FANFARRÓN UN BURRO PENSADOR
Era el año de 1950, aquel burro castellano, se dedicó todo el verano, a transportar la comida y herramientas, de una cuadrilla de segadores de Galicia, que estando contratados por dos hermanos labradores, de la zona de Tierra Blanda, en la comarca de Medina del Campo, al terminar la faena de la siega en agosto, los segadores gallegos, compraron aquel burro llamado Fanfarrón, para con sus herramientas y ropas, coger un tren mercancía, y dirigirse a su tierra gallega. El burro se había acostumbrado a la forma de hablar, de aquellos hombres curtidos en el verano, de esa Castilla seca y polvorienta, el animal se portó muy bien en aquel vagón de animales transportados, donde a su alrededor, dormían y comían aquellos hombres duros, sin echar en falta nada, tan solo de vez en cuando al caer la noche comentaban, “Galicia terra nosa”, que ganas tengo de verte. El burro Fanfarrón en el vagón del tren, que no era demasiado malo, con una alpaca de paja y grano, y el agua en alguna estación le hicieron llegar a la tierra Gallega, sin demasiados problemas, y al verse sobre su suelo, comprendió el animal, que los calores eran diferentes, la humedad del ambiente era mucho mayor, y Fanfarrón rebuzno con fuerza, era una vida distinta a la de Tierra Blanda, pronto el asno se acomodó en su cuadra, donde algunas mañanas imponía sus rebuznos, todos los pollinos del contorno, de aquella Galicia Profunda, extrañaban el eco de ese sonido, que hacía temblar los cimientos de su cuadra. Fanfarrón, estando cansado de meditar en su cuadra, ya que estaba el solo, sin ningún animal que le hiciera compañía, una noche de lluvia del invierno de Galicia, pensó el intentar una escapada, por aquellos caminos y laderas todas de verde vestidas, para conocer un poco de aquel entorno, donde le habían llevado desde las tierras de Medina, una de aquellas mañanas, cuando sobre sus costillas pusieron una albarda, para cargar unas aguaderas grandes, y sobre ellas, cargar, repollos, berzas, cardos, y otros productos de la huerta gallega, Fanfarrón decidió, que una vez que la carga se la bajaran de su albarda, salir corriendo en cualquiera dirección, cosa que paso en muy poco tiempo, al verse solo con la libertad de no tener peso encima, decidió salir corriendo, para romper cincha y cabezada, y quedarse libre de los apeos que llevaba encima. Aquel Fanfarrón galopaba sin saber su dirección, miraba hacía todas partes, se le llenaban los ojos de verde, y apenas sentía hambre, solo en su mente de asno, pensaba huir de aquel entorno, donde la humedad le hacía estar melancólico, después de una hora galopando, se paró cerca de un huerto, y sin apenas esforzarse, metió su cabeza para comerse un par de berzas, que le cayeron muy bien en su gran estómago. Durante tres días con sus noches, Fanfarrón camino casi sin descanso, y ya en la provincia de Lugo, un afilador con su negocio, sobre una rueda grande, donde caminaba con todo su equipaje, se dio cuenta de que aquel pollino, iba escapado y sin dueño, y sin pensarlo dos veces, le puso sobre su cabeza, una especie de cabezada, echa con una cuerda, y en las carreteras por donde el caminaba, consiguió que aquel asno, le ayudase a llevar su mercancía, para poder afilar, cuchillos, tijeras y navajas, y así poder ganar su salario dignamente. Este afilador llegó trabajando, a la Castilla Profunda, y estando cerca de Medina del Campo, al divisar su Castillo de La Mota, recordó en su mente de burro, que aquella tierra le pertenecía, y sin dudarlo ni un minuto más, inicio una galopada, tirando al suelo todo aquel equipaje del afilador, y llegando en muy poco tiempo, al pueblo de Gomeznarro, donde había vivido toda su vida anterior, al verle llegar sus antiguos dueños, se emocionaron, y dijeron de aquí no saldrá nunca más. Fanfarrón se sintió feliz, sobre aquella Tierra Blanda, donde siendo buche, corrió y brinco en libertad absoluta. G X Cantalapiedra. 24 – 3 – 2020.
