LA SOLEDAD DEL INVIERNO EN LA GALICIA PROFUNDA
En el invierno del año 2015, aquel matrimonio cansado del tráfico y sus ruidos, en la capital madrileña, decidió marcharse todo el invierno, aquella zona de la Galicia Profunda, para poder sanarse de la contaminación, y de los días con ruidos enormes, por obras en las calles de su barrio. La llegada hasta aquella zona, del término de Miño, les resulto bastante bien, desde la capital de España, se trasladaron hasta allí en seis horas, con su coche turismo de una cilindrada bastante alta. El otoño se dejaba notar, en aquel terreno donde las nieblas, se puede decir que casi son permanentes, y las lloviznas no pasan demasiados días, sin que se dejen notar, así y todo el marido jubilado, se llevo con el su ordenador, donde pensaba escribir temas de esa zona de Galicia, donde las costumbres suelen estar bastante arraigadas, y sin salir de aquel entorno, podría tener demasiados guiones. Todo aquello no era nada nuevo para aquel matrimonio, que ya conocía aquella bonita zona, donde de vez en cuando las meigas parece que andaban sueltas, buscando alguna aventura que contar a sus futuras generaciones. Aquellos primeros días del mes de noviembre, se dedicaron a preparar la vivienda, y dejarla en condiciones, de poder aguantar el frío y las humedades, y a la vez el llenar la nevera de alimentación, para subsistir en caso de nevadas o tiempo con inconvenientes. Todo aquello parecía fantástico, ni apenas se oían ruidos, en la vivienda, las playas estaban completamente vacías, y la Ría de Betanzos, era un lugar con pocos barcos en su navegación, tan solo alguna vez, se veía algún barco que salía del puerto de Sada. El marido pronto empezó a escribir temas, sobre la vida de aquellas personas de aquel entorno, donde la melancolía, y la nostalgia, parecían vivir en todo aquel terreno, sin ellos darse cuenta, cualquiera hubiera dicho que su estado de ánimo, era causa del clima. El matrimonio decidió ir todos los viernes a Sada, lugar bonito y muy cuidado, donde en el llamado Centro Cultural, o popularmente “El Desguace”, todos los viernes por las noches, se celebraba un baile para mayores, donde se rompían las nostalgias y melancolías, de la Galicia Profunda, era un cambio que te dejaba, sin saber que decir, después de conocer todo aquel entorno, donde las tradiciones parecen cuidarse mucho, pero el ser humano a veces precisa, de una salida a otra dimensión, donde se puedan romper los tabús, y sentirte liberado de tradiciones, que tan solo llevan ataduras, y te incitan a vivir, en un mundo de retrógrados, y marginados, que lo único para lo que sirve, es para acabar con depresiones y amarguras, y estas tierras de verdor durante todo el año, no se merecen ese mal presagio. El matrimonio una tarde, se decidió seguir un trozo del Camino de Santiago, entre Pontedeume y Miño, y al lado del campo de Gol, después de estar dentro del pasillo, estrecho y cubierto de vegetación, sintieron miedo, y tuvieron que dar marcha atrás, por tanta oscuridad, y eso que aquel día, sí había sol, pero aquel silencio, era como una losa, para dos personas mayores, que habían salido de Madrid, huyendo de los ruidos y otros menesteres. Luego una vez en la carretera, medio autopista del campo de Gol, se vieron liberados, sin el temor de aquellos recovecos, de curvas y arbolados, que les tapaban la visibilidad, y temieron ser atacados, por cualquier animal salvaje, que allí pudiera encontrarse. El marido tuvo ya guión, y supo que hay zonas en La Galicia Profunda, donde las meigas pudieran estar todo el día sembrando miedo, y conoció de cerca, muchas de las sensaciones, que tiene ese misterioso recorrido, y además paso todo el invierno, sabiendo que el sol, no es compañero de todos los días, y así y todo, se llevo a los seis meses de su estancia en aquel contorno, recuerdos imborrables. G X Cantalapiedra.
