Hoy, marchitas ya las juveniles
flores y moribundos todos los entusiasmos, divierto penas y desengaños comentando las Memorias amables que empezó a escribir en la emigración mi noble tío el marqués de Bradomín. ¡Aquel viejo, cínico, descreído y galante como un cardenal del Renacimiento! Yo, que en buen hora lo diga, jamás sentí el amor de la
familia, lloro muchas veces, de admiración y de ternura, sobre el manuscrito de las Memorias.
Todos los años, el día de Difuntos, mando decir misas por el
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