Estábamos cenando cuando se produce un apagón, a través de la chimenea cuyas paredes de su interior estaban repletas de ollín, se oía el rugir del viento de ahí afuera que hacían estremecer las llamas que se resistían a apagarse de aquella cocina de leña y un trespies que sostenía la olla y el caldo dentro, tan habitual en las mesas de aquellos tiempos que tanto podía servir como primer plato o plato único si se le añadía el suficiente pan.
Seguía rugiendo el viento que delataba el temporal anunciado que obligaba a los barcos a permanecer o en su caso regresar al puerto más cercano.; mientras por la chimenea llegaban unos lamentos que se suponía eran producidos por la fuerza del viento al chocar contra los olmos que ofrecian resistencia, eso era lo que yo creía, aquellos lamentos estremecedores según mi abuela, y mi abuela tenía siempre la razón, venían de la Xunqueira, del humedal en donde el invierno acentuaba la superficie de arenas movedizas y que la leyenda dice que allí quedo enterrado un carro con los animales que por el tiraban (dos vacas) y un matrimonio con sus dos hijos pequeños, al oír el relato y con la escasa luz que daba una vela, se acentuaba el rumrum del fuerte viento y los lamentos que llegaban por la chimenea se hacían más nítidos y estremecedores, sin lugar a dudas eran voces de humanos , nada consecuencia del viento en todo caso facilitaba la llegada de aquellos lamentos pues de la Xunqueira llegaba el viento, y allá fuimos nada mas acabar de cenar cada uno para su cama, yo pedí unos algodones prefería no oír para poder dormir relajado aunque tardé y sudando y por cansancio acabé derrotado y caí en un profundo sueño.
A la mañana y al despertar ya todo era calma y un día más que comenzaba, desayunar y a la escuela, las secuelas de la noche se hacían ver en forma de abundantes ramas tiradas sobre el lodazal al que llamaban calle.
Seguía rugiendo el viento que delataba el temporal anunciado que obligaba a los barcos a permanecer o en su caso regresar al puerto más cercano.; mientras por la chimenea llegaban unos lamentos que se suponía eran producidos por la fuerza del viento al chocar contra los olmos que ofrecian resistencia, eso era lo que yo creía, aquellos lamentos estremecedores según mi abuela, y mi abuela tenía siempre la razón, venían de la Xunqueira, del humedal en donde el invierno acentuaba la superficie de arenas movedizas y que la leyenda dice que allí quedo enterrado un carro con los animales que por el tiraban (dos vacas) y un matrimonio con sus dos hijos pequeños, al oír el relato y con la escasa luz que daba una vela, se acentuaba el rumrum del fuerte viento y los lamentos que llegaban por la chimenea se hacían más nítidos y estremecedores, sin lugar a dudas eran voces de humanos , nada consecuencia del viento en todo caso facilitaba la llegada de aquellos lamentos pues de la Xunqueira llegaba el viento, y allá fuimos nada mas acabar de cenar cada uno para su cama, yo pedí unos algodones prefería no oír para poder dormir relajado aunque tardé y sudando y por cansancio acabé derrotado y caí en un profundo sueño.
A la mañana y al despertar ya todo era calma y un día más que comenzaba, desayunar y a la escuela, las secuelas de la noche se hacían ver en forma de abundantes ramas tiradas sobre el lodazal al que llamaban calle.