En su día plasmé mis objeciones respecto a los asientos metálicos, e hice el comentario de que en un sitio como ese, con tanta madera y tanta
piedra, cómo era posible que pusieran en ese
paseo frente al
mar, ese mobiliario tan frío y a la par tan incómodo.y a la
postre que se deteriora a marchas forzadas; ¡POR FAVOR A QUIEN CORRESONDA, CáMBIENLOS!