Al borde del acantilado sentado, observo las Mirandas como hace más de cuarenta años hacía antes de abandonar definitivamente Ares, como si nada cambiara todo sigue en el lugar, diferentes emociones ya que por aquel entonces como si fuera una obsesión fijaba la mirada para retratar la imagen en la mente y así al discurrir del tiempo poder rememorar a través de ella todo el recorrido de lo que hasta aquel entonces había sido mi vida, el escenario me parecía el más sugerente por eso elegí el lugar para el irremediable acontecimiento de tener que perderlo de vista por mucho tiempo, recuerdo las quemaduras que quedaron marcadas en la piel de aquel cuerpo semidesnudo que la irresponsabilidad contemplando al tiempo que leía un libro durante horas hizo que parecieran minutos
Hoy la permanencia fue escasa y las nubes indulgentes como queriendome proteger de lo que por aquel entonces fue una imprudencia, hiciera sol o no la motivación fue diferente, pues de soslayo pensé cuanto tiempo ha pasado y me bastó una ojeada para pensar, que corta es la vida y que mal aprobechada cuando perdemos el tiempo discutiendo ante lo irremediable, pretendiendolo cámbiarlo todo para que al fin las historias se repitan no se si para bien o para mal pero en su esencia las historias son recurrentes, tanto como el mismo escenario que hace tantos años contemplé
Hace justo cuarenta y ocho años y parece que ha sido ayer
Hoy la permanencia fue escasa y las nubes indulgentes como queriendome proteger de lo que por aquel entonces fue una imprudencia, hiciera sol o no la motivación fue diferente, pues de soslayo pensé cuanto tiempo ha pasado y me bastó una ojeada para pensar, que corta es la vida y que mal aprobechada cuando perdemos el tiempo discutiendo ante lo irremediable, pretendiendolo cámbiarlo todo para que al fin las historias se repitan no se si para bien o para mal pero en su esencia las historias son recurrentes, tanto como el mismo escenario que hace tantos años contemplé
Hace justo cuarenta y ocho años y parece que ha sido ayer