AMOR HASTA LA MUERTE
Aquella pareja, él un hombre divorciado, ella una señora viuda, que se conocían de toda la vida, y emprendieron una amistad concluyente, que les llevaría con el paso del tiempo a poder vivir juntos, en un ambiente tranquilo de Galicia, El hombre cuando se divorció, estuvo viviendo con una hermana mayor que él soltera, y cuando empezó a vivir con la que fuera su amor para el resto de la vida, se prometieron amor sin firmar papeles, dentro de la iglesia de Miño, de frente de un crucifico pequeño instalado en una columna de dicha Iglesia, Se juraron amor eterno sin excusas de nada, sin grandes prisas emprendieron su relación cada día más grande, y con el paso de los años, se dieron cuenta que se respetaban y querían a fondo, incluso viajaron por distintas ciudades, y sus gustos eran casi siempre iguales, de vez en cuando lo mismo el hombre que su compañera se decían, “Que pasará el día que uno de los dos falte, y el otro contestaba, no tendremos problemas, nos moriremos juntos, y aquella promesa corría por las venas de la pareja sin dudas. El tiempo se fue pasando, y llegaron a los ochenta y tantos, los achaques les iban sorteando con amor y fidelidad, y aunque estuvieron alguna vez enfermos, se cuidaban para seguir adelante sin demasiados problemas, El hombre había pensado. Si mi compañera falleciera antes que yo, lo tengo claro, mis medicamentos tomados todos juntos me harían que la acompañe hasta en el último viaje, Fueron tiempos difíciles, más la guadaña se acercó a su casa, con una enfermedad maldita, que es la que siembra temores en la mayoría de las personas, La señora se fue agotando su salud y una madrugada dejo esta vida, abrazando a su compañero de vida, Fueron momentos muy duros y con dudas, El marido no sabia como terminar su vida, se encontraba desesperado y sin ganas de querer seguir viviendo, De pronto se acordó de como Lucio Anneo Seneca, se marcho de este mundo, y aunque el hombre aquel, lo había leído de niño en el colegio, lo llevo a cabo en su cuarto de baño, y pudo cumplir con su promesa, marchándose tranquilo y feliz con aquel juramento, que siempre le tuvo en su mente. Hay amores cuya fidelidad es eterna, no pueden vivir uno sin el otro, G X Cantalapiedra.
Aquella pareja, él un hombre divorciado, ella una señora viuda, que se conocían de toda la vida, y emprendieron una amistad concluyente, que les llevaría con el paso del tiempo a poder vivir juntos, en un ambiente tranquilo de Galicia, El hombre cuando se divorció, estuvo viviendo con una hermana mayor que él soltera, y cuando empezó a vivir con la que fuera su amor para el resto de la vida, se prometieron amor sin firmar papeles, dentro de la iglesia de Miño, de frente de un crucifico pequeño instalado en una columna de dicha Iglesia, Se juraron amor eterno sin excusas de nada, sin grandes prisas emprendieron su relación cada día más grande, y con el paso de los años, se dieron cuenta que se respetaban y querían a fondo, incluso viajaron por distintas ciudades, y sus gustos eran casi siempre iguales, de vez en cuando lo mismo el hombre que su compañera se decían, “Que pasará el día que uno de los dos falte, y el otro contestaba, no tendremos problemas, nos moriremos juntos, y aquella promesa corría por las venas de la pareja sin dudas. El tiempo se fue pasando, y llegaron a los ochenta y tantos, los achaques les iban sorteando con amor y fidelidad, y aunque estuvieron alguna vez enfermos, se cuidaban para seguir adelante sin demasiados problemas, El hombre había pensado. Si mi compañera falleciera antes que yo, lo tengo claro, mis medicamentos tomados todos juntos me harían que la acompañe hasta en el último viaje, Fueron tiempos difíciles, más la guadaña se acercó a su casa, con una enfermedad maldita, que es la que siembra temores en la mayoría de las personas, La señora se fue agotando su salud y una madrugada dejo esta vida, abrazando a su compañero de vida, Fueron momentos muy duros y con dudas, El marido no sabia como terminar su vida, se encontraba desesperado y sin ganas de querer seguir viviendo, De pronto se acordó de como Lucio Anneo Seneca, se marcho de este mundo, y aunque el hombre aquel, lo había leído de niño en el colegio, lo llevo a cabo en su cuarto de baño, y pudo cumplir con su promesa, marchándose tranquilo y feliz con aquel juramento, que siempre le tuvo en su mente. Hay amores cuya fidelidad es eterna, no pueden vivir uno sin el otro, G X Cantalapiedra.