AQUEL MATRIMONIO CRUZANDO LA RÍA DE UME
Eran las ocho de la tarde del mes de julio, del año 2001, cuando el matrimonio de Madrid, salieron en un barco pequeño, para darse una vuelta por dicha Ría de Ume. El tiempo era bastante tranquilo, pero la tarde para el matrimonio iba a ser movida, ya que dicha barca parecía navegar dando bandazos, y al no estar acostumbrados a pisar en ningún barco, les parecía que terminarían en el fondo del mar, ya que camino salieron de ir al Cantábrico, El dueño de la barca que les llevaba invitados, por ser conocidos suyos de hace años, les tranquilizaba, diciéndoles que era el mar quien movía a su barca, sin poder remediar dicho balanceo. Más el matrimonio al verse con mareos y ganas de vomitar, le indicaron al marino, que les devolviera a Pontedeume, ya que ellos eran en tierra donde mejor se defendían, y no tendrían el problema de ser personas mareadas. El dueño del barco dio la vuelta, y pronto metió velocidad al barquito, para llegar a Pontedeume, donde les dejaría en el embarcadero, aunque durante el retorno, aquel barco parecía romperse a trozos, su tembladera era fatal, sus asientos eran terribles, y los brincos sobre las olas, dejaban descolocados al matrimonio, que enseguida en tierra la esposa decía. “No volveré a montar en barquitos pequeños nunca, esta tarde vi pasar por mi mente, toda mi vida, y no solo eso, si no que pensé que acabaríamos en el fondo de la Ría. Los que somos de tierra a dentro, y encima de secano, debemos de pensar mucho en montar en barquitos, que tienen poca resistencia a las olas del mar, creo que esta experiencia me ha servido de ejemplo, seguiremos paseando por la orilla del mar y de las rías, decía mi abuelo, “Ni cojas la barca, ni agarres el remo, el mar no se atasca, más sus olas temo. No busques marinos ni sueñes con olas, hay signos divinos que buscan rompeolas. En tardes tranquilas las rías se sueñan, luego las perfilas viendo que te empeñas. Si tienes complejos llenos de verdades, mira desde lejos esas soledades”.
G X Cantalapiedra.
Eran las ocho de la tarde del mes de julio, del año 2001, cuando el matrimonio de Madrid, salieron en un barco pequeño, para darse una vuelta por dicha Ría de Ume. El tiempo era bastante tranquilo, pero la tarde para el matrimonio iba a ser movida, ya que dicha barca parecía navegar dando bandazos, y al no estar acostumbrados a pisar en ningún barco, les parecía que terminarían en el fondo del mar, ya que camino salieron de ir al Cantábrico, El dueño de la barca que les llevaba invitados, por ser conocidos suyos de hace años, les tranquilizaba, diciéndoles que era el mar quien movía a su barca, sin poder remediar dicho balanceo. Más el matrimonio al verse con mareos y ganas de vomitar, le indicaron al marino, que les devolviera a Pontedeume, ya que ellos eran en tierra donde mejor se defendían, y no tendrían el problema de ser personas mareadas. El dueño del barco dio la vuelta, y pronto metió velocidad al barquito, para llegar a Pontedeume, donde les dejaría en el embarcadero, aunque durante el retorno, aquel barco parecía romperse a trozos, su tembladera era fatal, sus asientos eran terribles, y los brincos sobre las olas, dejaban descolocados al matrimonio, que enseguida en tierra la esposa decía. “No volveré a montar en barquitos pequeños nunca, esta tarde vi pasar por mi mente, toda mi vida, y no solo eso, si no que pensé que acabaríamos en el fondo de la Ría. Los que somos de tierra a dentro, y encima de secano, debemos de pensar mucho en montar en barquitos, que tienen poca resistencia a las olas del mar, creo que esta experiencia me ha servido de ejemplo, seguiremos paseando por la orilla del mar y de las rías, decía mi abuelo, “Ni cojas la barca, ni agarres el remo, el mar no se atasca, más sus olas temo. No busques marinos ni sueñes con olas, hay signos divinos que buscan rompeolas. En tardes tranquilas las rías se sueñan, luego las perfilas viendo que te empeñas. Si tienes complejos llenos de verdades, mira desde lejos esas soledades”.
G X Cantalapiedra.