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PONTEDEUME: AQUELLA NOCHE EL BATALLÓN DE ACERO...

AQUELLA NOCHE EL BATALLÓN DE ACERO
Era una noche del otoño del año 1937, Una compañía del Batallón de Acero, del ejército republicano, caminaba para hacer el relevo a sus compañeros, que se mantenían alerta en sus trincheras. Más aquella noche muy oscura, y a punto de llover, se ve que el soldado que marchaba de guía, se debió de confundir, y sin saber las causas, se metieron en la zona del ejército de Franco, donde una compañía, de infantería, dirigida por el capitán Bayón, observo dicho error, y preparándose para evitar el ataque, puso a toda su gente, en pie de defenderse del posible susto, los fusiles todos cargados, las bombas de mano al lado, por si fueran necesarias, y al ver que estaban muy próximos, el soldado que hacía de centinela, en aquella terrible noche, grito. ”Alto quien vive”. Y de la compañía que venía equivocada, salió un voz potente, que decía, “España”, el centinela volvió preguntar, “Que gente”. Y de nuevo la voz potente, grito. “El Batallón de Acero, mejor dicho los rojos”. El capitán Bayón, mando abrir fuego, y los fusiles dispararon con el único objetivo, de apuntar a donde venía el ruido de sus zapatos, los disparos en aquel ataque imprevisto, fueron mortales, durante más de media hora los fusiles no dejaron de disparar. Al amanecer del día, se veían rastros de sangre, pero no existía ningún muerto sobre el plomizo ambiente de aquella senda perdida. Toda la madrugada se escucharon lamentos, sin llegar a saber si aquella confusión fue causa de ciertos muertos. El Batallón de Acero, tuvo su fallo garrafal, al estar al descubierto, mientras las tropas de Franco estaban parapetadas. Y sin conocer el motivo de aquella visita, que fue cortada por las balas del llamado ejército nacional. Lo más triste de esta historia, es que después de casi cuarenta años, los padres del matrimonio recién contraído, estando de tertulia en casa de sus hijos, contando las batallitas de aquella guerra incivil, resultó que los dos consuegros estuvieron aquella noche allí, jugándose la vida, y cada cual contando sus penalidades. Uno en la zona sublevada, y el otro en el ejército del gobierno republicano. Los dos hombres apolíticos, sin fe en nadie, pasaron toda aquella guerra tratando de salvar su vida. Pero lo que ninguno de los dos pensaron, fue que serían consuegros, y que sus nietos llegarían a comprender aquel maldito delirio, que llevó a España a ser un campo de batalla y de muerte, muchas de ellas inocentes, que sembraron llantos y tristezas. Sin saber para qué tanto sufrimiento, dolores e hijos huérfanos. Esta historia fue un hecho real. G X Cantalapiedra.