HACE ALGUNOS AÑOS LLEGABA UN NIÑO
En aquel día del mes de abril, era por Semana Santa, nos llegaba de Madrid un niño con su esperanza. Fueron pasando los días, se pasaron las semanas, fueron cantando los ríos por las tierras castellanas. Aquel niño va creciendo, sus ilusiones avanzan, dice que viene sintiendo sensaciones que le alcanzan. Galicia viene en su mente como una tierra anhelada, y la lleva muy presente al verla tan decorada. Mira sus puentes de piedra, ve las rosas encantadas, de vez en cuando la hiedra le deja frases marcadas. Siente en el pecho un delirio, y una sombra que se alarga, que nunca será martirio ni jamás la fruta amarga. El niño sigue contento, su figura no descansa, sus versos son un sustento que ni la lluvia le amansa. Es feliz en su Galicia, donde se refleja calma, y nos cuenta la delicia que puede tener el alma. Sin prisas ni malos modos, sin lamentos ni murallas, ve las curvas y recodos sin saber si hubo batallas. El niño sigue mirando a las preciosas montañas, donde el verdor va brillando sin ver las horas extrañas. Muchos libros son caricias de esta tierra en sobresalto, donde se viven delicias y nadie quiere ver llanto. Ira por Las Fragas de Ume, entre momentos soñados, en su caminar asume muchos senderos andados. Aquel niño tiene luces que ya se van despertando, y aunque contempla las cruces el niño sigue buscando. Los misterios siguen libres, los pasos se van volando, muchos minutos percibes que puede seguir pensando. Se van machando los meses, los niños van estudiando, dicen que se ven reveses si los libros van dejando. Todo tiene su camino, nada se puede ir parando, cada cual tiene un destino que quieres ir abrazando. El mañana nos espera, una luz viene brillando, hoy Rusia nos desespera al ver lo que está liando, Ucrania sigue su rumbo que pudiera ser amargo, hoy lo presiente el absurdo que ve su camino largo. Galicia no quiere guerras, ni quiere ver enterrando, los muertos cuando se entierran dejan sus gentes llorando. G X Cantalapiedra.
En aquel día del mes de abril, era por Semana Santa, nos llegaba de Madrid un niño con su esperanza. Fueron pasando los días, se pasaron las semanas, fueron cantando los ríos por las tierras castellanas. Aquel niño va creciendo, sus ilusiones avanzan, dice que viene sintiendo sensaciones que le alcanzan. Galicia viene en su mente como una tierra anhelada, y la lleva muy presente al verla tan decorada. Mira sus puentes de piedra, ve las rosas encantadas, de vez en cuando la hiedra le deja frases marcadas. Siente en el pecho un delirio, y una sombra que se alarga, que nunca será martirio ni jamás la fruta amarga. El niño sigue contento, su figura no descansa, sus versos son un sustento que ni la lluvia le amansa. Es feliz en su Galicia, donde se refleja calma, y nos cuenta la delicia que puede tener el alma. Sin prisas ni malos modos, sin lamentos ni murallas, ve las curvas y recodos sin saber si hubo batallas. El niño sigue mirando a las preciosas montañas, donde el verdor va brillando sin ver las horas extrañas. Muchos libros son caricias de esta tierra en sobresalto, donde se viven delicias y nadie quiere ver llanto. Ira por Las Fragas de Ume, entre momentos soñados, en su caminar asume muchos senderos andados. Aquel niño tiene luces que ya se van despertando, y aunque contempla las cruces el niño sigue buscando. Los misterios siguen libres, los pasos se van volando, muchos minutos percibes que puede seguir pensando. Se van machando los meses, los niños van estudiando, dicen que se ven reveses si los libros van dejando. Todo tiene su camino, nada se puede ir parando, cada cual tiene un destino que quieres ir abrazando. El mañana nos espera, una luz viene brillando, hoy Rusia nos desespera al ver lo que está liando, Ucrania sigue su rumbo que pudiera ser amargo, hoy lo presiente el absurdo que ve su camino largo. Galicia no quiere guerras, ni quiere ver enterrando, los muertos cuando se entierran dejan sus gentes llorando. G X Cantalapiedra.