ENTRE NIEBLAS LLUVIA Y MISTERIO EN LA GALICIA PROFUNDA
Aquella tarde noche, aquel hombre llegado de Madrid, quería adentrarse en el corazón de la Galicia misteriosa, donde los eucaliptos se mezclaban con otras clases de árboles, que dentro de aquellas cerradas curvas en laderas, daban la impresión de hacer un camino tortuoso. Muy cerca de la fábrica de leche CELTA, y habiendo entrado por la vía de servicio, para entrar en la zona de Vilamayor, la carretera en forma de dirección hacia la costa, entrando en el concello de Miño, pero recorriendo unos veinte kilómetros, en zona circular, con tremendas subidas y bajadas, y terminando su recorrido en una carretera sin destino marcado. Aquel hombre solitario y aventurero, notó las brisas del miedo, la niebla le restaba visibilidad, en unas curvas terribles, además existían unas lenguas de vapor de verano, que le impedían ver el camino, los aireadores de su vehículo, no daban lugar de descanso, al ver todos los cristales del automóvil empañados. De pronto notó un golpe en la parte trasera del coche, y por miedo a su entorno, continuo aquel camino sin apenas poder ver por donde circulaba, intento reponerse del susto, pero los eucaliptos tan enormes le cerraban la visión de aquella noche, que empezó a pensar en las verdaderas meigas, Ya aquel hombre pensó, en los misterios de aquella Galicia marinera y maderera, La niebla seguía aumentando, y el tiempo pasaba en la más terrible oscuridad, sin entender el porqué de aquella aventura, que le recomendaron en un bar de Madrid llamado, El Quinto Infierno, que se encuentra en la zona del barrio de Hortaleza, donde existieron mesones famosos, con nombres de todas clases, aunque el que más le llamo la atención, fue el mesón del Muerto, al lado del cementerio, y lugar que fue visitado, por diferentes personas encandiladas en los misterios de la muerte. El hombre vino buscando lo diferente a lo que pudiera ser normal, y en aquel terreno de la zona de Pontedeume, le resulto muy fácil, el poder hallar caminos imposibles de olvidar, sombras de la noche que caminaban buscando las cumbres, brillos de luces entre eucaliptos, alguna casa perdida sin luces ni señales, cerrada a cal y canto, fueron veinte kilómetros de dudas amargas. Aquel hombre le fascinaban los misterios, pero aquella tarde noche, se adentró en misterios imposibles de entender, al llegar a Pontedeume de nuevo, volvió hasta la cafetería donde le informaron el destino, donde su vista y su corazón supo encontrar el miedo a flor de piel, en su mente pasaron meigas brujas, y silencios en un ambiente de soledad terrible, sus ojos se le habían puesto rojos, y su cara pálida como la de un difunto, tan solo le daba por pensar, si mi coche se llega averiar, no sé cómo habría salido de allí, al haberse dado cuenta de que no tenía cobertura en su teléfono, y por esa carretera estrecha y medio perdida, no circulaba nadie, hubo algún recorrido, donde escucho voces dentro del coche, y el miedo le superaba, era imposible el estar tranquilo, si la luz de su coche se hubiera apagado, aquella tarde noche, no sé lo que habría hecho, quizá no se hubiera bajado ni a poner los triángulos de peligro. El hombre aquel al salir a una carretera no conocida, pregunto a un señor donde le conducía esa vía. La respuesta fue fatal. “Esta carretera le llevara a la muerte rápida”. Y al iniciar su recorrido nuevo, acelero el automóvil a tope, hasta unos cinco kilómetros que por fin tuvo las luces y casas de Miño delante, para continuar por la costa hasta Pontedeume, y sin reflexionar mucho su recorrido, solo le dijo al camarero, quien era el señor que le indico aquella arriesgada aventura. El camarero le contesto. “Ese señor es como un diablo, solo predice momentos de angustia”. El hombre de Madrid se alejó con su cabeza agachada, tratando de olvidar aquella noche embrujada. G X Cantalapiedra…
