Ya lo creo D. Jacinto que a mí me tocó pringar en la siega no con la hoz en la mano puesto que era muy pequeño entonces para tales menesteres pero acompañando a mis padres en aquellos días con el sol abrasador y mientras éllos surco tras surco terminaban con las fanegas sembradas, yo a la sombra de los pocos árboles que había, cuidaba que al puchero de garbanzos no le faltara ni fuego ni agua para que al medidía y una vez dejado el corte, aquellos estómagos hambrientos recuperaran las calorías que habían perdido en aquellas largas hora de trabajo. Por aquellos tiempos, por la noche se dormía en las tierras para con la fresca a las cinco o las seis de la mañana comenzar la labor o como se llamaba dar la mañaná hasta las 9 que se desayunaba para seguir hasta las 13 horas que se comía y después de una siesta, comenzar nuevamente desde las 16 horas hasta las 20 en que se terminaba la labor, se descansaba se cenaba y hasta las primeras luces del alba del día siguiente. Estos quehaceres durante la siega, yo los viví en las vegas, en las faldas de la sierra de Dios Padre entre las pilas del bardal y la peña y por el arroyo de la degollá. Por aquellos años, todos esos parajes eran tierras de labor pero luego llegó el desmonte y lo sembró de pinos y de eucaliptus destrozando los entornos y las plantas autóctonas. También viví la trilla y la limpieza del grano y de la paja. Muchos días hasta terminar con todas las hacinas, con las parejas de burros, mulos o caballos allí estaba en las heras dando vueltas y más vueltas a la parva hasta poder hacer un montón para la separación de los referidos grano y paja. A tantos años visto, los momentos vividos, los recuerdo con algo de nostalgía aunque aquellos tiempos eran bastante duros puesto que las carencias comparadas con hoy, eran muy grandes pero ayudaban a crear y formar la personalidad de las gentes de entonces.
Saludos. Vicente.
Saludos. Vicente.