LAS VIEJAS LEYENDAS CONTADAS EN EL DESGUACE DE SADA
Cuentas las viejas leyendas, que hace siglos, hubo un leñador famoso por los montes de Miño, que estaba interesado, en construir una lancha con maderos, de los que el mismo talaba en su trabajo, para poder llegar hasta la localidad de Sada, donde parecía tener un amor imposible, por su distancia, ya que por los caminos de entonces, eran cuatro o cinco horas de ir en caballerías, y eso parecía ser algo temido, mucho más en las horas nocturnas, por eso parecía decidido a terminar de sujetar, los maderos con clavos y cuerdas, y con una especie de pala de madera que él se fabrico, le serviría de remo, el hombre no sabía nadar, para poder cruzar dicha ría sin demasiado peligro, pero el amor hacia una bella mujer, que residía en Sada, y que había nacido al parecer en Perbes, le hacían sentirse con el valor suficiente, para poder llevar a flote su invento. En su mente se encontraba metido, un viaje que siendo niño, su padre le llevo a conocer el pueblo de Sada, y quedo encantado al visitarlo y pisar su muelle marinero, ya que desde su localidad, le parecía que estaba al lado, sin embargo la Ría de Betanzos, era un obstáculo grandioso, por tan temida distancia, y más en aquellos años donde no existían motores en los barcos, y sus trayectos eran a base de velas. Más su invento le quería poner en marcha un domingo del mes de mayo a últimos, sin temer que podía costarle algún serio disgusto. Desde el monte de Miño, con dos compañeros de su oficio se decidió, bajar la balsa en trozos, hasta la playa Grande de Miño, donde pensaba echarla a la Ría de Betanzos, y desde allí tratar de conducirla, hasta el puerto de Sada. Todo parecía normal, y hasta sus colaboradores le animaban, para efectuar el cruce de la Ría, aunque fuera un trozo de mar con corrientes y olas. Prepararon la lancha, con varios maderos atados entre sí, y a la vez algunos con los clavos sujetando su posición de atadura. Todo parecía normal, pero el mar es un testigo mal encarado, y cuando se encontraba en medio de la travesía, las olas movían aquellos maderos cómo si fueran cascaras de nuez, el hombre se había atado a un pie una cuerda, que estaba sujeta a uno de los maderos, y bailaba al compas del temporal, sobre la superficie de la lancha, sin apenas poder dirigir su trayectoria. Las olas le hacían sentirse un vulgar payaso, sobre aquella superficie de maderos atados, y el miedo a caerse al agua le tenían atemorizado, aquel viaje que él pensaba que era un paseo por el mar, de quince minutos, se convirtió en un trayecto tenebroso, de más de hora y media, sin poder apenas remar, y su esfuerzo se veía supeditado a los vaivenes que la Ría le iba dando, el leñador termino con su invento, en el final del muro del puerto de Sada, que en aquellos años apenas era un pequeño rompeolas. Al poner el pie sobre el suelo, le dio gracias a su dios marinero y leñador, diciendo“. No volveré a embarcarme en esta penosa aventura, y volveré a Miño en cualquier medio de transporte, antes de regresar en mí lancha. Algunos curiosos de Sada, miraban hacia el horizonte, viendo no muy lejano aquel pueblo de Miño, de donde procedía el leñador, y la mayoría pensaba, hay que estar muy loco, para iniciar esta travesía. Aunque el hombre no perdió su viaje, al comprobar que su novia, vino a buscarle, hasta el lugar donde su lancha encallo, y donde quedo sin poder servir para próximos viajes, al ser vendida para madera de leña de cocinas. El leñador, tuvo que volver a Miño, sin ninguna ayuda, pero en su corazón llevaba el ánimo de a ver podido cruzar esa Ría, que separaba las dos localidades, y en su historia dejo escrito para la posteridad, todo el valor que un hombre tiene cuando desea estar al lado de su gran amor…. Hoy han pasado muchos años de aquella brava aventura, pero hay hombres en cualquier “Desguace”, como el de Sada, que recuerdan la historia de su andadura, que algunos llamarán locura. Pero locura de amor, sin otros adjetivos… G X Cantalapiedra…. 5 – 9 – 2016.
Un sobresaliente en amistad y simpatía a las personas que llevan el bar del desguace. con mi aprecio personal.