Aquella tarde noche, aquel hombre llegado de Madrid, quería adentrarse en el corazón de la Galicia misteriosa, donde los eucaliptos se mezclaban con otras clases de árboles, que dentro de aquellas cerradas curvas en laderas, daban la impresión de hacer un camino tortuoso. Muy cerca de la fábrica de leche CELTA, y habiendo entrado por la vía de servicio, para entrar en la zona de Vilamayor, la carretera en forma de dirección hacia la costa, entrando en el concello de Miño, pero recorriendo unos veinte kilómetros, en zona circular, con tremendas subidas y bajadas, y terminando su recorrido en una carretera sin destino marcado. Aquel hombre solitario y aventurero, notó las brisas del miedo, la niebla le restaba visibilidad, en unas curvas terribles, además existían unas lenguas de vapor de verano, que le impedían ver el camino, los aireadores de su vehículo, no daban lugar de descanso, al ver todos los cristales del automóvil empañados. De pronto notó un golpe en la parte trasera del coche, y por miedo a su entorno, continuo aquel camino sin apenas poder ver por donde circulaba, intento reponerse del susto, pero los eucaliptos tan enormes le cerraban la visión de aquella noche, que empezó a pensar en las verdaderas meigas, Ya aquel hombre pensó, en los misterios de aquella Galicia marinera y maderera, La niebla seguía aumentando, y el tiempo pasaba en la más terrible oscuridad, sin entender el porqué de aquella aventura, que le recomendaron en un bar de Madrid llamado, El Quinto Infierno, que se encuentra en la zona del barrio de Hortaleza, donde existieron mesones famosos, con nombres de todas clases, aunque el que más le llamo la atención, fue el mesón del Muerto, al lado del cementerio, y lugar que fue visitado, por diferentes personas encandiladas en los misterios de la muerte. El hombre vino buscando lo diferente a lo que pudiera ser normal, y en aquel terreno de la zona de Pontedeume, le resulto muy fácil, el poder hallar caminos imposibles de olvidar, sombras de la noche que caminaban buscando las cumbres, brillos de luces entre eucaliptos, alguna casa perdida sin luces ni señales, cerrada a cal y canto, fueron veinte kilómetros de dudas amargas. Aquel hombre le fascinaban los misterios, pero aquella tarde noche, se adentró en misterios imposibles de entender, al llegar a Pontedeume de nuevo, volvió hasta la cafetería donde le informaron el destino, donde su vista y su corazón supo encontrar el miedo a flor de piel, en su mente pasaron meigas brujas, y silencios en un ambiente de soledad terrible, sus ojos se le habían puesto rojos, y su cara pálida como la de un difunto, tan solo le daba por pensar, si mi coche se llega averiar, no sé cómo habría salido de allí, al haberse dado cuenta de que no tenía cobertura en su teléfono, y por esa carretera estrecha y medio perdida, no circulaba nadie, hubo algún recorrido, donde escucho voces dentro del coche, y el miedo le superaba, era imposible el estar tranquilo, si la luz de su coche se hubiera apagado, aquella tarde noche, no sé lo que habría hecho, quizá no se hubiera bajado ni a poner los triángulos de peligro. El hombre aquel al salir a una carretera no conocida, pregunto a un señor donde le conducía esa vía. La respuesta fue fatal. “Esta carretera le llevara a la muerte rápida”. Y al iniciar su recorrido nuevo, acelero el automóvil a tope, hasta unos cinco kilómetros que por fin tuvo las luces y casas de Miño delante, para continuar por la costa hasta Pontedeume, y sin reflexionar mucho su recorrido, solo le dijo al camarero, quien era el señor que le indico aquella arriesgada aventura. El camarero le contesto. “Ese señor es como un diablo, solo predice momentos de angustia”. El hombre de Madrid se alejó con su cabeza agachada, tratando de olvidar aquella noche embrujada. G X Cantalapiedra…