Continuamos con los billetes realizados por la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre, y el que hoy nos ocupa fue mandado hacer el 7 de abril de 1953, aunque no se puso en circulación hasta el 13 de mayo de 1955.
Anverso y reverso del billete de 100 pesetas, emitido en 1953. Cortesía Félix Cuquerella.
En su anverso aparece un retrato del pintor Julio Romero de Torres y en el reverso su cuadro “La Fuensanta”; la marca al agua es la cabeza de una de las modelos de Romero de Torres. El grabado corresponde a José Luis López Sánchez Toda, que ya citamos en el artículo referente al billete de 500 pesetas de 1954. Impreso en litografía y calcografía, su tamaño es de 134 x 88 mm. y su tirada de 981.200.000 ejemplares. El papel procedía de la fábrica de Burgos y llevaba la numeración en el anverso y otras cuatro en los márgenes blancos del reverso, estampillados con tinta roja. El 10 de mayo de 1978 se anunció su retirada oficial de la circulación.
Julio Romero de Torres nació en Córdoba el 9 de noviembre de 1874, su padre fue el pintor romántico Rafael Romero Barros. Vivía cerca del Museo de Pinturas de Córdoba, donde su padre era conservador, y de la Escuela y Conservatorio de Música, rodeado de arte por todos los lados, es normal que la vocación artística de Julio fuera temprana. Siguió los pasos de Rafael en pintura, obteniendo reconocimientos por su trabajo, como la medalla de segunda clase en un certamen de la Escuela Provincial de Bellas Artes, con tan solo catorce años. Durante estos primeros años de aprendizaje presta especial atención al paisaje y al dibujo, técnica que permanecerá en toda su obra.
Participa en la restauración de los artesonados de la Mezquita de Córdoba. Con el cambio de siglo obtiene plaza de auxiliar de Colorido y Composición en la Escuela Provincial de Bellas Artes de Córdoba. En 1913 fue nombrado vocal del patronato del Museo de Pintura y un año después se encargará de la catalogación y restauración de las colecciones, siendo nombrado ayudante del director. Este trabajo no le apartó de colaborar en publicaciones periódicas tanto nacionales como cordobesas, con dibujos y pinturas.
Viajó a Marruecos, París, Londres y los Países Bajos, estos destinos marcarán su obra de diferente manera.
En 1916 se traslada a Madrid para formar parte de la Escuela Especial de Pintura, Escultura y Grabado (Academia de Bellas Artes de San Fernando), como profesor de dibujo del Antiguo y Ropaje. Se instala en la carrera de San Jerónimo, pero su estudio se ubica en el Palacio Longoria, donde recibe la visita de la reina regente Mª Cristina. También se dedicó a diseñar carteles publicitarios, por lo que formó parte de un jurado de carteles. Su amor por el cante hace que se le nombre miembro del jurado del Concurso de Cante Hondo, lo que hará que su interés crezca.
En 1929 regresa a su casa de Córdoba, situada en el museo de Bellas Artes de la ciudad, para recuperarse de su dolencia hepática, que según las malas lenguas proveía de la vida de alterne que había llevado. El pintor fallece allí el 10 de mayo de 1930.
Su primera etapa se caracteriza por unir las influencias modernistas, prerrafaelitas y simbolistas. Sus primeros cuadros presumen de una gran luminosidad y de una técnica suelta que irá abandonando. En sus pinturas de denuncia social vemos como su paleta se oscurece y deja atrás el naturalismo. Es ahora cuando comienza a desarrollar el género femenino místico y ensoñador, con figuras de mayor intensidad y melancolía, que más tarde cargará de la sensualidad que identificará su obra. A través de sus retratos femeninos podemos ver cómo evoluciona su pincelada, destacando la precisión técnica y el contraste de las tonalidades suaves de ropajes y pieles, con los fondos oscuros. También realizó retratos de familia, donde los retratados se colocan delante de un paisaje con una referencia arquitectónica, recordándonos a los decorados teatrales. En sus pinturas encontramos elementos alegóricos de su interés, en los que homenajea a la muerte, el amor, el mundo taurino o el flamenco. Se vuelven indispensables en sus composiciones el agua, barajas de cartas, frutas o utensilios domésticos.