En el invierno del año 2015, aquel matrimonio cansado del tráfico y sus ruidos, en la capital madrileña, decidió marcharse todo el invierno, aquella zona de la Galicia Profunda, para poder sanarse de la contaminación, y de los días con ruidos enormes, por obras en las calles de su barrio. La llegada hasta aquella zona, del término de Miño, les resulto bastante bien, desde la capital de España, se trasladaron hasta allí en seis horas, con su coche turismo de una cilindrada bastante alta. El otoño se dejaba notar, en aquel terreno donde las nieblas, se puede decir que casi son permanentes, y las lloviznas no pasan demasiados días, sin que se dejen notar, así y todo el marido jubilado, se llevo con el su ordenador, donde pensaba escribir temas de esa zona de Galicia, donde las costumbres suelen estar bastante arraigadas, y sin salir de aquel entorno, podría tener demasiados guiones. Todo aquello no era nada nuevo para aquel matrimonio, que ya conocía aquella bonita zona, donde de vez en cuando las meigas parece que andaban sueltas, buscando alguna aventura que contar a sus futuras generaciones. Aquellos primeros días del mes de noviembre, se dedicaron a preparar la vivienda, y dejarla en condiciones, de poder aguantar el frío y las humedades, y a la vez el llenar la nevera de alimentación, para subsistir en caso de nevadas o tiempo con inconvenientes. Todo aquello parecía fantástico, ni apenas se oían ruidos, en la vivienda, las playas estaban completamente vacías, y la Ría de Betanzos, era un lugar con pocos barcos en su navegación, tan solo alguna vez, se veía algún barco que salía del puerto de Sada. El marido pronto empezó a escribir temas, sobre la vida de aquellas personas de aquel entorno, donde la melancolía, y la nostalgia, parecían vivir en todo aquel terreno, sin ellos darse cuenta, cualquiera hubiera dicho que su estado de ánimo, era causa del clima. El matrimonio decidió ir todos los viernes a Sada, lugar bonito y muy cuidado, donde en el llamado Centro Cultural, o popularmente “El Desguace”, todos los viernes por las noches, se celebraba un baile para mayores, donde se rompían las nostalgias y melancolías, de la Galicia Profunda, era un cambio que te dejaba, sin saber que decir, después de conocer todo aquel entorno, donde las tradiciones parecen cuidarse mucho, pero el ser humano a veces precisa, de una salida a otra dimensión, donde se puedan romper los tabús, y sentirte liberado de tradiciones, que tan solo llevan ataduras, y te incitan a vivir, en un mundo de retrógrados, y marginados, que lo único para lo que sirve, es para acabar con depresiones y amarguras, y estas tierras de verdor durante todo el año, no se merecen ese mal presagio. El matrimonio una tarde, se decidió seguir un trozo del Camino de Santiago, entre Pontedeume y Miño, y al lado del campo de Gol, después de estar dentro del pasillo, estrecho y cubierto de vegetación, sintieron miedo, y tuvieron que dar marcha atrás, por tanta oscuridad, y eso que aquel día, sí había sol, pero aquel silencio, era como una losa, para dos personas mayores, que habían salido de Madrid, huyendo de los ruidos y otros menesteres. Luego una vez en la carretera, medio autopista del campo de Gol, se vieron liberados, sin el temor de aquellos recovecos, de curvas y arbolados, que les tapaban la visibilidad, y temieron ser atacados, por cualquier animal salvaje, que allí pudiera encontrarse. El marido tuvo ya guión, y supo que hay zonas en La Galicia Profunda, donde las meigas pudieran estar todo el día sembrando miedo, y conoció de cerca, muchas de las sensaciones, que tiene ese misterioso recorrido, y además paso todo el invierno, sabiendo que el sol, no es compañero de todos los días, y así y todo, se llevo a los seis meses de su estancia en aquel contorno, recuerdos imborrables. G X Cantalapiedra.