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TRUJILLO: 1470 – 1480 Nace en Trujillo....

1470 – 1480 Nace en Trujillo.
1502 Parte hacia América.
1513 Descubre el Pacífico junto a Núñez de Balboa.
1524 Dirige la primera expedición al Perú.
1529 En Toledo concierta con Carlos V las capitulaciones sobre el territorio conquistado.
1533 El inca Atahualpa es ejecutado por los españoles.
1541 Muere asesinado en su palacio de Lima por partidarios de Diego de Almagro.

Tras las huellas del país de los incas

Francisco Pizarro, protagonista fundamental de la colonización de América durante la fase imperial de la monarquía española, nació en Trujillo (Cáceres) entre 1470 y 1480, sin que se haya podido determinar con precisión la fecha exacta. Hijo natural de Gonzalo Pizarro y de Teresa González, su padre se distinguió en Italia peleando a las órdenes del Gran Capitán, muriendo en el sitio de Amaya cuando era coronel de infantería.
Aunque las versiones acerca de su infancia son contradictorias —existiendo algunas leyendas fantásticas sobre su niñez—, todas las crónicas coinciden en señalar que Pizarro no recibió educación alguna y que sólo cuando las necesidades de su profesión militar le obligaron a ello aprendió a leer y escribir rudimentariamente. En 1502 partió a América, para marchar en 1509 desde Santo Domingo con Alonso de Ojeda a recorrer las costas de Tierra Firme, y asistir a la fundación de la colonia de San Sebastián en el golfo de Uraba. Allí fue nombrado por Ojeda, capitán y lugarteniente del lugar. Acompañó más tarde, en 1513, a Vasco Núñez de Balboa en el descubrimiento del mar del Sur (océano Pacífico), donde un cacique del archipiélago de las Perlas le facilitó las primeras noticias acerca de la existencia del Perú, y a las órdenes de Pedradas Dávila tomó parte en la conquista de Nombre de Dios y Panamá. Sin embargo, fue la conquista de ese rico y poderoso imperio del que tuvo noticias en la expedición de Vasco Núñez lo que le obsesionó durante aquellos primeros años, aguijoneando todavía más su ambición las nuevas traídas acerca del fabuloso Imperio de los incas por Pascual de Andagoya, al regreso de su viaje por el río San Juan.
En 1524 Francisco Pizarro, Diego de Almagro y Hernando de Luque firmaron un contrato en Panamá para emprender la exploración y conquista de esas míticas tierras del sur. Obtenido el correspondiente permiso del gobernador Pedradas Dávila, Pizarro se embarcó en un buque el 14 de noviembre de 1524, tomó tierra, después de una larga y penosa navegación, en el puerto del Hambre, en el de la Candelabria, y descubrió un pueblo que denominó Pueblo Quemado, donde tuvo que sostener varios combates con sus habitantes.
Reunidos de nuevo en Panamá, Almagro, Luque y Pizarro firmaron las bases de una segunda asociación, sujeta en esta ocasión a las condiciones impuestas por Pedradas. De acuerdo con las mismas, se nombró a Almagro como adjunto para contener y dirigir a Pizarro. Esta delicada medida, que no complació a este último, habría de sembrar la semilla del profundo odio surgido entre ambos conquistadores.
Imperio IncaicoImperio Incaico
En tierras peruanas

