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TRUJILLO: En marzo de 1478 nació en Trujillo Francisco Pizarro,...

En marzo de 1478 nació en Trujillo Francisco Pizarro, conquistador de Perú, y su leyenda, su poder y su riqueza convirtió aquella ciudad agostada en las planicies extremeñas en un mito de la aventura americana. De aquí partieron decenas de trujillenses que escribieron a lo largo del siglo XVI algunas de las más memorables páginas de la historia de la América hispana. Tanto esfuerzo mereció la pena porque, al cabo de los años, al amparo de algunos apellidos memorables, aquella vieja plaza militar romana se convirtió en una de las ciudades más monumentales de la región extremeña.

Francisco Pizarro, cuya escultura ecuestre preside la plaza Mayor, fue el más reconocido conquistador de la América colonial. La Corona española lo nombró gobernador de Nueva Castilla. Tras imponerse al imperio inca estableció su capital en La Ciudad de los Reyes, la actual Lima. Mandó a España decenas de galeones cargados de oro y plata, fundó casa en su ciudad natal y sus herederos obtuvieron marquesados y otros títulos nobiliarios. Murió en Lima, lejos de su patria natal, un 26 de junio de 1541.
A Pizarro le acompañó una extensa nómina de aventureros, caballeros, hijosdalgos o humildes vecinos sin más destino y deseo que hallar suerte al otro lado del Atlántico. Muchos de ellos la encontraron y volvieron a Trujillo acaudalados y poderosos. El nombre de la ciudad extremeña bautizó nuevas colonias repartidas por Venezuela, Perú, Colombia, Argentina, Chile y Puerto Rico. Y en todas ellas hay un recuerdo para los exploradores, aventureros y conquistadores que nacieron aquí.

Trujillo está coronado por una alcazaba árabe construida en tiempos del emirato omeya de Córdoba. Antes que una fortaleza andalusí fue un campamento romano. Un camino de ronda circunda su perímetro salpicado por torreones y almenas. Desde ellas se advierte una vista impagable de los campos del centro de Extremadura. Las murallas que en otro tiempo aprisionaron la ciudad abren a cuatro puertas. En su interior, Trujillo se despliega por callejas estrechas y empedradas que derivan en la plaza Mayor, una de las ágoras más bellas de España, síntesis de la ciudad épica.

Antes de quedar conformada con su forma asimétrica fue arrabal, barrio de mercaderes y primitiva judería. Fue también escenario de mercados medievales, de juegos, autos y justas hasta que a mediados del XVI, bajo los influjos del renacimiento, asomaron a ella las grandes casas palaciegas. Fue entonces cuando sus bajos se soportalaron y se remozó la iglesia de San Martín, altiva y vertical, de una sola nave y una airosa espadaña que se asoma intencionadamente a la plaza mostrando un reloj que marca la hora oficial de la ciudad.

A sus pies está la estatua de Francisco Pizarro, obra en bronce del escultor americano Carlos Rumsey. A la plaza asoma el palacio de los Duques de San Carlos, frente a la puerta de Limas. Hoy es convento concepcionista y abre al lado del palacio de los Marqueses de Piedras Albas, erigido sobre los soportales del Pan. Pero el palacio más importante de la plaza es el del Marqués de la Conquista, promovido por Hernando Pizarro, hermano del conquistador de Perú. Es un soberbio monumento plateresco cuyo balcón esquinado es síntesis del mejor arte extremeño. En él está esculpido el escudo de Carlos I, cuya utilización autorizó el emperador en 1537. Hay otros edificios notables en la plaza como la Casa de las Cadenas, el palacio de los Chaves-Orellana, donde descansó el rey Felipe II el año 1583, camino de Portugal.
Pero hay, sobre todo, un ajetreo continuo, un ir y venir que imprime vida a la plaza, terrazas y veladores que en las mañanas y las tardes gratas de primavera están concurridas de vecinos y foráneos, tiendas de artesanía, de recuerdos y productos gastronómicos que elaboran con mimo en las comarcas de Cáceres. La plaza Mayor, además, está abierta a un puñado de calles que invitan al caminante a curiosear por otros palacios erigidos por los Bejarano, los Chaves y los Altamiranos, hijos de la América colonial que hicieron fortuna y la trajeron hasta aquí. Guarda la ciudad intramuros la memoria de viejas iglesias como la de Santa María la Mayor, cuyos viejos pilares toman asiento sobre la desaparecida mezquita aljama.

Trujillo, además, posee un nuevo centro de interpretación sobre la historia de la localidad en la Torre del Alfiler y dos museos de gran interés. Uno de ellos queda al lado del templo y lleva por nombre Museo de la Coria, antiguo convento franciscano, cuyas salas están dedicadas a glosar la vinculación de la ciudad con la conquista de Nuevo Mundo. El otro es la Casa Museo de Pizarro y recrea la vida, aventura y conquista del hijo más ilustre de esta mítica ciudad.