MAS DE DOS SIGLOS
Han pasado más de dos siglos, que aquella señora se quedó viuda, su marido un marino de vocación y sentimiento, se lo llevo una galerna, o temporal del Cantábrico, dicha señora se encontró sin medio de subsistencia, y tuvo que dedicarse en pleno a sacar a sus tres hijos a flote, con muy poca edad, fueron tiempos muy difíciles, con solo una vivienda pequeña con su huerto, y una vaca que usaba para alimentarse de leche, a sus tres hijos.
La señora sabia por su abuela, que siendo niña la enseño, que muchas de las hierbas salvajes de aquella zona de Galicia, eran verdaderos medicamentos, y en aquellos años donde la medicina no llegaba a todas partes, se empezó a dedicar a negociar con sus hierbas, y tuvo la suerte de curar algún vecino, que pronto le dieron publicidad gratuita, y a la vez sacarla de tan dura situación económica. Más siempre existen los aguafiestas, personas que no admiten que los que están fastidiados sin demasiados vienes, puedan vivir dignamente.
Y empezaron a tratarla de meiga, o bruja, a la vez de curandera, pronto las autoridades de aquella época trataron de impedir su trabajo, e incluso denunciarla a la Santa Inquisición.
Aunque un sacerdote venido de Santiago de Compostela dijo no haber causa, ya que no cobraba nada obligado, si no la voluntad, para alimentar a sus tres hijos.
Pronto empezaron a decirla la meiga, y la señora arrastrando tan mal apodo, se sentía como humillada, y a sus tres hijos les llamaban los de la meiga curandera.
Tuvo que macharse de aquel lugar donde ella había nacido y crecido, y donde sus hijos empezaron a vivir la vida, pero serian por siempre despreciados, si seguían en aquel lugar viviendo.
La señora vendió todos sus bienes, y con sus tres hijos inicio el camino de América en barco, para seguir su vida sin el yugo ni la presión de sus propios vecinos, que algunos les hubiera gustado ver aquella mujer digna, en la hoguera de La Santa Inquisición. Y no verla marcharse con la cabeza alta, solo pensando en una vida mejor lejos de su Galicia natal.
Posiblemente en América Latina, pudo rehacer su vida, dejando atrás las malditas leyendas que despreciaron a todas las mujeres, que sabían curar enfermedades con las hierbas de esa zona de Galicia.
G X Cantalapiedra.
Han pasado más de dos siglos, que aquella señora se quedó viuda, su marido un marino de vocación y sentimiento, se lo llevo una galerna, o temporal del Cantábrico, dicha señora se encontró sin medio de subsistencia, y tuvo que dedicarse en pleno a sacar a sus tres hijos a flote, con muy poca edad, fueron tiempos muy difíciles, con solo una vivienda pequeña con su huerto, y una vaca que usaba para alimentarse de leche, a sus tres hijos.
La señora sabia por su abuela, que siendo niña la enseño, que muchas de las hierbas salvajes de aquella zona de Galicia, eran verdaderos medicamentos, y en aquellos años donde la medicina no llegaba a todas partes, se empezó a dedicar a negociar con sus hierbas, y tuvo la suerte de curar algún vecino, que pronto le dieron publicidad gratuita, y a la vez sacarla de tan dura situación económica. Más siempre existen los aguafiestas, personas que no admiten que los que están fastidiados sin demasiados vienes, puedan vivir dignamente.
Y empezaron a tratarla de meiga, o bruja, a la vez de curandera, pronto las autoridades de aquella época trataron de impedir su trabajo, e incluso denunciarla a la Santa Inquisición.
Aunque un sacerdote venido de Santiago de Compostela dijo no haber causa, ya que no cobraba nada obligado, si no la voluntad, para alimentar a sus tres hijos.
Pronto empezaron a decirla la meiga, y la señora arrastrando tan mal apodo, se sentía como humillada, y a sus tres hijos les llamaban los de la meiga curandera.
Tuvo que macharse de aquel lugar donde ella había nacido y crecido, y donde sus hijos empezaron a vivir la vida, pero serian por siempre despreciados, si seguían en aquel lugar viviendo.
La señora vendió todos sus bienes, y con sus tres hijos inicio el camino de América en barco, para seguir su vida sin el yugo ni la presión de sus propios vecinos, que algunos les hubiera gustado ver aquella mujer digna, en la hoguera de La Santa Inquisición. Y no verla marcharse con la cabeza alta, solo pensando en una vida mejor lejos de su Galicia natal.
Posiblemente en América Latina, pudo rehacer su vida, dejando atrás las malditas leyendas que despreciaron a todas las mujeres, que sabían curar enfermedades con las hierbas de esa zona de Galicia.
G X Cantalapiedra.