Hacía mucho calor
la tierra estaba reseca
bajo la higuera yo estaba
mirando mi melonar
a pocos metros, muy cerca.
Lo cuidaba con esmero
para que no se llevaran
los melones y sandías
que mi padre había sembrado
los que por allí pasaran.
! Qué melones. Qué sandías ¡
grandes y hermosas estaban
gran envidia producían
cuando la gente pasaba
y por lo bien que sabían.
Por las noches yo dormía
en un camastro en el suelo
me acompañaban los grillos
alguna que otra lechuza
yo pasaba mucho miedo.
Cuantas ganas yo tenía
que la mañana llegara
la oscuridad era negra
los fantasmas paseaban
y en el alma de este niño
muchos miedos acechaban.
Por la mañana temprano
mi padre me despertaba
me llevaba el desayuno
a la escuela ya no iba
de vacaciones estaba.
Yo tenía una chivina
por el cuello estaba atada
con un nudo corredizo
que sin saber yo le hice
y poco a poco se ahogaba.
Desconsolado lloraba
no sabía lo que hacer
un quinquillero llegó
que acampado estaba cerca
una navaja sacó
y de un corte magistral
a mi chivina salvó.
Nunca yo podré olvidar
aquella tremenda escena
gente que se despreciaba
porque no era de los nuestros
para mi, gente muy buena.
Es una historia real
así vivida y contada
del guardián del melonar
que no la tiene olvidada.
Vicente. Saludos a los foristas.
la tierra estaba reseca
bajo la higuera yo estaba
mirando mi melonar
a pocos metros, muy cerca.
Lo cuidaba con esmero
para que no se llevaran
los melones y sandías
que mi padre había sembrado
los que por allí pasaran.
! Qué melones. Qué sandías ¡
grandes y hermosas estaban
gran envidia producían
cuando la gente pasaba
y por lo bien que sabían.
Por las noches yo dormía
en un camastro en el suelo
me acompañaban los grillos
alguna que otra lechuza
yo pasaba mucho miedo.
Cuantas ganas yo tenía
que la mañana llegara
la oscuridad era negra
los fantasmas paseaban
y en el alma de este niño
muchos miedos acechaban.
Por la mañana temprano
mi padre me despertaba
me llevaba el desayuno
a la escuela ya no iba
de vacaciones estaba.
Yo tenía una chivina
por el cuello estaba atada
con un nudo corredizo
que sin saber yo le hice
y poco a poco se ahogaba.
Desconsolado lloraba
no sabía lo que hacer
un quinquillero llegó
que acampado estaba cerca
una navaja sacó
y de un corte magistral
a mi chivina salvó.
Nunca yo podré olvidar
aquella tremenda escena
gente que se despreciaba
porque no era de los nuestros
para mi, gente muy buena.
Es una historia real
así vivida y contada
del guardián del melonar
que no la tiene olvidada.
Vicente. Saludos a los foristas.
Esas imagenes. Esas experiencias vividas y sufridas, en este caso
dando guardia a un melonar con esa fiel chivina que se moría y no
protestaba, todo eso es lo que las personas de bien nunca olvidan
porque son fruto de sus cimientos educacionales de un tiempo muy
dificil.
Luego en el desarrollo de la vida esas fotografías aparecen de vez
en cuando en la mente de quien lo vivió. Y seguro que más de una
reflexión al respecto estuvo presidida por esta y otras parecidas
imagenes de una infancia precaria donde no había mas remedio que
obedecer a nuestros mayores y arrimar el hombro en todo lo que nos
ordenaban. Había que comer para poder subsistir.
Bonita exposición -vista desde los tiempos actuales, claro- la que nos
detalla Vicente.
Recuerdo que en los años 60 en Madrid había, en su època natural, muchos
puestos de venta de melones y sandias. Los ofrecían a "cata y cala", de
forma que te daban a probar el melón haciendo con un cuchillo una hendidura
cuadricular.
Y siempre llamaba la atención un cartel que rezaba: " El dicho de los
melones. Si quieres saber quién soy, y de que familia vengo, sácame de este
montón, verás el sabor que tengo "
Pues hay que ver que detrás de un cartel así entre original y humoristico
existe mucho esfuerzo mucho trabajo y mucha vigilancia.... como es el caso
de nuestro entrañable Vicente.
Saludos. Manolo
dando guardia a un melonar con esa fiel chivina que se moría y no
protestaba, todo eso es lo que las personas de bien nunca olvidan
porque son fruto de sus cimientos educacionales de un tiempo muy
dificil.
Luego en el desarrollo de la vida esas fotografías aparecen de vez
en cuando en la mente de quien lo vivió. Y seguro que más de una
reflexión al respecto estuvo presidida por esta y otras parecidas
imagenes de una infancia precaria donde no había mas remedio que
obedecer a nuestros mayores y arrimar el hombro en todo lo que nos
ordenaban. Había que comer para poder subsistir.
Bonita exposición -vista desde los tiempos actuales, claro- la que nos
detalla Vicente.
Recuerdo que en los años 60 en Madrid había, en su època natural, muchos
puestos de venta de melones y sandias. Los ofrecían a "cata y cala", de
forma que te daban a probar el melón haciendo con un cuchillo una hendidura
cuadricular.
Y siempre llamaba la atención un cartel que rezaba: " El dicho de los
melones. Si quieres saber quién soy, y de que familia vengo, sácame de este
montón, verás el sabor que tengo "
Pues hay que ver que detrás de un cartel así entre original y humoristico
existe mucho esfuerzo mucho trabajo y mucha vigilancia.... como es el caso
de nuestro entrañable Vicente.
Saludos. Manolo