Tu rostro me recuerda el azul del mar,
no por tus ojos, sino por tu cara de calamar.
no por tus ojos, sino por tu cara de calamar.
Anoche pedí a un ángel que te proteja, mientras duermes. Pero regreso inmediatamente y le pregunté por qué había vuelto; respondiendo: los ángeles no necesitan que los protejan.