AQUELLA PAREJA DE GALICIA
Aquella pareja de jóvenes, venidos de la Galicia Profunda, estaban intentando abrirse camino, en la capital de España, en aquel mes de septiembre de 1965, primero trabajaron los dos juntos en un restaurante en su cocina, luego el joven de conductor de Taxi, y la joven novia, consiguió entrar en un despacho de notaria, como chica de recados y archivos, todo les funciono como ellos querían o tenían previsto, fueron tiempos difíciles, hasta lograr entre ambos dar la entrada para un piso, en el Barrio de Hortaleza, y casándose casi a escondidas, para evitar demasiados desplazamientos y gastos, Dos hijos tuvieron sin dejar apenas el trabajo, el marido, día y noche al volante del Taxi, para tener siempre unos ahorrillos, para su jubilación poder volver a su Galicia querida. Fueron personas educadas, supieron estar en sus lugares de trabajo, y apenas se les notaba el acento gallego, más cuando el matrimonio estaba solo, su forma de hablar era el de su amada Galicia, La mujer con un suave acento gallego, pero con la melancolía de Rosalía de Castro. En su trabajo era como la llamaban, incluido el notario y sus empleados, Una voz melosa, pero clara y sin demasiado acento. El matrimonio llegó a jubilarse, y empezó a pensar, que hacemos nos quedamos en Madrid, o marchamos donde se fueron nuestros dos hijos fuera de España, después de pensarlo durante muchas horas, la esposa con su voz melosa y clara, comentó, como en Galicia en ninguna parte, aunque allí llueva a diario, todos nuestros antepasados están allí descansando, y el marido que también deseaba regresar a su tierra, dijo sí, nos iremos sin tardar mucho tiempo, pronto vendieron su piso del Barrio de Hortaleza, donde ya algún vecino la llamaban a la señora, Rosalía de Castro, todos sus amigos de esos años, sintieron su marcha, su voz delicada y cariñosa, era una mujer con encanto personal, que sin dárselas de poetisa, tenía una voz que encandilaba, y en el plazo de dos meses, tenían su casa o pazo, en Puentedeume, y donde según noticias fueron felices, sin olvidarse de sus paseos por Madrid, de conocer restaurantes gallegos, sus casas regionales, todo lo que les mantuvo unidos a esa Galicia de siempre, que tiende sus amarras a sus muchos emigrantes, que quizá mejoraron su vida fuera de allí, pero que jamás olvidaron sus raíces, con sus rías fabulosas, sus montes verdes, sus costumbres ancestrales, y el eco del sonido de su lengua, Se marcharon de Galicia siendo jóvenes, Pero la nostalgia y su morriña nunca se alejaron de ellos. Parece ser que la llevaron de compañera. Y en Madrid nunca les faltaron amigos, ni sus buenos vecinos, que el día de su regreso a Galicia, se les saltaron las lágrimas al despedirles. Pero la vida tuvo esos tiempos, donde la inmigración fue forzosa en algunos casos. G X Cantalapiedra.
Aquella pareja de jóvenes, venidos de la Galicia Profunda, estaban intentando abrirse camino, en la capital de España, en aquel mes de septiembre de 1965, primero trabajaron los dos juntos en un restaurante en su cocina, luego el joven de conductor de Taxi, y la joven novia, consiguió entrar en un despacho de notaria, como chica de recados y archivos, todo les funciono como ellos querían o tenían previsto, fueron tiempos difíciles, hasta lograr entre ambos dar la entrada para un piso, en el Barrio de Hortaleza, y casándose casi a escondidas, para evitar demasiados desplazamientos y gastos, Dos hijos tuvieron sin dejar apenas el trabajo, el marido, día y noche al volante del Taxi, para tener siempre unos ahorrillos, para su jubilación poder volver a su Galicia querida. Fueron personas educadas, supieron estar en sus lugares de trabajo, y apenas se les notaba el acento gallego, más cuando el matrimonio estaba solo, su forma de hablar era el de su amada Galicia, La mujer con un suave acento gallego, pero con la melancolía de Rosalía de Castro. En su trabajo era como la llamaban, incluido el notario y sus empleados, Una voz melosa, pero clara y sin demasiado acento. El matrimonio llegó a jubilarse, y empezó a pensar, que hacemos nos quedamos en Madrid, o marchamos donde se fueron nuestros dos hijos fuera de España, después de pensarlo durante muchas horas, la esposa con su voz melosa y clara, comentó, como en Galicia en ninguna parte, aunque allí llueva a diario, todos nuestros antepasados están allí descansando, y el marido que también deseaba regresar a su tierra, dijo sí, nos iremos sin tardar mucho tiempo, pronto vendieron su piso del Barrio de Hortaleza, donde ya algún vecino la llamaban a la señora, Rosalía de Castro, todos sus amigos de esos años, sintieron su marcha, su voz delicada y cariñosa, era una mujer con encanto personal, que sin dárselas de poetisa, tenía una voz que encandilaba, y en el plazo de dos meses, tenían su casa o pazo, en Puentedeume, y donde según noticias fueron felices, sin olvidarse de sus paseos por Madrid, de conocer restaurantes gallegos, sus casas regionales, todo lo que les mantuvo unidos a esa Galicia de siempre, que tiende sus amarras a sus muchos emigrantes, que quizá mejoraron su vida fuera de allí, pero que jamás olvidaron sus raíces, con sus rías fabulosas, sus montes verdes, sus costumbres ancestrales, y el eco del sonido de su lengua, Se marcharon de Galicia siendo jóvenes, Pero la nostalgia y su morriña nunca se alejaron de ellos. Parece ser que la llevaron de compañera. Y en Madrid nunca les faltaron amigos, ni sus buenos vecinos, que el día de su regreso a Galicia, se les saltaron las lágrimas al despedirles. Pero la vida tuvo esos tiempos, donde la inmigración fue forzosa en algunos casos. G X Cantalapiedra.