Aristóteles dividía a los humanos en un sexo fuerte y un sexo débil o inferior en los planos fisiológico, intelectual, sexual y ético. Para este gran pensador y fundador de la filosofía clásica, la mujer era inadecuada e incompleta. Aristóteles llegó a escribir que “las hembras son por naturaleza más débiles y más frías, y hay que considerar su naturaleza como defecto natural…La mujer, en tanto que hembra, es un elemento pasivo, y el macho un elemento activo”. Con sus textos comenzó la justificación de la marginación femenina. Sus ideas han permanecido no cuestionadas durante siglos.
El papel natural de la mujer, según Rousseau, era servir a los hombres, aunque estos sean unos tiranos: las mujeres son y deben ser “formadas para obedecer a una criatura tan imperfecta como el hombre, una criatura a menudo depravada y siempre imperfecta; debe aprender a someterse a la injusticia y a sufrir sin queja sus males que le son infligidos por su marido”.