Los asociados compraron dos buques y dos canoas, caballos, armas y municiones, y llevando consigo a un experto piloto llamado Bartolomé Ruiz, Pizarro y Almagro partieron de Panamá rumbo al sur. Después de llegar hasta las proximidades del río San Juan (Colombia), límite de la anterior expedición, donde los españoles asaltaron un pueblo recogiendo algo de oro y provisiones, Almagro volvió a Panamá para alistar a más gente con el oro recogido. Y mientras Pizarro se establecía en la orilla del río esperando su regreso, Bartolomé Ruiz siguió adelante y exploró la costa hasta llegar cerca de Tumbes (ya en Perú); allí se encontró con un grupo de pobladores que llevaban valiosos tejidos y objetos de oro y plata, y que le hicieron grandes ponderaciones de los tesoros que escondía su territorio, especialmente Cuzco, la capital. Reunidos de nuevo los tres aventureros, reemprendieron la navegación; a la altura de la pequeña isla de Gallo (Ecuador), la expedición se interrumpió de nuevo durante un lapso de tiempo aún mayor: las provisiones de refuerzo traídas por Almagro desde Panamá eran insuficientes para llevar a cabo la conquista del territorio, y los tripulantes habían comenzado a dar muestras de agotamiento ante la constante lucha contra el clima, los nativos y el terreno. Después de una violenta discusión —que a punto estuvo de acabar en duelo—, Almagro se separó de Pizarro para volver a Panamá una vez más. El gobernador panameño, sin embargo, no atendió en esta ocasión a sus súplicas, accediendo tan sólo a enviar dos barcos para recoger a los expedicionarios.
Cuando estos llegaron a la isla del Gallo, el entusiasmo entre los hombres de Pizarro fue general. De acuerdo con las crónicas de la época, el navegante español, conciente de su desesperada situación y temiendo quedarse solo, trazó con la espada una línea en el suelo, y señalando hacia el sur, exclamó a sus hombres: «Camaradas y amigos, éste es el camino de las penalidades, pero por él se va a Perú, a ser ricos». Y mientras apuntaba hacia la dirección opuesta, concluyó: «Por allí vais al descanso, a Panamá, pero a ser pobres. Escoged». Sólo trece héroes atravesaron la raya para unirse a Pizarro. Con ellos se dirigió en una balsa a la isla de Gorgona (Ecuador), en la que permaneció con sus fieles seguidores durante siete meses. El piloto Ruiz les procuró entonces provisiones y les comunicó la orden expresa del gobernador de que en el plazo de seis meses fueran a Panamá a darle cuenta de lo que hubiesen descubierto, fuera lo que fuera. Pizarro decidió aprovechar ese plazo, y embarcado de nuevo con el piloto Ruiz y once de sus hombres, puso una vez más proa al sur. Después de recoger algunos pobladores locales en Tumbes, y de visitar dicha ciudad, prosiguió su viaje doblando el cabo Blanco y fondeó en el puerto de Paita, donde fue recibido, al igual que en Tumbes, con gran curiosidad y cordialidad. Superada la punta de Aguja y alcanzado el puerto de Santa, después de haber recorrido más de doscientas leguas de costa peruana, los compañeros de Pizarro le convencieron de la necesidad de regresar a Panamá, siendo evidente la inviabilidad de la conquista de un país tan grande por parte de tan pocos hombres.
Ya en Panamá, los tres asociados no encontraron apoyo alguno en el gobernador Pedro de los Ríos, ampliamente desbordado por la magnitud del descubrimiento; se acordó entonces que Pizarro viajara a España, para acudir personalmente ante el rey Carlos V. Después de convenir con sus compañeros de aventuras que pediría la gobernación de la nueva tierra para él, el adelantamiento para Almagro, el obispado para Luque, el alguacilazgo mayor para Ruiz y otras mercedes para quienes siguieron a su lado, Pizarro partió hacia España en la primavera de 1528.
Los trece de la Isla del GalloLos trece de la Isla del Gallo
Las capitulaciones de Toledo

Superadas algunas dificultades, Carlos V concertó la capitulación y asiento en Toledo con el conquistador. El documento fue firmado el 26 de julio de 1529 y le daba a Pizarro la dignidad de caballero de Santiago así como el nombramiento de capitán general y gobernador de doscientas leguas de costa en la Nueva Castilla (nombre con que se bautizó el nuevo territorio). Obtuvo además el título de adelantado y alguacil mayor de aquellas tierras, dignidades prometidas a Almagro y Ruiz, concediéndose a los que se quedaron en Panamá distinciones y títulos notablemente inferiores. Grande fue el disgusto de Almagro al enterarse del contenido de las capitulaciones, aunque la reconciliación entre ambos se hizo posible rápidamente gracias a la intervención de Luque y al gesto de Pizarro, que renunció al cargo de adelantado, y que prometió no pedir para sí ni para sus hermanos Juan, Gonzalo o Hernando merced alguna hasta que Almagro hubiese logrado una gobernación que comenzase donde acabara la suya.
Aclarado ese extremo, la tercera expedición al Perú partió en enero de 1531; la formaban tres navíos y unos 150 soldados españoles, panameños y nicaragüenses. A partir de la bahía de San Mateo (situada a unas cien leguas al norte de Tumbes), los hombres de Pizarro emprendieron la marcha por tierra a lo largo de la costa, seguidos desde el mar por los buques. En el pueblo de Coaqui, situado entre altas montañas, encontraron víveres en abundancia y un buen montón de oro y de plata, lo que permitió a Pizarro mandar a Panamá y Nicaragua los tres barcos con 20.000 castellanos en oro, que estimularan a nuevos aventureros deseosos de botín. Después de recibir un navío de refuerzo mandado por Alonso de Riquelme, la expedición llegó a Puerto Viejo, muy cerca de Tumbes y ya casi en territorio peruano. Con la ayuda del refuerzo de Sebastián Balcázar y Juan Fernández, Pizarro conquistó la isla de Puna, donde cayeron prisioneros 600 hombres y mujeres de Tumbes. Ello provocó un grave enfrentamiento con los habitantes de esa ciudad, que siempre se habían mostrado hospitalarios hacia los españoles, obteniendo los españoles una nueva victoria.
Reemprendida la marcha en mayo de 1532, los conquistadores avanzaron hasta la cuenca del río Paechos y descubrieron el puerto de Paita, el mejor de la costa, donde establecieron la colonia de San Miguel, primera fundación española en el Perú. Allí recibió Pizarro por primera vez a los mensajeros de Huáscar, inca del Imperio del Tahuantinsuyo.