Es un
edificio de culto construido para cristianizar una lugar donde se realizaban cultos paganos por los antiguos pobladores de estas tierras.
La primera
ermita fue construida en el siglo XII y cobra gran importancia por el hecho de ser final de etapa de los peregrinos que, después de visitar al apóstol, se dirigían a estas tierras del Finis Terrae para rendirse al pie de la
Virgen y contemplar las curiosas
piedras en el lugar en las que, según la leyenda, se le apareció al Apóstol Santiago para darle ánimo en su intento por cristianizar estas tierras del noroeste penínsular.
El
santuario es de estilo barroco con influencias del clasicismo. El primer documento escrito que se conserva del templo es del año 1.544. La
capilla fue reconstruida varias veces, hasta que a principios del siglo XVIII, en 1.719, se construyó la actual, gracias al donativo de los Condes de Maceda, cuyas cenizas se encuentran en unos sepulcros dentro del santuario.
Su planta es de
cruz latina. Su austeridad y monotonía se rompía con la rica ornamentación de sus
retablos. En su interior destacaba el
retablo mayor barroco, obra del
escultor Miguel de Romay en 1.717, que podéis ver en esta imagen. En él aparecían representados los doce apóstoles rodeando al camarín donde se encuentra la Virgen de la
Barca, que goza de una gran devoción.