AQUEL LUGAR DE LAS MEIGAS
Eran los años de 1947, aquel matrimonio llegado de Madrid, a la Profunda Galicia, provincia de La Coruña, para ocupar un lugar de la administración del Estado, no resulto nada fácil en aquel tiempo, de penosas comunicaciones, el matrimonio recién casado, y con las ilusiones de salir adelante sin muchos problemas, accedieron a ocupar esa plaza de jurisprudencia. Llegaron con la ropa necesaria para poder vivir sin grandes lujos, y enseguida encontraron una casa al lado, de donde el marido tenía su trabajo. Más al empezar a vivir allí, una niña de unos diez años, le comento a la señora, que esa casa había tenido su tragedia, y que alguien se quitó la vida sin saber el motivo ningún vecino. Todo aquello a la esposa no la preocupo demasiado, pero según fueron pasando los días, algo raro debía de tener dicha vivienda, ya que las sombras y las manchas en las paredes, que estaban recién pintadas, eran el pan de cada día, pronto unos vecinos les comentaron, en esa casa anduvieron las meigas, y dejaron un mal sabor a todo el vecindario. El matrimonio paso de comentarios de brujerías, ya que el hombre y su esposa nunca creyeron en tales cosas, pero el día a día, se volvía mucho más raro, en aquella vivienda con luz eléctrica, era normal quedarse sin luz en cualquier momento, y los candiles y faroles, daban una impresión de algo extraño, los días se fueron pasando, y algunos momentos, sintieron ecos de gentes no muy lejanas, que intentaban discutir sin saber las razones, por la chimenea de la cocina vivienda, el viento silbaba con una fuerza muy grande, y los ecos se entrelazaban, en aquel murmullo imposible de verificar, Las preguntas de algún comerciante, al ir a coger su racionamiento de aceite y pan, eran frecuentes, y lo mismo en el estanco donde se recogía el tabaco con su librillo, en ambas partes, surgían las preguntas, no tienen miedo el vivir en dicha casa de meigas, a lo que el matrimonio contestaba sin recelos, ningún miedo, pero la verdad era otra, el miedo se hacía cada momento mayor, y cuando la luz faltaba, era un pronóstico de pasar cierto tiempo con ecos y voces extrañas, una noche de las que se marcharon a dormir a oscuras, al entrar en el dormitorio o alcoba, un olor nauseabundo les tiraba para atrás, de nuevo salieron a su cocina, y agarrando el farol se volvieron de nuevo hasta el dormitorio, miraron debajo de la cama, por todos los rincones, pero aquel olor desagradable, les ponía los pelos de punta, no consiguieron ver nada que no fuera lo normal, trataron de sentirse serenos, ante tal acto, pero las sombras que se hacían ellos mismos con el farol, les producía un miedo atroz, era el segundo año de su estancia en Galicia, y las costumbres y leyendas, les hacían sentirse más cerca de aquella gente de entonces. Sin pegar el ojo durante toda la noche, esperaron que amaneciera, para revisar a fondo toda la casa, aquella noche fue larga con mucho miedo, de vez en cuando el hollín de la chimenea, caía sobre la lumbre que no se había apagado, y los pucheros de agua hervían, con un sonido que daba que pensar, a la mañana siguiente, intentaron mirar todos los rincones de la vivienda, pero era inútil, no se podía ver nada raro, tan solo en un arcón, se notaban manchas de sangre recientes, que les hicieron pensar en algún trance triste, al terminar el registro, decidieron ir a ver a los dueños de dicha vivienda, para darles las llaves de la misma, y sacar de allí los enseres propios, sin comentarles el dilema de su marcha, que tan solo ellos sabían, aunque todo aquel gran pueblo lo entendía. No tardaron muchas horas en encontrar otra vivienda, donde siguieron siendo tranquilos vecinos, sin dar a nadie fe de sus malos ratos pasados en aquel lugar de brujas o meigas, pero donde el destino, les puso a prueba su gran entereza, G X Cantalapiedra.
