Creo recordar que agosto era el mes en que la máquina de mallar convocaba con su trequeteo acompasado a los niños para ver el espectáculo de ver hacer lo que antiguamente necesitaban muchos brazos, por un lado salir el trigo y por otro la paja y como de forma volátil la cáscara se desperdigaba.
El motor sostenido sobre un pequeño carro y que una correa sin fin movía los rodillos con ejes que daban movimiento a la máquina operativa.
El carro sobre el que se sostenía el motor tenía una cabezalla a la que se subían los niños para cabalgar al tiempo que está monotonamente vibraba
La máquina con su acompasado tequetreo anunciaba ese ciclo que marcaba una etapa de la vida rural cómo lo hacía la matanza cuando los chillidos de protesta por no aceptar su destino invadían las calles del pueblo al tiempo que convocaban al trabajo de cooperación del hoy por ti y mañana por mí y que alimentaba vínculos casi familiares.
El motor sostenido sobre un pequeño carro y que una correa sin fin movía los rodillos con ejes que daban movimiento a la máquina operativa.
El carro sobre el que se sostenía el motor tenía una cabezalla a la que se subían los niños para cabalgar al tiempo que está monotonamente vibraba
La máquina con su acompasado tequetreo anunciaba ese ciclo que marcaba una etapa de la vida rural cómo lo hacía la matanza cuando los chillidos de protesta por no aceptar su destino invadían las calles del pueblo al tiempo que convocaban al trabajo de cooperación del hoy por ti y mañana por mí y que alimentaba vínculos casi familiares.