Hay un párrafo de Lucio Anneo Floro, de finales del S. I, en el que afirma que Décimo Junio Bruto, tras recorrer toda la costa del Océano como vencedor, no regresó hasta contemplar, no sin cierto horror y miedo de cometer un sacrilegio, como el sol se precipitaba en el
mar y una llamarada salía de las
aguas. Este espectáculo lo pudo haber visto desde el
Monte del Cabo de Finisterre. Según cuenta la
tradición que en este monte los
romanos encontraron un
altar al sol (Ara Solis) construido ahí por los
pueblos que habitaron estas tierras antes de la romanización.