Aquellas
cigüeñas
que anhelan aquel
campanario,
esas a las que la acción humana
robaron sus sencillos
y robustos
nidos de pareja,
cigüeñas en cuyos ojos vive el miedo
por el sonido del tubo de escape y la contaminación de los vehículos a motor,
y cuando la vida es nada
y el tiempo es lo que tarda,
encuentran un
refugio de vida
en un punto inesperado e intranquilo,
una
señal de tráfico,
allá en medio de la nada
en un biosistema ingrato y contaminante,
las encontramos con pico de tristeza
y alas de melancolía,
hemos roto sus sueños,
les hemos robado su hábitat,
y nosotros los humanos,
presumidores de respetar la
naturaleza,
las empujamos a una vida adversa
y destructora de sus orígenes,
sin pensar que la vida es
lo que duran los semáforos rojos,
señalando el límite del exterminio.
J. J. C