Curiosa forma de dejar perderse el patrimonio nacional, este precioso
parque es una de las mejores muestras de lo que se puede hacer y de lo que no se debe hacer.
Visitarlo es llevarse sentimientos contradictorios: Emoción por la preciosidad de sus construcciones y depresión por comprobar que somos incapaces de conservar lo que merece la pena.
Una joya que en cualquier lugar civilizado estaría protegido, restaurado, impecable y sería la
portada de cualquier revista de turismo de la zona.
Aprovecha a visitarlo antes de que se muera del todo.