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El gallego zamorano
Los habitantes de 14 localidades de la Alta Sanabria se expresan habitualmente en la lengua de Galicia
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Señalización en gallego de una calle de la Alta Sanabria.
Foto Ical
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JUANMA DE SAÁ/ ICAL «O primeiro no amor sonche os bicos; o segundo, beliscos pequenos. O terceiro, ben achegadiños e ó remate sonche os nenos» (Lo primero en el amor son los besos; lo segundo, pequeños pellizcos. Lo tercero, bien arrimaditos y el remate son los niños). Esta cantiga popular gallega, titulada «Arroz con chícharos» es muy conocida e interpretada en Galicia, como sabe cualquiera que haya ido de fiesta y haya regresado abrazado a los amigos después de cantar también «O andar miudiño».

Lo que no es tan sabido es el hecho de que ésa y otras muchas cantigas también se cantan con frecuencia fuera de esa Comunidad autónoma. Y no porque los gallegos sean avezados viajeros y porque hayan formado colonias llamativas repartidas por todo el mundo -que también-, sino porque la lengua gallega se sigue hablando y estudiando en otras zonas.

Tal es el caso de la provincia de León, ya que en la comarca de El Bierzo occidental, donde en torno a un millar de alumnos estudian gallego, y de Sanabria.

Entre los 512 núcleos de población que hay en la provincia de Zamora, hay catorce en la Alta Sanabria que tienen como lengua el gallego. Padornelo, Aciberos, Chanos y Castrelos, del término municipal de Lubián; Hedroso, La Tejera, Castromil, San Ciprián, del de Hermisende; Barjacoba y Villanueva de la Sierra, de Pías, y la localidad de Porto viven, sienten y se desenvuelven en gallego. «En el pueblo hablamos gallego habitualmente pero cuando estoy fuera tengo que adaptarme. Yo me siento más de Lubián o, incluso, de Orense, que de Zamora, aunque nací allí», dice Claudio Fernández, con el saber vital que le proporciona montar postes de alta tensión por toda España.

Es frecuente que al hablar de idiomas salgan a colación las procedencias y las lenguas vernáculas, algo en lo que está muy versado Felipe Lubián, profesor de 59 años y alcalde desde 1979 de la localidad que coincide con su apellido. Además, es miembro no numerario de la Real Academia Galega desde 2004. «Buscaron personas de fuera de Galicia, de zonas donde se hablase gallego, y tener un representante de cada una de esas comarcas como reconocimiento a nuestra labor y para recordarnos que no estamos solos», explica. «A mí dejaron de mirarme por encima del hombro cuando fui diputado provincial y procurador de las Cortes de Castilla y León durante doce años. Fui galleguista en mi infancia. Escribía en un gallego sin normalizar y nos sentíamos repudiados en Zamora capital», añade.

En este sentido, recuerda que quienes viven en Lubián se consideran «galleguistas» pero deja claro que «las rayas en los mapas no son un obstáculo para mi cultura» y que «nos importan un bledo las fronteras» en general. «El gallego se ha considerado siempre como un idioma de paletos y una lengua menor aunque procede del latín, igual que el castellano y que el catalán. No evolucionó menos, como creen algunos, sino de otra manera», indica.

En San Ciprián de Hermisende, cuenta su experiencia el periodista y escritor de 56 años Javier López. Vive desde hace casi tres décadas en Santiago de Compostela pero mantiene a fuego sus raíces sanabresas. Ha publicado en gallego 25 libros, media docena de los cuales ya están traducidos al castellano. «En cualquier zona fronteriza, la principal característica es el mestizaje pero creo que aquí se le da menos valor del que tiene, tal vez por el desprecio de esa época ancestral, de que el gallego no valía para nada», señala. «En realidad, es el mismo gallego que se habla en el corazón de Galicia. En la zona de Valdeorras se habla como aquí, quizá con alguna terminación distinta. Cuando empecé a escribir en gallego me dijeron que tenía un gallego muy interiorizado y era el de aquí», añade, en alusión a la lengua hablada en la zona de Hermisende.

A poco más de 20 kilómetros de Hermisende, cruzando la autovía A-66, en dirección hacia Porto de Sanabria, se encuentra Villanueva de la Sierra. Dentro del mismo territorio, los matices pueden cambiar de forma radical y configuran la existencia de parajes vecinos pero distintos. «Aquí pertenecemos a un núcleo que se llama Las Frieiras pero, sin embargo, Pías y Barjacoba ya tienen un deje diferente. Es un gallego menos cerrado, por decirlo de alguna forma porque el nuestro lo entiende cualquier castellano, creo yo», comenta Ángel Castro, de 43 años. «Nosotros somos de Castilla y León y nos consideramos castellanos aunque hablemos gallego», recalca.

Al final, la razón de estas reflexiones se basa en algo tan real como que miles de personas se han expresado desde siempre en gallego y está legislado en Castilla y León el derecho y el deber de disfrutar y mantener el uso de esa lengua. «Cuando yo era un niño en plenos tiempos de Franco, el maestro nos permitía hablar gallego, no con él, pero sí en el recreo», cuenta Felipe Lubián. «No obstante, hace diez años, un maestro de Hermisende no permitía que los niños hablasen gallego porque no se había enterado que había un artículo del Estatuto de Autonomía de Castilla y León en el que se dice que las instituciones deben velar por que se respete y proteja el gallego en los territorios donde se hable dentro de la Comunidad autónoma», agrega.