Situado en la Plaza Mayor, es de estilo renacentista plateresco. Se comenzó a construir en 1.562. La primera planta es porticada con cinco arcos de medio punto. Fue mandado levantar por Hernando Pizarro, hermano de Francisco Pizarro.
(6 de Abril de 2018)
Llueve y huele a leña. A chimenea. La niebla se cuela en cada rincón. El clima silencia las calles de Portell de Morella. Vacías, aunque sea Semana Santa y “día de mona”, explica Eugenio Ferrer, el panadero de este pueblo de la comarca castellonense de Els Ports de 200 habitantes censados, “aunque viviendo aquí somos 120”, aclara. Es la estampa de la España vaciada en el interior de Castellón, en una franja que forma parte de la llamada Laponia española, por su bajísima densidad de población y que incluye 10 provincias del interior de cinco autonomías.
Esa España vaciada que representa a las zonas rurales más despobladas y que ha elevado hasta la órbita política el clamor de quienes la habitan pidiendo igualdad de oportunidades. Vida. Su hartazgo ha tenido como efecto el fluir de propuestas en los programas electorales. El común denominador es la necesidad de crear empleo y hacerlo con dos aliados: ventajas fiscales y una apuesta por la digitalización.
A partir de ahí, las proclamas de cada partido para frenar la sangría en el ámbito rural se amplían y redirigen a otros sectores. Transporte, infraestructuras, sanidad, educación, seguridad, turismo, más ocio. También emergen medidas concretas como la de la Diputación de alentar con 12.000 euros la creación de ultramarinos en municipios de menos de 200 habitantes. ¿Es lo que exigen los pueblos? ¿Cubren sus expectativas?
A escasos días para el 28-A, los habitantes del Castellón vaciado hablan. Empleo y vivienda es lo que trajo desde Valencia hasta Portell hace casi un año a Erica Ventura y su pareja, Miguel Jiménez, junto a sus dos hijas. El Ayuntamiento hizo un llamamiento a personas con hijos en edad escolar interesadas en vivir aquí y salvar así el colegio a cambio de un empleo y un alquiler de 50 euros. La familia fue elegida entre decenas de candidatas. Con un tercer hijo en camino, ella trabaja limpiando instalaciones municipales y él es ayudante del alguacil. Están contentos, pero echan de menos “algo más de vida”.
Portell, que hoy solo tiene una tienda, un horno-ultramarinos, tuvo en su día una industria textil de la que hoy sobreviven Texris, dedicada a fabricar colchas morellanas, y Las Cabrillas, que produce uniformes. Emplean a ocho trabajadoras, detalla el alcalde, Álvaro Ferrer 56 años y del PP. “Lo primero para un municipio son servicios. A partir de ahí, medidas como rebajas fiscales, perfecto. Pero han de ser complementarias y a medida, porque cada pueblo es distinto”, afirma.
La misma apuesta por la reinvención de lo rural defiende el primer edil de Culla, Víctor Fabregat. A mitad de los noventa, Culla tenía 1.000 habitantes. Ahora, 504 censados. El pueblo ha frenado la caída de la población con el turismo. “Somos el segundo pueblo de Castellón con más plazas de casas rurales. Hay dos ultramarinos y dos panaderías. No es lo habitual. Es sostenible por el turismo”, añade. La apertura del parque minero como recurso turístico ha sido un revulsivo de visitas y empleo: “Entre el parque y la oficina de turismo se han creado ocho puestos de trabajo, mucho femenino y de gente joven”.
Para este alcalde, del PP, poco proclive a las ayudas cortoplacistas, el reto para el mundo rural es revertir la tendencia socioeconómica. “Un pueblo de montaña no puede vivir sólo de la agricultura y la ganadería. Hay que reinventarse con nuevos sectores productivos. Subvencionar, pero cambiar la mentalidad”.
(6 de Abril de 2018)
Llueve y huele a leña. A chimenea. La niebla se cuela en cada rincón. El clima silencia las calles de Portell de Morella. Vacías, aunque sea Semana Santa y “día de mona”, explica Eugenio Ferrer, el panadero de este pueblo de la comarca castellonense de Els Ports de 200 habitantes censados, “aunque viviendo aquí somos 120”, aclara. Es la estampa de la España vaciada en el interior de Castellón, en una franja que forma parte de la llamada Laponia española, por su bajísima densidad de población y que incluye 10 provincias del interior de cinco autonomías.
Esa España vaciada que representa a las zonas rurales más despobladas y que ha elevado hasta la órbita política el clamor de quienes la habitan pidiendo igualdad de oportunidades. Vida. Su hartazgo ha tenido como efecto el fluir de propuestas en los programas electorales. El común denominador es la necesidad de crear empleo y hacerlo con dos aliados: ventajas fiscales y una apuesta por la digitalización.
A partir de ahí, las proclamas de cada partido para frenar la sangría en el ámbito rural se amplían y redirigen a otros sectores. Transporte, infraestructuras, sanidad, educación, seguridad, turismo, más ocio. También emergen medidas concretas como la de la Diputación de alentar con 12.000 euros la creación de ultramarinos en municipios de menos de 200 habitantes. ¿Es lo que exigen los pueblos? ¿Cubren sus expectativas?
A escasos días para el 28-A, los habitantes del Castellón vaciado hablan. Empleo y vivienda es lo que trajo desde Valencia hasta Portell hace casi un año a Erica Ventura y su pareja, Miguel Jiménez, junto a sus dos hijas. El Ayuntamiento hizo un llamamiento a personas con hijos en edad escolar interesadas en vivir aquí y salvar así el colegio a cambio de un empleo y un alquiler de 50 euros. La familia fue elegida entre decenas de candidatas. Con un tercer hijo en camino, ella trabaja limpiando instalaciones municipales y él es ayudante del alguacil. Están contentos, pero echan de menos “algo más de vida”.
Portell, que hoy solo tiene una tienda, un horno-ultramarinos, tuvo en su día una industria textil de la que hoy sobreviven Texris, dedicada a fabricar colchas morellanas, y Las Cabrillas, que produce uniformes. Emplean a ocho trabajadoras, detalla el alcalde, Álvaro Ferrer 56 años y del PP. “Lo primero para un municipio son servicios. A partir de ahí, medidas como rebajas fiscales, perfecto. Pero han de ser complementarias y a medida, porque cada pueblo es distinto”, afirma.
La misma apuesta por la reinvención de lo rural defiende el primer edil de Culla, Víctor Fabregat. A mitad de los noventa, Culla tenía 1.000 habitantes. Ahora, 504 censados. El pueblo ha frenado la caída de la población con el turismo. “Somos el segundo pueblo de Castellón con más plazas de casas rurales. Hay dos ultramarinos y dos panaderías. No es lo habitual. Es sostenible por el turismo”, añade. La apertura del parque minero como recurso turístico ha sido un revulsivo de visitas y empleo: “Entre el parque y la oficina de turismo se han creado ocho puestos de trabajo, mucho femenino y de gente joven”.
Para este alcalde, del PP, poco proclive a las ayudas cortoplacistas, el reto para el mundo rural es revertir la tendencia socioeconómica. “Un pueblo de montaña no puede vivir sólo de la agricultura y la ganadería. Hay que reinventarse con nuevos sectores productivos. Subvencionar, pero cambiar la mentalidad”.