Eran los años de 1947, aquel matrimonio llegado de Madrid, a la Profunda Galicia, provincia de La Coruña, para ocupar un lugar de la administración del Estado, no resulto nada fácil en aquel tiempo, de penosas comunicaciones, el matrimonio recién casado, y con las ilusiones de salir adelante sin muchos problemas, accedieron a ocupar esa plaza de jurisprudencia. Llegaron con la ropa necesaria para poder vivir sin grandes lujos, y enseguida encontraron una casa al lado, de donde el marido tenía su trabajo. Más al empezar a vivir allí, una niña de unos diez años, le comento a la señora, que esa casa había tenido su tragedia, y que alguien se quitó la vida sin saber el motivo ningún vecino. Todo aquello a la esposa no la preocupo demasiado, pero según fueron pasando los días, algo raro debía de tener dicha vivienda, ya que las sombras y las manchas en las paredes, que estaban recién pintadas, eran el pan de cada día, pronto unos vecinos les comentaron, en esa casa anduvieron las meigas, y dejaron un mal sabor a todo el vecindario. El matrimonio paso de comentarios de brujerías, ya que el hombre y su esposa nunca creyeron en tales cosas, pero el día a día, se volvía mucho más raro, en aquella vivienda con luz eléctrica, era normal quedarse sin luz en cualquier momento, y los candiles y faroles, daban una impresión de algo extraño, los días se fueron pasando, y algunos momentos, sintieron ecos de gentes no muy lejanas, que intentaban discutir sin saber las razones, por la chimenea de la cocina vivienda, el viento silbaba con una fuerza muy grande, y los ecos se entrelazaban, en aquel murmullo imposible de verificar, Las preguntas de algún comerciante, al ir a coger su racionamiento de aceite y pan, eran frecuentes, y lo mismo en el estanco donde se recogía el tabaco con su librillo, en ambas partes, surgían las preguntas, no tienen miedo el vivir en dicha casa de meigas, a lo que el matrimonio contestaba sin recelos, ningún miedo, pero la verdad era otra, el miedo se hacía cada momento mayor, y cuando la luz faltaba, era un pronóstico de pasar cierto tiempo con ecos y voces extrañas, una noche de las que se marcharon a dormir a oscuras, al entrar en el dormitorio o alcoba, un olor nauseabundo les tiraba para atrás, de nuevo salieron a su cocina, y agarrando el farol se volvieron de nuevo hasta el dormitorio, miraron debajo de la cama, por todos los rincones, pero aquel olor desagradable, les ponía los pelos de punta, no consiguieron ver nada que no fuera lo normal, trataron de sentirse serenos, ante tal acto, pero las sombras que se hacían ellos mismos con el farol, les producía un miedo atroz, era el segundo año de su estancia en Galicia, y las costumbres y leyendas, les hacían sentirse más cerca de aquella gente de entonces. Sin pegar el ojo durante toda la noche, esperaron que amaneciera, para revisar a fondo toda la casa, aquella noche fue larga con mucho miedo, de vez en cuando el hollín de la chimenea, caía sobre la lumbre que no se había apagado, y los pucheros de agua hervían, con un sonido que daba que pensar, a la mañana siguiente, intentaron mirar todos los rincones de la vivienda, pero era inútil, no se podía ver nada raro, tan solo en un arcón, se notaban manchas de sangre recientes, que les hicieron pensar en algún trance triste, al terminar el registro, decidieron ir a ver a los dueños de dicha vivienda, para darles las llaves de la misma, y sacar de allí los enseres propios, sin comentarles el dilema de su marcha, que tan solo ellos sabían, aunque todo aquel gran pueblo lo entendía. No tardaron muchas horas en encontrar otra vivienda, donde siguieron siendo tranquilos vecinos, sin dar a nadie fe de sus malos ratos pasados en aquel lugar de brujas o meigas, pero donde el destino, les puso a prueba su gran entereza, G X Cantalapiedra.