DESDE MIÑO A PUENTEUME
Aquella tarde de verano, de los años 1976, el marinero que acababa de venir de pescar en los barcos de Pescanoba, de la zona de la Unión Sudafricana, se sentía lleno de morriña, al ver de nuevo su tierra, llena de frondosos bosques, y de su gente, ocupada en las faenas agrícolas, además de algún que otro barco pequeño, que se movía por sus rías, en busca de las capturas de mariscos o otras clases de pescado. El marinero se dirigía en su vieja motocicleta, a buscar a su amor de niño y joven, Marusa era la mujer de sus sueños, y en ella tenía puestos sus sentimientos, pero aquella tarde, el marinero se encontró con algo inesperado, su novia, se había marchado para Madrid, y según le dijeron sus vecinos, sin idea de volver a su tierra. Al saber dicha noticia, su corazón se sentía dolorido, no sabía que pensar, ya que ninguna carta de despedida le había llegado a su domicilio de Galicia. El marinero que en aquel viaje, pensaba sellar su compromiso matrimonial, se quedo en blanco, no pensaba en nada bueno, Madrid era la ciudad de todo lo contrario, a su tierra de Puenteume, las brisas de aquel bello lugar de Galicia se reflejaban en sus rías, y las prisas no existían, mientras que en la ciudad, todo era posible, incluido su amor por otra persona. El marinero estuvo a punto de llorar, pero su integridad física, le hicieron tomar las cosas con calma, por eso desde Miño, hasta Puentedeume, las curvas de la carretera le parecían más de su Terra Nosa. Todo se le ponía difícil, aunque su corazón de enamorado, nada daba por perdido, y desde su casa, que era el domicilio familiar de sus padres, empezó a pensar como llegar a su amada, trato de llevar sus prisas con calma, y empezó a indagar sobre unos familiares de su novia, que tenían un restaurante en Madrid, y que según le podía parecer al marinero, podrían darle señales de su vida actual. A la mañana siguiente se hizo con el número de teléfono de aquel, local madrileño. La respuesta no se hizo esperar, allí no sabían nada de la historia de Marusa, todo lo contrario a lo que el marinero tenía en mente, sin pensarlo demasiado, inicio su camino hacia Madrid, para poder dar con su paradero, al llegar allí en tren, en el camino alguien le informo, que la zona de la estación de Príncipe Pio, llamada la estación del Norte, era una zona de gallegos y asturianos, y nada más llegar a Madrid, se dedico a buscar a su Marusa, por todo el contorno de San Antonio de la Florida, era un fiel reflejo en locales y publico, de lo que era su Galicia Profunda. Fotografías cuadros de pintura y demás cosas, le recordaban el ambiente de su vida marinera, en los lugares de su infancia en Puentedeume, todo su recorrido le había hecho pensar en la vida futura que él quería vivir. Al caer la noche se dirigió hacia el centro gallego de Madrid, que se encontraba en la calle de Carretas esquina con plaza de Jacinto Benavente, donde trato de hablar con gente de su tierra y así poder encontrar a su viejo amor, Todo parecía imposible, las preguntas se quedaban sin respuesta, el marinero sufría al ver su penoso presente, nadie le daba señales de su amor de juventud, pasaron más de siete días, hasta que al ver su penosa situación decidió de nuevo volver a su Terra Nosa, eso sí sin entender el motivo de tan sufrida ausencia. De nuevo subió al tren que le llevaba a su Galicia del alma, y allí de nuevo su pensamiento volaba, queriendo saber el destino de su amada. Las miradas hacia el campo de Castilla, le hacían sentirse un emigrante con los ojos llorosos. Pasado un buen trozo del camino, de nuevo los verdes en las laderas de León, con sus minas de carbón, le llamaron la atención, era el prologo de su viaje de retorno, que al estar de nuevo en su casa, escucho la voz de sus padres, que le hicieron saber, que su Marusa, le había ido a buscar a Puentedeume, desde Miño, para poder dialogar sobre su futuro. El marinero sintió cómo una fiebre de amor, que no les dejo terminar de explicar, aquellas palabras que tanto él había deseado escuchar, Cogiendo su vieja motocicleta, marchó camino de Miño, donde sin esperar más, pudo de nuevo abrazar a su Marusa, que ya nunca se apartaría de su mente, y de nuevo volvió a sentir la voz de su Terra Nosa, con sus rías y sus fuentes, con sus curvas y sus alicientes, de vivir entre sus gentes, de esa Galicia Profunda llena de tradiciones y leyendas. G X Cantalapiedra,-
