Medianía Porto y Lago.
El pueblo estaba entonces dividido en estas tres áreas diferenciadas de las cuales cada uno asumía el correspondiente sentido de pertenencia según en donde residiera, estamos hablando de niños, tan asumido lo teníamos que al jugar un partido de fútbol Porto en frente a Lago por ejemplo, cada cual sabía a que equipo pertenecía, los de la medianía se agregaban a el que en su momento tuviera carencia de efectivos o al que por razón de aproximación o preferencia dispusiera
Era tal la población infaltil entonces que daba para escoger y alguno asumía como mal menor la función de árbitro, generalmente el menos dotado para dar patadas a la pelota, el lugar de la contienda era la playa y la pelota de goma generalmente llena de parches, eran frecuentes los pinchazos pues el material con el paso del tiempo sufría en corto plazo proceso de degradación y en consecuencia vulnerabilidad ante el mínimo objeto punzante, cristal piedra etc.
Esta territorialidad de líneas fronterizas imaginarias un poco más hacia aquí o hacía allá dependiendo de cada momento o del poder de persuasión del líder correspondiente ante puntuales hostilidades, provocada entre algunos elementos de bandos rivales daban lugar a enfrentamientos en donde cada cual se integraba al bando asumido en donde el líder de cada lugar retaba al otro a la contienda cintándose para la batalla, íbamos entonces a los prados dispuestos a cortar ramas de árboles o arbustos frecuentemente de salgueiro o mejor de madera más dura, encoirada al fuego como entonces se decía para endurecer la madera y hacer de ello las armas necesarias espadas lanzas etc, y las batallas que se armaban eran de manda moto carallo, dándose unos a otros zurriagazos y con saña, el llorar era de cobardes y si apañabas en casa ni mú pues encima te sacudían, no citaré a los líderes no lo haré sin su permiso, pero los de mi generación saben de quienes estoy hablando.
Como referencia de las estrategias o modus operandi teníamos lo que veíamos en el cine
Raro era aquel que no tenía una cicatriz (zocacha) en la cabeza consecuencia de algún estacazo y que se dejaba ver años más tarde en la mili cuando te esquilaban el pelo.
Que duros nos hacía la calle escuela entonces hacia el porvenir, al fin escuela de socialización en la que la vigilancia disimulada de los mayores servía como elemento de corrección (voullo a decir o teus pais) eso era incuestionable, y no había pamplina que valiera, por encima de todo el respeto.
No como hoy que tenemos mamones de treinta años criados entre algodones y que atormentados meten de todo.
El pueblo estaba entonces dividido en estas tres áreas diferenciadas de las cuales cada uno asumía el correspondiente sentido de pertenencia según en donde residiera, estamos hablando de niños, tan asumido lo teníamos que al jugar un partido de fútbol Porto en frente a Lago por ejemplo, cada cual sabía a que equipo pertenecía, los de la medianía se agregaban a el que en su momento tuviera carencia de efectivos o al que por razón de aproximación o preferencia dispusiera
Era tal la población infaltil entonces que daba para escoger y alguno asumía como mal menor la función de árbitro, generalmente el menos dotado para dar patadas a la pelota, el lugar de la contienda era la playa y la pelota de goma generalmente llena de parches, eran frecuentes los pinchazos pues el material con el paso del tiempo sufría en corto plazo proceso de degradación y en consecuencia vulnerabilidad ante el mínimo objeto punzante, cristal piedra etc.
Esta territorialidad de líneas fronterizas imaginarias un poco más hacia aquí o hacía allá dependiendo de cada momento o del poder de persuasión del líder correspondiente ante puntuales hostilidades, provocada entre algunos elementos de bandos rivales daban lugar a enfrentamientos en donde cada cual se integraba al bando asumido en donde el líder de cada lugar retaba al otro a la contienda cintándose para la batalla, íbamos entonces a los prados dispuestos a cortar ramas de árboles o arbustos frecuentemente de salgueiro o mejor de madera más dura, encoirada al fuego como entonces se decía para endurecer la madera y hacer de ello las armas necesarias espadas lanzas etc, y las batallas que se armaban eran de manda moto carallo, dándose unos a otros zurriagazos y con saña, el llorar era de cobardes y si apañabas en casa ni mú pues encima te sacudían, no citaré a los líderes no lo haré sin su permiso, pero los de mi generación saben de quienes estoy hablando.
Como referencia de las estrategias o modus operandi teníamos lo que veíamos en el cine
Raro era aquel que no tenía una cicatriz (zocacha) en la cabeza consecuencia de algún estacazo y que se dejaba ver años más tarde en la mili cuando te esquilaban el pelo.
Que duros nos hacía la calle escuela entonces hacia el porvenir, al fin escuela de socialización en la que la vigilancia disimulada de los mayores servía como elemento de corrección (voullo a decir o teus pais) eso era incuestionable, y no había pamplina que valiera, por encima de todo el respeto.
No como hoy que tenemos mamones de treinta años criados entre algodones y que atormentados meten de todo.