Sobre el azul, mucho antes gris y luego marrón, sobre este asunto no suelo hacerlo en primera persona, por esta vez lo haré
El más importante de los homenajes que recibí fué cuando encontrándome en una cafetería y al pedir un café cortado una voz en el otro extremo de la barra dijo al camarero:
A este señor lo invito yo, lo de señor no me hizo gracia me recordó que me iba haciendo viejo
Se trataba de un joven de apariencia paupérrima y delicada salud, y desarrapado aunque de mente despierta, en principio no lo conocía dándome de cuenta una vez que hablé con él
Era uno de aquellos jóvenes con el que varias veces me encontré a principios de los ochenta en los prolegómenos de lo que luego sería la eliminación de miles de jóvenes barridos de este mundo por la maldita droga y obligados a robar e infinidad de veces trapichear para eliminar la extrema ansiedad de encima
Cliente habitual de prisiones y superviviente de aquel exterminio fruto de la inmadura adolescencia e infinita desinformación.
Estaba irreconocible castigado de la mala vida pero me partió el alma cuando al reconocerlo y curioseando pregunto a que se debe su gesto me contesta, que lo hacía porque al dirigirme a él en la calle por razones de la profesión cada vez que sucedía le hacía sentirse persona.
Me dejó de piedra y no supe que contestar, pasaron de esto unos seis años y ahora ya jubilado no lo he vuelto a ver
Me dió mucha pena y luego pensé, cuanto no habrá sufrido este hombre ya no tan joven y cuanto no habrán sufrido sus padres.
El más importante de los homenajes que recibí fué cuando encontrándome en una cafetería y al pedir un café cortado una voz en el otro extremo de la barra dijo al camarero:
A este señor lo invito yo, lo de señor no me hizo gracia me recordó que me iba haciendo viejo
Se trataba de un joven de apariencia paupérrima y delicada salud, y desarrapado aunque de mente despierta, en principio no lo conocía dándome de cuenta una vez que hablé con él
Era uno de aquellos jóvenes con el que varias veces me encontré a principios de los ochenta en los prolegómenos de lo que luego sería la eliminación de miles de jóvenes barridos de este mundo por la maldita droga y obligados a robar e infinidad de veces trapichear para eliminar la extrema ansiedad de encima
Cliente habitual de prisiones y superviviente de aquel exterminio fruto de la inmadura adolescencia e infinita desinformación.
Estaba irreconocible castigado de la mala vida pero me partió el alma cuando al reconocerlo y curioseando pregunto a que se debe su gesto me contesta, que lo hacía porque al dirigirme a él en la calle por razones de la profesión cada vez que sucedía le hacía sentirse persona.
Me dejó de piedra y no supe que contestar, pasaron de esto unos seis años y ahora ya jubilado no lo he vuelto a ver
Me dió mucha pena y luego pensé, cuanto no habrá sufrido este hombre ya no tan joven y cuanto no habrán sufrido sus padres.