TRUJILLO: Eloísa Fernández...

Eloísa Fernández
09/02/2021

En Don Benito, siete hermanos, después de numerosas reuniones, se ponen de acuerdo para repartirse la herencia de su madre y se citan ante el notario para firmar, momento en que una de las dos hermanas dice: « ¿Y la máquina de coser que tenía mamá en el soberao (desván)?». «La tengo yo», dijo la otra, y empieza una discusión entre ambas sobre a quién se la hubiera dejado su madre y para que entrase en el reparto. Se armó el lío. El notario estuvo varios años en Don Benito y nunca se arreglaron los hermanos tras la guerra abierta por la dichosa maquinita. Esta es una de las divertidas anécdotas que aparece en el libro Notario de guardia (Campra comunicación) escrito por la pareja Marián Campra (Córdoba, 1982) y Javier Ronda (Ceuta, 1966). Ella directora de Gabinetes de Comunicación y él periodista de Canal Sur.

Junto con esta, aparecen otras relacionadas también con Extremadura, como la de la pareja que se fue a casar vestidos ambos de cuero con los cascos de la moto envuelto cada uno en una funda de peluche; o la de ese otro hombre que va a firmar, acompañado de sus hijos, la póliza de un préstamos y después de que la notaria le explicase el importe, plazos y hablase de los puntos del Euríbor, el señor, asombrado, le responde: «Yo no he contratado con el banco que me quiten los puntos del carné....», informa Javier Ronda, quien también destaca otra muy divertida que tuvo lugar en otro pueblo extremeño, cuyo nombre no se cita, al que solo llegaban dos revistas Hola, y una de era para la notaria, que vio cómo su sala de espera se llenó un buen día para ver el reportaje de la boda de Felipe y Letizia. «Era una feria y la notaria pensaba que iba a ponerse las botas con tantos clientes. Ni uno, todos iban a leer la boda del año».

También hay una con la que hacen un homenaje a un notario muy querido en Badajoz, ya fallecido, quien en un intento de dejar de fumar tiró al contenedor de basura el paquete, pero por la noche no pudo reprimir el deseo de fumar y al intentar recuperarlo cayó dentro y no pudo salir hasta que un usuario de la notoria lo ve y le hace este comentario: « ¿Don Agapito tan mal está la notaria que tiene que andar rebuscando en la basura?», a lo que el aludido responde: «Déjese de coña y ayúdeme a salir». Y luego: «Vamos a fumar un pitillo, coño».

Y así hasta más de una decena de anécdotas que han sido aportadas por diez de los 74 notarios que trabajan al día de hoy en Extremadura, aunque puede haber alguna más porque no siempre se alude a su procedencia en el libro, señala Javier Ronda, quien explica que han contando con la colaboración del Consejo General del Notariado y han contactado y hablado con unos 200 profesionales de España, el libro es de ámbito nacional y en el ‘caso extremeño’ hay una buena representación.

Despiertan interés
Sobre el interés por escribir libros sobre anécdotas (ya han publicado Juzgado de guardia, Tricornio de guardia, y Vecinos de guardia) se explica porque «hemos comprobado que las anécdotas, al igual que las noticias, son hechos que despiertan interés para el ciudadano. Si se puede divulgar, entretener y hasta sacar una sonrisa en estos tiempos que nos han tocado vivir, entendemos que mucho mejor para todos. Son hechos curiosos, divertidos y hasta esperpénticos, pero todos reales», precisa este periodista especializado en sucesos y tribunales y doctor en Periodismo por la Universidad Hispalense.

Al hablar de anécdotas esperpénticas hay una que destaca y es la que le sucedió a una notaria de un pueblo de Castilla y León que fue requerida un 31 de diciembre para levantar un acta en una cantera de pizarra a 90 kilómetros, a la que acudió con sus tacones y ropa elegante, y ante la sonrisa del cliente por acudir de esa guisa, ella, riendo, le dijo que era capaz de trabajar así, y nada más decirlo metió un pie en un socavón manchándose de barro y cemento hasta la rodilla... al final el hombre le regaló, agradecido por haber ido, un cordero vivo que esperaba que se lo llevase en el coche para la cena. Hora y media después se fue, pero, por supuesto, sin el cordero.

Aún no saben si habrá uno sobre periodistas, pero lo que sí tienen claro es que con Notario de guardia esperan arrancar muchas risas, y si «algún lector ha pasado un rato divertido y se olvida de la pandemia, objetivo cumplido». De hecho, comenta que está siendo muy bien acogido entre los lectores, lo mismo que entre los protagonistas, los notarios. «Se lo pasan bien leyendo lo que le pasa a sus compañeros», dice y aclara que «no es un libro para los notarios en exclusiva, es como un ‘manual’ para el ciudadano, que puede ayudar, incluso, a resolver y entender situaciones tras conocer lo que han vivido otros ciudadanos», pero, eso sí, leído todo en clave de humor.

Todos pasamos alguna vez por una notaria por una herencia, una boda, firmar una hipoteca, por lo que el trabajo del notario debe entenderse como «un servicio público», como el que cumplió una notaria en Puebla de Alcocer que estrenaba destino cuando fue requerida para que levantara acta y acreditará que unos jabalíes se entraban en la finca que no debían y la destrozaban. Y allí estaba ella, vestida para la ocasión, con botas de agua y con un poco de miedo, aunque ese día no apareció ninguno. Buena suerte para ella y mala para el de la finca.

Otra anécdota divertida del libro, que se acompaña de viñetas del viñetista Pachi, tuvo lugar en San Vicente de Alcántara, a cuyo despacho llevaron, sus familiares, a una señora de 80 años para aclarar un asunto, pero cuando la notaria salió estaba sola la mujer y al preguntarle ¿Qué vamos a hacer?, la mujer se remanga la camisa del brazo izquierdo y responde: «Pues vengo a que me tome la tensión». Muy orientada no estaba para hacer el testamento. Y no se hizo.

Dividido por capítulos sobre temas de interés, bodas, testamentos, actas, hipotecas... son, ya han podido comprobarlo, anécdotas amenas, divertidas, y curiosas, escritas como si fuesen noticias breves, que «son fáciles de leer y comprender», explica Ronda, que las define como «minirelatos de la vida misma», y cuya selección se hizo «siguiendo un criterio de representación de toda España, las más simpáticas, teniendo en cuenta que todas son ciertas», recuerda.

De las extremeñas se quedaría con la de la máquina de coser, porque «habiendo en juego decenas de miles de euros, fincas, joyas y otras propiedades, el notario que lo contó no daba crédito, y nos dijo que estuvo pendiente parte de su vida profesional del tema; cambió de destino, se fue de Extremadura y nunca vio un acuerdo. El ser humano es impredecible».

Ya saben, si su madre tiene una máquina de coser, díganle que dejé bien claro en el testamento para quién es.