Aunque no he nacido ni me he criado aquí siempre que me preguntan que de dóde soy respondo que de un pequeño pueblo de Extremadura cerca de Montanchez llamado Valdemorales. Mis abuelos nacieron y se criaron allí y aún vive mucha gente que los conoció y que compartió con ellos su infancia y juventud, se me reconoce como perteneciente a una determinada familia y se me considera de alguna manera del pueblo.
Hace unos años tuvimos la suerte de heredar una casa de esas viejas con más de doscientos años de antiguedad, con distribuciones absurdas y encantadoras, cientos de recovecos y cuartos imposibles, testimonio de las muchas manos por las que había pasado a lo largo de dos siglos y que habían dejado su huella haciendo reformas, remiendos y particiones por aquí y por allá. Puesto que ye tenemos casa, y estamos encantados con ella, desde hace ocho años familia y amigos visitamos el pueblo de forma más o menos regular, quitamos como podemos los matorrales que invaden el corral, parcheamos un poco algún desconchón de la pared, algunas veces encalamos alguna tapia y cuando nos cansamos nos vamos a dar un paseo por los caminos de los alrededores. Nuestra carta es para comunicaros cómo nos sentimos en el paraíso perdido cuándo año tras año, vemos cómo el campo se va conviertiendo en una pista de hormigón dónde ya no crecen hierbas en primavera, ni hay moras, ni orégano, ni se distinguen los canchos. Los caminos están llenos de ruidos de coches, motos y otros artilugios de automoción. Bien está el progreso, y que los medios de locomoción modernos puedan llegar a lugares antes inaccesibles, pero pregunto ¿es realmente necesario tanto hormigón? ¿es necesario llegar hasta el corazón de la sierra con todoterrenos brutales? ¿es necesario que los jovencitos ensucien la sierra con ruidos ensordecedores con el único fin de entretenerse?
En nuestra modesta opinión y como usuarios del pueblo creemos que las autoridades competentes deberían tomarse más en serio el cuidado del paisaje y del entorno de Valdemorales, es un tesoro que no deberían dejarse arrebatar.
Teresa López Suero
Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Sevilla.
Maitesuero@us.es.
Hace unos años tuvimos la suerte de heredar una casa de esas viejas con más de doscientos años de antiguedad, con distribuciones absurdas y encantadoras, cientos de recovecos y cuartos imposibles, testimonio de las muchas manos por las que había pasado a lo largo de dos siglos y que habían dejado su huella haciendo reformas, remiendos y particiones por aquí y por allá. Puesto que ye tenemos casa, y estamos encantados con ella, desde hace ocho años familia y amigos visitamos el pueblo de forma más o menos regular, quitamos como podemos los matorrales que invaden el corral, parcheamos un poco algún desconchón de la pared, algunas veces encalamos alguna tapia y cuando nos cansamos nos vamos a dar un paseo por los caminos de los alrededores. Nuestra carta es para comunicaros cómo nos sentimos en el paraíso perdido cuándo año tras año, vemos cómo el campo se va conviertiendo en una pista de hormigón dónde ya no crecen hierbas en primavera, ni hay moras, ni orégano, ni se distinguen los canchos. Los caminos están llenos de ruidos de coches, motos y otros artilugios de automoción. Bien está el progreso, y que los medios de locomoción modernos puedan llegar a lugares antes inaccesibles, pero pregunto ¿es realmente necesario tanto hormigón? ¿es necesario llegar hasta el corazón de la sierra con todoterrenos brutales? ¿es necesario que los jovencitos ensucien la sierra con ruidos ensordecedores con el único fin de entretenerse?
En nuestra modesta opinión y como usuarios del pueblo creemos que las autoridades competentes deberían tomarse más en serio el cuidado del paisaje y del entorno de Valdemorales, es un tesoro que no deberían dejarse arrebatar.
Teresa López Suero
Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Sevilla.
Maitesuero@us.es.