AQUELLA NOCHE DE MEIGAS
Eran las tres de la madrugada, de aquella noche de meigas, eran sombras desterradas que casi nunca despliegan. Tres hombres medio borrachos cargados de sombras negras, caminaron a la casa donde vivieron las meigas, en sus pasos endiablados, cargados de penitencias, buscan sueños desterrados de su pasada conciencia, Son tres hombres tenebrosos, sustos de cualquier doncella, hombres que buscan rescoldos de una pesada barrera. Van a buscar las mujeres que algunos las llaman meigas, y se sienten maliciosos sin escuchar su conciencia. Ya no quedan más mujeres de las que ayer fueron meigas, y de los buenos placeres, hoy solo se ven quimeras. Borrachos de cicatrices, personas que no son buenas, hay momentos infelices que tan solo dejan penas. Los tres hombres van chillando, ocupan la carretera, el alcohol les va dañando y lo llevan a su vera. Quieren seguir su destino, quieren saber su destreza, conocen que su camino nunca será la nobleza. Los tres mirando hacia el cielo, buscando siempre a las meigas, tropiezan sobre su suelo mientras las quejas despliegan. Borrachos llenos de sombras, caminantes con condenas, hasta las meigas se asombran al ver que vuelan arenas. Aquella noche cerrada, sin ver la Luna despierta, será la noche angustiada que nos parece estar muerta. Las meigas fueron volando, quizá con la Luna llena, los tres borrachos gritando que no merece la pena. Los eucaliptos silbando, en aquella noche negra, la fiesta se va acabando y la lluvia es una fiera. Las meigas fueron huyendo sin pisar la carretera, dicen que algunas sintiendo no poder trazar frontera. Los tres borrachos gritando sin encontrar las aceras, el alcohol dejando empachos con sus temidas cegueras. Los tres borrachos volviendo a sus penosas viviendas, no pueden seguir andando al ver perdidas sus riendas. Las noches dejan sus huellas que parecen penitencias, no se pueden llamar bellas si son puras indigencias. Noches llenas de pesares, palabras que suenan huecas, en muchos de los hogares temen tocar esas teclas. Tenebrosos mal llegados, indignando a las conciencias, no pueden ser bien hablados ni tienen nunca clemencias. Son personajes de enredos que buscan sueños perdidos, que jamás respetan credos ni pueden ser permitidos. La vida nos va mostrando sus más sufridos martirios, el tiempo nos va llevando a cantidad de delirios. G X Cantalapiedra.
Eran las tres de la madrugada, de aquella noche de meigas, eran sombras desterradas que casi nunca despliegan. Tres hombres medio borrachos cargados de sombras negras, caminaron a la casa donde vivieron las meigas, en sus pasos endiablados, cargados de penitencias, buscan sueños desterrados de su pasada conciencia, Son tres hombres tenebrosos, sustos de cualquier doncella, hombres que buscan rescoldos de una pesada barrera. Van a buscar las mujeres que algunos las llaman meigas, y se sienten maliciosos sin escuchar su conciencia. Ya no quedan más mujeres de las que ayer fueron meigas, y de los buenos placeres, hoy solo se ven quimeras. Borrachos de cicatrices, personas que no son buenas, hay momentos infelices que tan solo dejan penas. Los tres hombres van chillando, ocupan la carretera, el alcohol les va dañando y lo llevan a su vera. Quieren seguir su destino, quieren saber su destreza, conocen que su camino nunca será la nobleza. Los tres mirando hacia el cielo, buscando siempre a las meigas, tropiezan sobre su suelo mientras las quejas despliegan. Borrachos llenos de sombras, caminantes con condenas, hasta las meigas se asombran al ver que vuelan arenas. Aquella noche cerrada, sin ver la Luna despierta, será la noche angustiada que nos parece estar muerta. Las meigas fueron volando, quizá con la Luna llena, los tres borrachos gritando que no merece la pena. Los eucaliptos silbando, en aquella noche negra, la fiesta se va acabando y la lluvia es una fiera. Las meigas fueron huyendo sin pisar la carretera, dicen que algunas sintiendo no poder trazar frontera. Los tres borrachos gritando sin encontrar las aceras, el alcohol dejando empachos con sus temidas cegueras. Los tres borrachos volviendo a sus penosas viviendas, no pueden seguir andando al ver perdidas sus riendas. Las noches dejan sus huellas que parecen penitencias, no se pueden llamar bellas si son puras indigencias. Noches llenas de pesares, palabras que suenan huecas, en muchos de los hogares temen tocar esas teclas. Tenebrosos mal llegados, indignando a las conciencias, no pueden ser bien hablados ni tienen nunca clemencias. Son personajes de enredos que buscan sueños perdidos, que jamás respetan credos ni pueden ser permitidos. La vida nos va mostrando sus más sufridos martirios, el tiempo nos va llevando a cantidad de delirios. G X Cantalapiedra.