PONTEDEUME: AQUELLA NOCHE PENSÉ...

AQUELLA NOCHE PENSÉ
Aquella tarde noche fui pensando, que Galicia tiene demasiados caminos, que en las noches parecen endiablados, caminos donde no existen más que arboledas inmensas, que la luz del automóvil, apenas traspasa, y salidas que nunca sabes dónde van, y que salirte de aquella ruta asfaltada, puedes quedarte perdido, y además en manos de los fantasmas o meigas, que pueden andar por esos territorios, que ni los propios vecinos saben a veces donde acaban. Por eso aquella tarde ya anocheciendo, entrando por Vilarmaior. Mis dudas fueron creciendo, andando bastantes kilómetros, sin encontrar ninguna indicación, tan solo la oscuridad entre curvas, que parecían que nunca acababan, mi viaje a lo desconocido, resulto demasiado inquieto, no vi meigas en persona, pero viendo la niebla ramplona, y los eucaliptos gigantes, si pensé en ellas, desde mi coche tuve que poner música de C, D, para aliviar un poco el ambiente que en aquel contorno se respiraba. Las subidas y bajadas eran permanentes, la niebla hacia que el parabrisas del coche, se quedara como empañado y mojado al tiempo, y de vez en cuando, el motor parecía gritar ecos de estar perdido, la noche se había venido encima, y aquella carretera o camino, que nunca más me interese por él, me habían hecho ser un poco más responsable, de aquella hora que pasé, sin saber por dónde estaba el norte ni el sur, tan solo mirando a fondo el trozo de asfalto por donde iba circulando a una velocidad muy corta, ya que apenas se divisaba unos treinta metros por delante. En el tiempo que pasé por ese mal trago, me acorde si ese sería el Camino de Las Meigas, o quizá donde los fantasmas se podrían reunir sin ser molestados, en aquellas raras noches de La Profunda Galicia. Un montón de leyendas pasaron por mi mente, además de algunas cosas escritas por la gallega Rosalía de Castro. Comprobé con mis ojos, todo ese mundo de fantasía, que acompañan a dichas leyendas. Creo que si hubiera habido un fantasma humano, con su sábana blanca, en mitad de aquel asfalto, hubiera pasado por encima de él, ya que el sonido del motor, más la niebla y su humedad. Con aquel entorno de monte perdido, me hubieran hecho ser un kamikaze, de la ruta que llevaba. El bagaje de mi coche era ligero, ya que todo mi equipaje, estaba en un hotel de Pontedeume. Y solamente salí aquella tarde noche, para comprobar los inciertos caminos. De esa tierra milenaria llena de leyendas oscuras, que desde aquel día las siento con más realidad. Cuando por fin vi una carretera que me llevaba a Miño, sin pensarlo dos veces, salimos en esa dirección, llegando a el centro de dicha población, sin tardar ni diez minutos, creo que la distancia era como de unos ocho kilómetros, que me parecieron muy pocos, ya que la niebla lluvia, había desaparecido un poco, y podríamos ver las luces de sus viviendas. Que no tardaríamos mucho tiempo estando allí, eso sí, pensando en lo que acabábamos de vivir, en aquel terreno de nadie, o sea el camino sin destino, que te puede llevar al infierno. Sin saber dónde caminas, ni de donde regresas. G X Cantalapiedra.