Era el año de 1950, aquel burro castellano, se dedicó todo el verano, a transportar la comida y herramientas, de una cuadrilla de segadores de Galicia, que estando contratados por dos hermanos labradores, de la zona de Tierra Blanda, en la comarca de Medina del Campo, al terminar la faena de la siega en agosto, los segadores gallegos, compraron aquel burro llamado Fanfarrón, para con sus herramientas y ropas, coger un tren mercancía, y dirigirse a su tierra gallega. El burro se había acostumbrado a la forma de hablar, de aquellos hombres curtidos en el verano, de esa Castilla seca y polvorienta, el animal se portó muy bien en aquel vagón de animales transportados, donde a su alrededor, dormían y comían aquellos hombres duros, sin echar en falta nada, tan solo de vez en cuando al caer la noche comentaban, “Galicia terra nosa”, que ganas tengo de verte. El burro Fanfarrón en el vagón del tren, que no era demasiado malo, con una alpaca de paja y grano, y el agua en alguna estación le hicieron llegar a la tierra Gallega, sin demasiados problemas, y al verse sobre su suelo, comprendió el animal, que los calores eran diferentes, la humedad del ambiente era mucho mayor, y Fanfarrón rebuzno con fuerza, era una vida distinta a la de Tierra Blanda, pronto el asno se acomodó en su cuadra, donde algunas mañanas imponía sus rebuznos, todos los pollinos del contorno, de aquella Galicia Profunda, extrañaban el eco de ese sonido, que hacía temblar los cimientos de su cuadra. Fanfarrón, estando cansado de meditar en su cuadra, ya que estaba el solo, sin ningún animal que le hiciera compañía, una noche de lluvia del invierno de Galicia, pensó el intentar una escapada, por aquellos caminos y laderas todas de verde vestidas, para conocer un poco de aquel entorno, donde le habían llevado desde las tierras de Medina, una de aquellas mañanas, cuando sobre sus costillas pusieron una albarda, para cargar unas aguaderas grandes, y sobre ellas, cargar, repollos, berzas, cardos, y otros productos de la huerta gallega, Fanfarrón decidió, que una vez que la carga se la bajaran de su albarda, salir corriendo en cualquiera dirección, cosa que paso en muy poco tiempo, al verse solo con la libertad de no tener peso encima, decidió salir corriendo, para romper cincha y cabezada, y quedarse libre de los apeos que llevaba encima. Aquel Fanfarrón galopaba sin saber su dirección, miraba hacía todas partes, se le llenaban los ojos de verde, y apenas sentía hambre, solo en su mente de asno, pensaba huir de aquel entorno, donde la humedad le hacía estar melancólico, después de una hora galopando, se paró cerca de un huerto, y sin apenas esforzarse, metió su cabeza para comerse un par de berzas, que le cayeron muy bien en su gran estómago. Durante tres días con sus noches, Fanfarrón camino casi sin descanso, y ya en la provincia de Lugo, un afilador con su negocio, sobre una rueda grande, donde caminaba con todo su equipaje, se dio cuenta de que aquel pollino, iba escapado y sin dueño, y sin pensarlo dos veces, le puso sobre su cabeza, una especie de cabezada, echa con una cuerda, y en las carreteras por donde el caminaba, consiguió que aquel asno, le ayudase a llevar su mercancía, para poder afilar, cuchillos, tijeras y navajas, y así poder ganar su salario dignamente. Este afilador llegó trabajando, a la Castilla Profunda, y estando cerca de Medina del Campo, al divisar su Castillo de La Mota, recordó en su mente de burro, que aquella tierra le pertenecía, y sin dudarlo ni un minuto más, inicio una galopada, tirando al suelo todo aquel equipaje del afilador, y llegando en muy poco tiempo, al pueblo de Gomeznarro, donde había vivido toda su vida anterior, al verle llegar sus antiguos dueños, se emocionaron, y dijeron de aquí no saldrá nunca más. Fanfarrón se sintió feliz, sobre aquella Tierra Blanda, donde siendo buche, corrió y brinco en libertad absoluta. G X Cantalapiedra. 24 – 3 – 2020.