AQUEL HOMBRE TEMBLÓ DE MIEDO
Eran las tres de la madrugada de un día del mes de marzo, del año 1995, aquel hombre venido de Madrid, dueño de aquella casa de campo, digamos un pazo medio en ruina de Puentedeume, que aquella familia había comprado, para restaurarlo, cuando unos ruidos bastante grandes le despertaron, los chirridos de aquellas viejas puertas, que esa familia quería cambiarlas, le hicieron levantarse y coger una escopeta de caza de su propiedad, en la oscuridad los pasos seguían hacia su dormitorio, y el hombre aquel no dudo en disparar dicha escopeta, que el fogonazo en aquel pasillo fue tremendo, más el silencio siguió a el disparo, y el hombre sin atreverse a encender la luz con su escopeta, esperaba cualquier sonido, que no se escuchaba en aquel rato largo, el hombre cogió en su mesilla de al lado de la cama una linterna, que encendió sobre el pasillo, viendo allí caído y digamos muerto, una cabra o chivo, y con su miedo a cuestas, pisando sin apenas meter ruido, llegó hasta la cabra, que desangrada estaba fallecida, el hombre sin atreverse casi a nada, arrastro al animal muerto hasta el patio trasero, donde le dejó sobre el suelo, Volviendo de nuevo a su cama, pero sin poder dormir aquella noche más, se le presentaban los diablos vestidos de chivos, y las brujas y meigas de las que había escuchado varias historias en Galicia. A la mañana siguiente se dirigió a las autoridades, para que recogieran a dicha cabra, y el hombre sin ganas de volver a pasar más noches de centinela, abandono su pazo camino de Madrid, para contarle a su familia lo que le sucedió esa primera noche, del día primero que llegó a Puentedeume, para iniciar la reconstrucción de dicho pazo, abandonado a una triste demolición, y con distintas historias de gentes un poco raras, de las que le dijeron algunos vecinos de dicha vivienda, que nunca le dijeron nada en claro, solo la palabra depende, cuando algo preguntaba siempre era la misma conclusión depende de como y cuando, pero siempre depende, y aquel hombre criado en Madrid, pero descendiente de familia gallega, no lo veía demasiado claro, por eso dejo aquella obra para verano, que los días son más largos con sol, aunque en Galicia a veces sean más melancólicos. Y dejando todos sus esquemas para el tiempo más caluroso. G X Cantalapiedra.
Eran las tres de la madrugada de un día del mes de marzo, del año 1995, aquel hombre venido de Madrid, dueño de aquella casa de campo, digamos un pazo medio en ruina de Puentedeume, que aquella familia había comprado, para restaurarlo, cuando unos ruidos bastante grandes le despertaron, los chirridos de aquellas viejas puertas, que esa familia quería cambiarlas, le hicieron levantarse y coger una escopeta de caza de su propiedad, en la oscuridad los pasos seguían hacia su dormitorio, y el hombre aquel no dudo en disparar dicha escopeta, que el fogonazo en aquel pasillo fue tremendo, más el silencio siguió a el disparo, y el hombre sin atreverse a encender la luz con su escopeta, esperaba cualquier sonido, que no se escuchaba en aquel rato largo, el hombre cogió en su mesilla de al lado de la cama una linterna, que encendió sobre el pasillo, viendo allí caído y digamos muerto, una cabra o chivo, y con su miedo a cuestas, pisando sin apenas meter ruido, llegó hasta la cabra, que desangrada estaba fallecida, el hombre sin atreverse casi a nada, arrastro al animal muerto hasta el patio trasero, donde le dejó sobre el suelo, Volviendo de nuevo a su cama, pero sin poder dormir aquella noche más, se le presentaban los diablos vestidos de chivos, y las brujas y meigas de las que había escuchado varias historias en Galicia. A la mañana siguiente se dirigió a las autoridades, para que recogieran a dicha cabra, y el hombre sin ganas de volver a pasar más noches de centinela, abandono su pazo camino de Madrid, para contarle a su familia lo que le sucedió esa primera noche, del día primero que llegó a Puentedeume, para iniciar la reconstrucción de dicho pazo, abandonado a una triste demolición, y con distintas historias de gentes un poco raras, de las que le dijeron algunos vecinos de dicha vivienda, que nunca le dijeron nada en claro, solo la palabra depende, cuando algo preguntaba siempre era la misma conclusión depende de como y cuando, pero siempre depende, y aquel hombre criado en Madrid, pero descendiente de familia gallega, no lo veía demasiado claro, por eso dejo aquella obra para verano, que los días son más largos con sol, aunque en Galicia a veces sean más melancólicos. Y dejando todos sus esquemas para el tiempo más caluroso. G X Cantalapiedra.