AQUELLA MAÑANA CUANDO LOS RESPLANDORES SE VEIAN
Aquel matrimonio de Toledo, circulaba por la carretera de la Costa de La Muerte, era el año 1990, cuando la alborada del nuevo día, del mes de septiembre, parecía quería presentarse, sobre los montes y laderas de esa Galicia tenebrosa, donde las curvas y los altos y descensos son continuos, a veces parece que son toboganes sin fin. De repente una gran luz, dejo iluminado todo el contorno de aquel trayecto, no muy lejos de Corcubión. La esposa grito al marido, has visto ese gran resplandor, y el marido al volante la contesto, son las claras de la madrugada gallega, que a veces los barcos con sus enormes luces dan resplandores. Todo parecía normal según el marido, pero la esposa empezó a temblar, al ver de nuevo otro resplandor que iluminaba montes y caminos, el marido pensó en algo raro, pero comento. “Quizá sean bengalas desde alguna ría, pidiendo auxilio, o alguna señal marina de peligro de temporal, Hubo un momento, en que el coche dejo de funcionar, el motor se paró, y no solo eso, si no que ninguna indicación de los pilotos de testigo del cuadro funcionaban, estaban en la oscuridad más absoluta, y el hombre intento dar a la llave de arranque, pero no había batería, las oscuridad era terrible, no se divisaba ninguna población en su entorno, y Corcubión y Fisterra, o sea Finisterre, no estaban demasiado lejos, más fueron momentos de pánico, un par de resplandores les dejaban medio ciegos en la madrugada, y sin saber cómo ni porqué, de nuevo el cuadro de luces se ilumino, y con ello el arranque del coche funciono, llegando hasta el bonito pueblo de Corcubión, donde en un café bar de pescadores, ya abierto esa madrugada, se dirigieron, sin contar nada de su alterado camino, más alguien comento, esta mañana están los cielos raros, y seguro que la mar y las rías estarán un poco problemáticas, habrá que salir a pescar con precauciones. El matrimonio de Toledo, escuchaba sin perder frase o palabra, aquellos hombres de mar, que parecían saber algo de aquel misterio, pero que ellos no querían ser unos intrusos en aquel medio de pescadores. Seguían callados, y con el oído puesto en el asunto. Después de desayunar, y visitar el conjunto de soportales, y demás cosas, se dirigieron hasta Fisterra, aparcando su automóvil, y llegando hasta la parte alta del Faro de Finisterre, donde sus tiendas de recuerdos, empezaban a abrirse al público, y entre aquellas grandes vistas al Océano Atlántico, los misterios parece que se amontonan. Tan solo pensar cómo pasan las olas hacia el interior de la bahía, y desde allí arriba tener la perfección de ir como en un barco enorme, que se aleja de la costa. El retorno hacia La Coruña, fue normal, nunca en Galicia preguntaron por lo que les sucedió, tan solo al llegar a su tierra de Toledo, lo comentaron con el electricista de automóviles, que les revisaba el coche, sin encontrar nada raro o anormal, y les comento, no tendrías sueño del viaje, o fuera alguna bengala de marinos en tierra, todo se quedo en el mayor misterio, tan solo comentaron, Galicia es otro mundo, no tiene nada que ver con nuestra tierra de Toledo, allí el verdor y la lluvias son permanentes, y las rías y montes, te dejan reflejos de vida animal a montones, no tiene nada que ver con esta Meseta Manchega, donde quitando las viñas y olivares, es todo campo seco, sobre todo en verano. Recorrer Galicia te hace cambiar de ideas. Estos fueron los comentarios del matrimonio toledano. G X Cantalapiedra.
Aquel matrimonio de Toledo, circulaba por la carretera de la Costa de La Muerte, era el año 1990, cuando la alborada del nuevo día, del mes de septiembre, parecía quería presentarse, sobre los montes y laderas de esa Galicia tenebrosa, donde las curvas y los altos y descensos son continuos, a veces parece que son toboganes sin fin. De repente una gran luz, dejo iluminado todo el contorno de aquel trayecto, no muy lejos de Corcubión. La esposa grito al marido, has visto ese gran resplandor, y el marido al volante la contesto, son las claras de la madrugada gallega, que a veces los barcos con sus enormes luces dan resplandores. Todo parecía normal según el marido, pero la esposa empezó a temblar, al ver de nuevo otro resplandor que iluminaba montes y caminos, el marido pensó en algo raro, pero comento. “Quizá sean bengalas desde alguna ría, pidiendo auxilio, o alguna señal marina de peligro de temporal, Hubo un momento, en que el coche dejo de funcionar, el motor se paró, y no solo eso, si no que ninguna indicación de los pilotos de testigo del cuadro funcionaban, estaban en la oscuridad más absoluta, y el hombre intento dar a la llave de arranque, pero no había batería, las oscuridad era terrible, no se divisaba ninguna población en su entorno, y Corcubión y Fisterra, o sea Finisterre, no estaban demasiado lejos, más fueron momentos de pánico, un par de resplandores les dejaban medio ciegos en la madrugada, y sin saber cómo ni porqué, de nuevo el cuadro de luces se ilumino, y con ello el arranque del coche funciono, llegando hasta el bonito pueblo de Corcubión, donde en un café bar de pescadores, ya abierto esa madrugada, se dirigieron, sin contar nada de su alterado camino, más alguien comento, esta mañana están los cielos raros, y seguro que la mar y las rías estarán un poco problemáticas, habrá que salir a pescar con precauciones. El matrimonio de Toledo, escuchaba sin perder frase o palabra, aquellos hombres de mar, que parecían saber algo de aquel misterio, pero que ellos no querían ser unos intrusos en aquel medio de pescadores. Seguían callados, y con el oído puesto en el asunto. Después de desayunar, y visitar el conjunto de soportales, y demás cosas, se dirigieron hasta Fisterra, aparcando su automóvil, y llegando hasta la parte alta del Faro de Finisterre, donde sus tiendas de recuerdos, empezaban a abrirse al público, y entre aquellas grandes vistas al Océano Atlántico, los misterios parece que se amontonan. Tan solo pensar cómo pasan las olas hacia el interior de la bahía, y desde allí arriba tener la perfección de ir como en un barco enorme, que se aleja de la costa. El retorno hacia La Coruña, fue normal, nunca en Galicia preguntaron por lo que les sucedió, tan solo al llegar a su tierra de Toledo, lo comentaron con el electricista de automóviles, que les revisaba el coche, sin encontrar nada raro o anormal, y les comento, no tendrías sueño del viaje, o fuera alguna bengala de marinos en tierra, todo se quedo en el mayor misterio, tan solo comentaron, Galicia es otro mundo, no tiene nada que ver con nuestra tierra de Toledo, allí el verdor y la lluvias son permanentes, y las rías y montes, te dejan reflejos de vida animal a montones, no tiene nada que ver con esta Meseta Manchega, donde quitando las viñas y olivares, es todo campo seco, sobre todo en verano. Recorrer Galicia te hace cambiar de ideas. Estos fueron los comentarios del matrimonio toledano. G X Cantalapiedra.