En la parte más elevada de la villa extremeña de
Trujillo se levanta el majestuoso alcázar de origen musulmán. Tras la conquista de la
plaza por parte de Alfonso VIII en 1186, se iniciaron algunas obras de reforma, especialmente en la construcción de la albacara. La fortaleza sería donada temporalmente a la Orden de
San Juan de Pereiro para ser restaurada al poder real posteriormente.