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VILLANUEVA DE LA SIERRA: Pericón de Cádiz, genial cantaor, tuvo en vida muchos...

La vida, siempre diversa, cruda y real, está llena de contrastes.
Y a momentos tristes le suceden espacios de alegria y buen humor.
Comía yo ayer con un gran amigo gaditano gracias al cual conozco muy bien
los ambientes de la "tacita de plata".
Y recordábamos anécdotas de gentes célebres de por allí.
Así Beni de Cadiz y el Cojo Peroche a los que paradójicamente yo conocí
en Madrid, hace ya bastantes años, en el Tablao Los Canasteros (de Manolo
Caracol).
Estos dos personajes, grandes amigos entre si, ya fallecidos ambos, tuvierón
vivencias preciosas.
Evocábamos el dia en que estaban en un cine en Sevilla. La pelicula era
de las llamadas "del Oeste". A los cinco minutos de empezar ya había más
de cien indios "muertos". Tiroteo por todos los sitios. Se levanta del asiento
el Cojo y le pregunta Beni:

- ¿Adonde vás Cojo..?
A lo que el Cojo Peroche responde:

- Voy al water...! CUBREME!

Otro dia, delante de la casa donde nació D. Jose María Pemán, en Cádiz,
estaban leyendo la placa que tiene dedicada en la fachada. Lo clásico:
"aqui nació y murió el ilustre académico, escritor y poeta....".

Beni era un hombre que se ganaba la vida cantando en las fiestas privadas,
pero que siempre estaba "canino" porque según ganaba así gastaba.

Y dice Beni:

- ¿Tu te crees, Cojo, que cuando yo me muera pondrán una lápida cómo
esta en la fachá de mi casa?

Responde el Cojo Peroche:

-! Claro, Beni, claro que la pondrán. Y dirá! SE VENDE!

Humor único gaditano.
Saludos a todos. Manolo

Pericón de Cádiz, genial cantaor, tuvo en vida muchos momentos anecdóticos.
Muchos de ellos los recoge en un libro simpatiquisimo titulado "Las Mil y
una historias de Pericón de Cadiz".
Y cuenta entre ellas una que me llamó la atención. Se trata de un gitano
muy señorito que existió en Cadiz. Se llamaba Curro. Y salia todos los dias
a pasear con su esposa. Iba, al parecer, vestido de forma impecable siempre.
Cuenta Pericón que el tal Curro estaba muy obsesionado con la muerte. Y le
pedía a su esposa que cuando le llegara el momento, de irse él primero que
ella, que le amortajara tal y cómo vestía de diario.
Ese momento final le llegó efectivamente.
Y su esposa le amortajó en la forma en que él se lo pidió.
Al velatorio a dar el pésame a la viuda llegó un "mariquita"denominado
La Zubiela, al que la citada viuda recomendó que se acercara al difunto y
comprobase si iba tan perfecto cómo el siempre deseó.
Revisó La Zubiela al difunto y la viuda le iba preguntando:

- ¿Está todo bien, Zubiela? ¿Le falta algo a mi pobre Curro?

A lo que La Zubiela respondió:

- Hija aqui sólo falta! La entrá los toros....!

Saludos. Manolo