela Central de Idiomas y miembro de la liga de Educación Politica - La República, y tras una estancia en Montevideo, es nombrado embajador en Buenos Aires, destino que acepta como una muestra más de su compromiso ciudadano; ese mismo compromiso le hace regresar en 1937 para hacer bulto como él mismo resume con una fórmula heroica y cotidiana de lealtad. Diez-Canedo, republicano y liberal, parece el símbolo de esa discutida tercera España que había transformado el país y supo el 18 de julio que, pasara lo que pasase, ya había perdido la guerra. Pese a todo, su actividad durante los meses de conflicto es intensa, y participa en la Hora de España, en Madrid, y el II Congreso Internacional de escritores para la defensa de la cultura.

Díez -Canero, que había iniciado su carrera como poeta con la Oración de los débiles al comenzar el año, muere en 1944, el día en que los aliados llegan a Normandía: meses antes y también exiliado en América, el escritor austriaco Stefan Zweig se había quitado la vida, confesando que, superado los seseta años y más impaciente, se adelanta para ver el amacecer después de la larga noche que habia provocado la guerra mundial. Enrique Díez -Canero, algo más mayor, mantuvo la esperanza de esa victoria hasta el último día. En uno de sus Laureles reales de Cuernavaca lo dejó estrito: "Fue la noche magnífica".