Cuentas las viejas leyendas, que hace siglos, hubo un leñador famoso por los montes de Miño, que estaba interesado, en construir una lancha con maderos, de los que el mismo talaba en su trabajo, para poder llegar hasta la localidad de Sada, donde parecía tener un amor imposible, por su distancia, ya que por los caminos de entonces, eran cuatro o cinco horas de ir en caballerías, y eso parecía ser algo temido, mucho más en las horas nocturnas, por eso parecía decidido a terminar de sujetar, los maderos con clavos y cuerdas, y con una especie de pala de madera que él se fabrico, le serviría de remo, el hombre no sabía nadar, para poder cruzar dicha ría sin demasiado peligro, pero el amor hacia una bella mujer, que residía en Sada, y que había nacido al parecer en Perbes, le hacían sentirse con el valor suficiente, para poder llevar a flote su invento. En su mente se encontraba metido, un viaje que siendo niño, su padre le llevo a conocer el pueblo de Sada, y quedo encantado al visitarlo y pisar su muelle marinero, ya que desde su localidad, le parecía que estaba al lado, sin embargo la Ría de Betanzos, era un obstáculo grandioso, por tan temida distancia, y más en aquellos años donde no existían motores en los barcos, y sus trayectos eran a base de velas. Más su invento le quería poner en marcha un domingo del mes de mayo a últimos, sin temer que podía costarle algún serio disgusto. Desde el monte de Miño, con dos compañeros de su oficio se decidió, bajar la balsa en trozos, hasta la playa Grande de Miño, donde pensaba echarla a la Ría de Betanzos, y desde allí tratar de conducirla, hasta el puerto de Sada. Todo parecía normal, y hasta sus colaboradores le animaban, para efectuar el cruce de la Ría, aunque fuera un trozo de mar con corrientes y olas. Prepararon la lancha, con varios maderos atados entre sí, y a la vez algunos con los clavos sujetando su posición de atadura. Todo parecía normal, pero el mar es un testigo mal encarado, y cuando se encontraba en medio de la travesía, las olas movían aquellos maderos cómo si fueran cascaras de nuez, el hombre se había atado a un pie una cuerda, que estaba sujeta a uno de los maderos, y bailaba al compas del temporal, sobre la superficie de la lancha, sin apenas poder dirigir su trayectoria. Las olas le hacían sentirse un vulgar payaso, sobre aquella superficie de maderos atados, y el miedo a caerse al agua le tenían atemorizado, aquel viaje que él pensaba que era un paseo por el mar, de quince minutos, se convirtió en un trayecto tenebroso, de más de hora y media, sin poder apenas remar, y su esfuerzo se veía supeditado a los vaivenes que la Ría le iba dando, el leñador termino con su invento, en el final del muro del puerto de Sada, que en aquellos años apenas era un pequeño rompeolas. Al poner el pie sobre el suelo, le dio gracias a su dios marinero y leñador, diciendo“. No volveré a embarcarme en esta penosa aventura, y volveré a Miño en cualquier medio de transporte, antes de regresar en mí lancha. Algunos curiosos de Sada, miraban hacia el horizonte, viendo no muy lejano aquel pueblo de Miño, de donde procedía el leñador, y la mayoría pensaba, hay que estar muy loco, para iniciar esta travesía. Aunque el hombre no perdió su viaje, al comprobar que su novia, vino a buscarle, hasta el lugar donde su lancha encallo, y donde quedo sin poder servir para próximos viajes, al ser vendida para madera de leña de cocinas. El leñador, tuvo que volver a Miño, sin ninguna ayuda, pero en su corazón llevaba el ánimo de a ver podido cruzar esa Ría, que separaba las dos localidades, y en su historia dejo escrito para la posteridad, todo el valor que un hombre tiene cuando desea estar al lado de su gran amor…. Hoy han pasado muchos años de aquella brava aventura, pero hay hombres en cualquier “Desguace”, como el de Sada, que recuerdan la historia de su andadura, que algunos llamarán locura. Pero locura de amor, sin otros adjetivos… G X Cantalapiedra…. 5 – 9 – 2016.
Un sobresaliente en amistad y simpatía a las personas que llevan el bar del desguace. con mi aprecio personal.