Aquella tarde de verano, de los años 1976, el marinero que acababa de venir de pescar en los barcos de Pescanoba, de la zona de la Unión Sudafricana, se sentía lleno de morriña, al ver de nuevo su tierra, llena de frondosos bosques, y de su gente, ocupada en las faenas agrícolas, además de algún que otro barco pequeño, que se movía por sus rías, en busca de las capturas de mariscos o otras clases de pescado. El marinero se dirigía en su vieja motocicleta, a buscar a su amor de niño y joven, Marusa era la mujer de sus sueños, y en ella tenía puestos sus sentimientos, pero aquella tarde, el marinero se encontró con algo inesperado, su novia, se había marchado para Madrid, y según le dijeron sus vecinos, sin idea de volver a su tierra. Al saber dicha noticia, su corazón se sentía dolorido, no sabía que pensar, ya que ninguna carta de despedida le había llegado a su domicilio de Galicia. El marinero que en aquel viaje, pensaba sellar su compromiso matrimonial, se quedo en blanco, no pensaba en nada bueno, Madrid era la ciudad de todo lo contrario, a su tierra de Puenteume, las brisas de aquel bello lugar de Galicia se reflejaban en sus rías, y las prisas no existían, mientras que en la ciudad, todo era posible, incluido su amor por otra persona. El marinero estuvo a punto de llorar, pero su integridad física, le hicieron tomar las cosas con calma, por eso desde Miño, hasta Puentedeume, las curvas de la carretera le parecían más de su Terra Nosa. Todo se le ponía difícil, aunque su corazón de enamorado, nada daba por perdido, y desde su casa, que era el domicilio familiar de sus padres, empezó a pensar como llegar a su amada, trato de llevar sus prisas con calma, y empezó a indagar sobre unos familiares de su novia, que tenían un restaurante en Madrid, y que según le podía parecer al marinero, podrían darle señales de su vida actual. A la mañana siguiente se hizo con el número de teléfono de aquel, local madrileño. La respuesta no se hizo esperar, allí no sabían nada de la historia de Marusa, todo lo contrario a lo que el marinero tenía en mente, sin pensarlo demasiado, inicio su camino hacia Madrid, para poder dar con su paradero, al llegar allí en tren, en el camino alguien le informo, que la zona de la estación de Príncipe Pio, llamada la estación del Norte, era una zona de gallegos y asturianos, y nada más llegar a Madrid, se dedico a buscar a su Marusa, por todo el contorno de San Antonio de la Florida, era un fiel reflejo en locales y publico, de lo que era su Galicia Profunda. Fotografías cuadros de pintura y demás cosas, le recordaban el ambiente de su vida marinera, en los lugares de su infancia en Puentedeume, todo su recorrido le había hecho pensar en la vida futura que él quería vivir. Al caer la noche se dirigió hacia el centro gallego de Madrid, que se encontraba en la calle de Carretas esquina con plaza de Jacinto Benavente, donde trato de hablar con gente de su tierra y así poder encontrar a su viejo amor, Todo parecía imposible, las preguntas se quedaban sin respuesta, el marinero sufría al ver su penoso presente, nadie le daba señales de su amor de juventud, pasaron más de siete días, hasta que al ver su penosa situación decidió de nuevo volver a su Terra Nosa, eso sí sin entender el motivo de tan sufrida ausencia. De nuevo subió al tren que le llevaba a su Galicia del alma, y allí de nuevo su pensamiento volaba, queriendo saber el destino de su amada. Las miradas hacia el campo de Castilla, le hacían sentirse un emigrante con los ojos llorosos. Pasado un buen trozo del camino, de nuevo los verdes en las laderas de León, con sus minas de carbón, le llamaron la atención, era el prologo de su viaje de retorno, que al estar de nuevo en su casa, escucho la voz de sus padres, que le hicieron saber, que su Marusa, le había ido a buscar a Puentedeume, desde Miño, para poder dialogar sobre su futuro. El marinero sintió cómo una fiebre de amor, que no les dejo terminar de explicar, aquellas palabras que tanto él había deseado escuchar, Cogiendo su vieja motocicleta, marchó camino de Miño, donde sin esperar más, pudo de nuevo abrazar a su Marusa, que ya nunca se apartaría de su mente, y de nuevo volvió a sentir la voz de su Terra Nosa, con sus rías y sus fuentes, con sus curvas y sus alicientes, de vivir entre sus gentes, de esa Galicia Profunda llena de tradiciones y leyendas. G X Cantalapiedra,-