La Fuensanta es un óleo y temple sobre un lienzo que mide 100 x 80 centímetros. María Teresa López fue la mujer que sirvió de modelo para Julio Romero de Torres en éste y muchos otros cuadros, es la mujer morena de la copla, la reina de las mujeres. Es de los últimos cuadros del autor, fechado en 1929, año en el que se exhibió en el Pabellón que Córdoba tenía en la Exposición Iberoamericana que se celebró en Sevilla. El pintor lo había cedido con el deseo de venderlo. Fue adquirido por un coleccionista y desde entonces había estado en paradero desconocido, hasta que en 2007 se localiza gracias a una exposición que se celebra en el Museo Casa de la Moneda de Argentina: “Arte en el Dinero. Dinero en el Arte”. Es entonces cuando su propietario, un abogado argentino que lo compró en 1994, le pide a Mercedes Valverde, directora de los Museos Municipales de Córdoba y experta en la pintura de Romero de Torres, que lo autentifique para venderlo. El Ayuntamiento de Córdoba lucha por hacerse por él, pero la cifra de la tasación es muy elevada, entre los 600.000 y los 900.000 euros, por lo que a finales de ese mismo año se subastó en la sede londinense de Sotheby´s. A pesar de que el Ministerio de Cultura pujó por la obra, ésta se vendió a un coleccionista privado que pujaba por el teléfono, por 1.173.375 euros.
En el cuadro vemos a una joven Mª Teresa, sentada con el cuerpo girado, que mira directamente al espectador, abrazada a un cántaro de cobre, tal vez descansando, en la parte superior izquierda vemos un caño del que brota el agua. Su vestimenta es sencilla: falda roja como los pendientes, camisa blanca y manto ocre contrastando con el fondo de tonos neutros. La zona central del cuadro destaca por la luminosidad que desprende la modelo. A la altura de la cara de la joven, en el cielo, se abre un claro de luz, que junto con los ojos oscuros de Teresa, llaman la atención de aquel que observa la obra, sobre los brillos del cántaro metálico.
¿Cómo pudo servir este cuadro de modelo para un billete? La intención del artista era clara, quería venderlo por lo que hizo una fotografía del mismo antes de que se expusiera en la Exposición Iberoamericana, que fue la que se usó para su reproducción en el billete de 100 pesetas que nos ocupa.
En 2013 el Museo Carmen Thyssen de Málaga realizó una exposición dedicada al pintor cordobés bajo el nombre Julio Romero de Torres. Entre el mito y la tradición, en la que también se realizó un ciclo de conferencias, que contó con este cuadro entre sus obras expuestas, el 8 de septiembre de este mismo año, el cuadro volvió a su dueño. Nada se sabe de quién fue la persona que lo cedió para la exposición y cuál es su paradero actual.
Anverso y reverso del billete de 100 pesetas, emitido en 1953. Cortesía Félix Cuquerella.
En su anverso aparece un retrato del pintor Julio Romero de Torres y en el reverso su cuadro “La Fuensanta”; la marca al agua es la cabeza de una de las modelos de Romero de Torres. El grabado corresponde a José Luis López Sánchez Toda, que ya citamos en el artículo referente al billete de 500 pesetas de 1954. Impreso en litografía y calcografía, su tamaño es de 134 x 88 mm. y su tirada de 981.200.000 ejemplares. El papel procedía de la fábrica de Burgos y llevaba la numeración en el anverso y otras cuatro en los márgenes blancos del reverso, estampillados con tinta roja. El 10 de mayo de 1978 se anunció su retirada oficial de la circulación.
Julio Romero de Torres nació en Córdoba el 9 de noviembre de 1874, su padre fue el pintor romántico Rafael Romero Barros. Vivía cerca del Museo de Pinturas de Córdoba, donde su padre era conservador, y de la Escuela y Conservatorio de Música, rodeado de arte por todos los lados, es normal que la vocación artística de Julio fuera temprana. Siguió los pasos de Rafael en pintura, obteniendo reconocimientos por su trabajo, como la medalla de segunda clase en un certamen de la Escuela Provincial de Bellas Artes, con tan solo catorce años. Durante estos primeros años de aprendizaje presta especial atención al paisaje y al dibujo, técnica que permanecerá en toda su obra.
Participa en la restauración de los artesonados de la Mezquita de Córdoba. Con el cambio de siglo obtiene plaza de auxiliar de Colorido y Composición en la Escuela Provincial de Bellas Artes de Córdoba. En 1913 fue nombrado vocal del patronato del Museo de Pintura y un año después se encargará de la catalogación y restauración de las colecciones, siendo nombrado ayudante del director. Este trabajo no le apartó de colaborar en publicaciones periódicas tanto nacionales como cordobesas, con dibujos y pinturas.
Viajó a Marruecos, París, Londres y los Países Bajos, estos destinos marcarán su obra de diferente manera.
