Recorrí las calles del pueblo con mis zancos de encina. Otras veces eran botes vacíos atados con cuerdas los que cruzaban los regatos que formaba la lluvia. Cuando la laguna que se formaba junto a la era del Duque se cubría con un manto de carámbano...¡cuánto disfrutábamos con nuestros zancos! A veces, de tanto pasar, se abría un agujero negro que se tragaba alguna pierna, con calcetín largo y liga negra que sujetaba junto a la rodilla. Usábamos calzonas con culeras, y tirantes. El tirador colgado al cuello lo mismo mataba un pájaro que servía para ahuyentar a los torremochanos y torreorgaceños que acudían a nuestra feria. Cuando los torrequemeños íbamos a Torreorgaz, en pandilla y con dos piedras en la mano... Si acaso se atrevían a decirnos desde las esquinas: "Torrequemeño, pata de leño, pata de lomo, sal que te como!" Pero no se atrevían a más. Nosotros les decíamos; "Torreorgaceños, coloraos!" SUCEDíA ESTO EN LOS AñOS CINCUENTA. SEGUIRé CONTANDO.
Zadig.
Zadig.