En 1916 se traslada a Madrid para formar parte de la Escuela Especial de Pintura, Escultura y Grabado (Academia de Bellas Artes de San Fernando), como profesor de dibujo del Antiguo y Ropaje. Se instala en la carrera de San Jerónimo, pero su estudio se ubica en el Palacio Longoria, donde recibe la visita de la reina regente Mª Cristina. También se dedicó a diseñar carteles publicitarios, por lo que formó parte de un jurado de carteles. Su amor por el cante hace que se le nombre miembro del jurado del Concurso de Cante Hondo, lo que hará que su interés crezca.
En 1929 regresa a su casa de Córdoba, situada en el museo de Bellas Artes de la ciudad, para recuperarse de su dolencia hepática, que según las malas lenguas proveía de la vida de alterne que había llevado. El pintor fallece allí el 10 de mayo de 1930.
Su primera etapa se caracteriza por unir las influencias modernistas, prerrafaelitas y simbolistas. Sus primeros cuadros presumen de una gran luminosidad y de una técnica suelta que irá abandonando. En sus pinturas de denuncia social vemos como su paleta se oscurece y deja atrás el naturalismo. Es ahora cuando comienza a desarrollar el género femenino místico y ensoñador, con figuras de mayor intensidad y melancolía, que más tarde cargará de la sensualidad que identificará su obra. A través de sus retratos femeninos podemos ver cómo evoluciona su pincelada, destacando la precisión técnica y el contraste de las tonalidades suaves de ropajes y pieles, con los fondos oscuros. También realizó retratos de familia, donde los retratados se colocan delante de un paisaje con una referencia arquitectónica, recordándonos a los decorados teatrales. En sus pinturas encontramos elementos alegóricos de su interés, en los que homenajea a la muerte, el amor, el mundo taurino o el flamenco. Se vuelven indispensables en sus composiciones el agua, barajas de cartas, frutas o utensilios domésticos.
La Fuensanta es un óleo y temple sobre un lienzo que mide 100 x 80 centímetros. María Teresa López fue la mujer que sirvió de modelo para Julio Romero de Torres en éste y muchos otros cuadros, es la mujer morena de la copla, la reina de las mujeres. Es de los últimos cuadros del autor, fechado en 1929, año en el que se exhibió en el Pabellón que Córdoba tenía en la Exposición Iberoamericana que se celebró en Sevilla. El pintor lo había cedido con el deseo de venderlo. Fue adquirido por un coleccionista y desde entonces había estado en paradero desconocido, hasta que en 2007 se localiza gracias a una exposición que se celebra en el Museo Casa de la Moneda de Argentina: “Arte en el Dinero. Dinero en el Arte”. Es entonces cuando su propietario, un abogado argentino que lo compró en 1994, le pide a Mercedes Valverde, directora de los Museos Municipales de Córdoba y experta en la pintura de Romero de Torres, que lo autentifique para venderlo. El Ayuntamiento de Córdoba lucha por hacerse por él, pero la cifra de la tasación es muy elevada, entre los 600.000 y los 900.000 euros, por lo que a finales de ese mismo año se subastó en la sede londinense de Sotheby´s. A pesar de que el Ministerio de Cultura pujó por la obra, ésta se vendió a un coleccionista privado que pujaba por el teléfono, por 1.173.375 euros.
En el cuadro vemos a una joven Mª Teresa, sentada con el cuerpo girado, que mira directamente al espectador, abrazada a un cántaro de cobre, tal vez descansando, en la parte superior izquierda vemos un caño del que brota el agua. Su vestimenta es sencilla: falda roja como los pendientes, camisa blanca y manto ocre contrastando con el fondo de tonos neutros. La zona central del cuadro destaca por la luminosidad que desprende la modelo. A la altura de la cara de la joven, en el cielo, se abre un claro de luz, que junto con los ojos oscuros de Teresa, llaman la atención de aquel que observa la obra, sobre los brillos del cántaro metálico.
¿Cómo pudo servir este cuadro de modelo para un billete? La intención del artista era clara, quería venderlo por lo que hizo una fotografía del mismo antes de que se expusiera en la Exposición Iberoamericana, que fue la que se usó para su reproducción en el billete de 100 pesetas que nos ocupa.
En 2013 el Museo Carmen Thyssen de Málaga realizó una exposición dedicada al pintor cordobés bajo el nombre Julio Romero de Torres. Entre el mito y la tradición, en la que también se realizó un ciclo de conferencias, que contó con este cuadro entre sus obras expuestas, el 8 de septiembre de este mismo año, el cuadro volvió a su dueño. Nada se sabe de quién fue la persona que lo cedió para la exposición y cuál es su paradero actual.